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El Manto procesional que luce todos los Viernes Santo la Virgen de la Soledad, una de las piezas más reseñables de la Semana Santa, se ha podido contemplar este jueves por la mañana en todo su esplendor extendido en el suelo de la Capilla de ... los Ángeles de La Redonda. Procedente de un lugar conocido solo por algunos cofrades, un camión descargaba a primera hora en La Redonda el arcón de madera donde ha permanecido todo el año perfectamente enrollado y sin doblar. Ya dentro de la Capilla de los Ángeles, aguardaban varios voluntarios de la Cofradía de la Soledad encargados de extender con el máximo cuidado en el suelo la pieza para, a continuación, retirar manualmente los restos de polvo acumulados durante un año y de la misma manera alisar con mimo la rica pieza de terciopelo de Lyon. Este momento es cada año una oportunidad única par poder contemplar el manto de la Virgen, a la que solo se le puede ver una vez al año, en la procesión del Santo Entierro.
Sin embargo, tras más de 70 años de uso y tal y como pudo comprobar el reducido número de invitados que asistieron al momento previo antes de vestir a la Virgen, el Manto, considero una pieza únca, presenta evidentes indicios de deterioro en su estrcutura. Además, del desgaste producido por la manipulación de una gran pieza de tela que hay que transportar y mover en algunas ocasiones doblada, las inclemencias climatológicas han provocado que se mojara en diversas ocasiones, algunas de ellas en puntos del recorrido procesional donde era difícil guarecer el paso. Este es un tema que preocupa enormemente a los integrantes de la Cofradía, que ya avisan que si no se pone ya remedio, “dentro de años ya no se podrá sacar en procesión”. A corta distancia se podía comprobar alguras roturas en el terciopelo, deshilachados y aberturas. “La solución consiste en pasar el bordado de una tela a otra nueva; no será en cualquier caso una tarea sencilla, porque algunos de los bordados son difíciles de recuperar, en España Solo hay dos o tres personas que lo pueden hacer”, señalaba ayer el mayordomo de la cofradía, Pablo García.
La confección, que tiene unas dimensiones aproximadas de 4 metros de ancho por 5 de largo, fue bordada en oro por las Hermanas Adoratrices de Logroño en 1948 después de dos años de trabajo. Su coste fue sufragado por el pueblo de Logroño en suscripción popular, una iniciativa que la Cofradia quiere recuperar ahora para poder sufragar los gastos que pretenden llevar a cago para recuperar la pieza. Aquel año se recibió, además de dinero, múltiples donativos para obtener el oro con el que se bordó, entre el que destaca el donativo anónimo de una señora que aportó tres kilos de oro, además de lentejuelas del mismo metal y riquísimos encajes.
Ante los preocupantes indicios de deterioro en su estructura, la cofradía se plantea ahora de nuevo acudir a as aportaciones populares. Además, del deterioro producido por la manipulación de una gran pieza de tela que hay que transportar y mover en algunas ocasiones doblada, las inclemencias climatológicas han provocado que se mojara en en diversas ocasiones, algunas de ellas en puntos del recorrido procesional donde era difícil guarecer el paso.
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Creen que es el momento de abordar, con la imprescindible ayuda de todos los logroñeses, la restauración del Manto de la Virgen de la Soledad, y así mantener el legado para las futuras generaciones. La valoración del coste es de unos 100.000 euros y unos dos años, pero su objetivo a corto plazo sería conseguir 60.000 euros para iniciar el procedimiento de restauración. “Si no se restaura, en dos o tres años no podrá salir”, recuerdan.
El diseño del Manto es de don Francisco Javier Rodríguez Garrido, nacido en Madrid en 1905 y de padres riojanos (su padre era natural de Nestares de Cameros y regentaba en Logroño un negocio de antigüedades). Estudió Bellas Artes en la Escuela de San Fernando, donde coincidió con Salvador Dalí. Cuñado del arquitecto logroñés Agapito del Valle, con quien colaboró en el ornato de algunos edificios suyos como el que aún hoy existe en el 53 de Duquesa de la Victoria, obtuvo por oposición la Cátedra de Dibujo del Instituto Práxedes Mateo Sagasta de Logroño y junto a su cuñado instaló un negocio de decoración en la calle Calvo Sotelo, según informa textualmente la Cofradía en un informe elaborado sobre la historia y el estado actual del Manto Procesional.
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Según esta documentación, murió en 1954 a los 49 años. Fue un importante pintor de retratos, muchos de los cuales pueden verse aún en edificios oficiales y domicilios logroñeses. Fue autor del logotipo del Instituto de Estudios Riojanos que se usó hasta los años 80 y que incluía una imagen de la Virgen de Valvanera. Aunque su mayor prestigio se lo dio su pintura mural. Entre ellas, realizó la "Adoración al Santísimo Sacramento" de la Iglesia de las Madres Adoratrices, y murales para el Hotel París o los desaparecidos Café Los Leones y Cinema Diana, o el Luneto de San Isidro de la Iglesia Parroquial de Nestares de Cameros, de donde era oriundo su padre.
El mayordomo de la cofradía, Pablo García, explica que en la época de la que data la pieza había dos técnicas para el bordado de los mantos: sobre la misma tela, como en este caso, o fuera de la pieza, esto se hizo con el anagrama de la Cruz de Jerusalén que adorna el centro de la tela.
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De acuerdo con los cánones de la primera mitad del siglo pasado, un tercio del Manto está dedicado a las alegorías del mal (peces alados encadenados en la parte inferior de la composición), otro a las alegorías de la abundancia, profusamente representados en toda la composición, y el otro tercerio a las alegorías del bien, representadas por copas y flores en el centro y en la parte superior. Según Pablo García, se trata de un Manto atípico, porque no es perfectamente simétrico y esto es así por su confección manual. “Se ve en el detalle de las cadenas, en una parte el aparece el eslabón de canto y en la otra redondeado”, explica este jueves.
El proceso del bordado es exquisito, ejecutado sobre el propio soporte de terciopelo. Es un Manto que, además, guarda sus secretos. Bajo los adornos del Manto se cosieron, a cargo de las bordadoras, pequeños papeles con peticiones y oraciones a la Virgen, que con las previstas obras de restauración se guardarán a buen recaudo, aunque como anónimos que son, se guardarán con todas la cautelas para que puedan conocerse los mensajes.
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El terciopelo de Lyon está compuesto por algodón 100% de la máxima calidad existente, que no se vende ya en los mercados normales, y cuya característica más importante es su grosor y trama densísima, lo que le otorga una caída y un cuerpo incomparables, además de gran resistencia al bordado y atirantado en bastidores, según la información técnica que se detalla en el dossier de la cofradía. El terciopelo del Manto presenta varias zonas deterioradas por el roce, algún pequeño punto con falta de material y, sobre todo presenta zonas de desgarro con los bordados.
El daño, como señalan, es irreversible y corre el riesgo de un desgarro completo que pudiera afectar a la propia obra de los bordados. “Estos, hoy en día son prácticamente insustituibles, siendo su coste de reposición inasumible, además de la pérdida que supondría la pérdida de la integridad de una pieza tan valiosa y tradicional”.
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