Encuentros y reencuentros desde el Sáhara

En el acto de bienvenida, el concejal de Servicios Sociales y Desarrollo Comunitario, Iván Reinares, recalcó que la pandemia no ha hecho que decayera la solidaridad, puesto que en los primeros años se hicieron envíos de alimentos y medicinas a Tinduf, donde se encuentran los campamentos de refugiados, y durante este año se han recuperado las cifras prepandemia.

El objetivo, tras los más de treinta años durante los que el programa se ha celebrado, sigue siendo el mismo: «Que los niños y niñas saharauis disfruten de unas vacaciones estivales en La Rioja alejados de las durísimas condiciones de vida que ofrecen los campamentos» y, lo más importante, «que se les proporcione una atención sanitaria especializada», declaró Reinares.

De hecho, seis de los niños que participan en el programa, al tener algún tipo de discapacidad, bien intelectual, visual o de parálisis cerebral, estarán al cuidado del Centro de Recuperación de personas con discapacidad física de Lardero (CRMF) con la colaboración de otras entidades como Aspace o CERMI. «El objetivo es hacerles un seguimiento y que puedan llevarse las medicinas o las herramientas de vuelta a sus casas», explica Manuela Muro, presidenta de ambas asociaciones.

Muchas de las familias de acogida eran primerizas en la experiencia. María Lafuente, entre lágrimas tras conocer al niño al que acoge, cuenta que la decisión de participar en el programa fue, como en caso de los otros novatos, por la insistencia de una amiga. «Ahora es voluntaria, pero ha estado muchos años acogiendo y, después de mucho insistirnos, nos hemos animado».

Por el contrario, Pablo y Yolanda han vuelto a acoger a la misma niña tras el parón de la pandemia. «Él es fisioterapeuta de Aspace, y conoció a una niña que llegó en el grupo de los que tenían parálisis cerebral», explica Yolanda. Como ella realmente solo tenía una discapacidad visual, el matrimonio decidió acogerla como una más de la familia y, este año, ha vuelto a Logroño para revivir la experiencia. «La hemos estado esperando durante dos años. Ella vino con nueve y ahora, que tiene doce, la veo cambiadísima», relata.