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Numerosas culturas, desde el antiguo Egipto hasta tribus indígenas del continente americano, tienen diversas interpretaciones de la danza de la lluvia para invocar que caiga ... agua del cielo y así acabar con la sequía, favorecer al campo, eliminar espíritus malignos... Los tambores que empezaron ayer a atronar a las afueras de la concatedral de La Redonda tuvieron el efecto opuesto a lo que busca esa danza. Y el resultado fue el deseado, que el recorrido de la procesión de Domingo de Ramos no se viese empañado por un aguacero inoportuno. Con lo que las palmas y los ramos se agitaron a lo grande, los paraguas fueron un complemento más en la vestimenta y el paso de la Borriquilla pudo lucir en todo su esplendor en el 50 aniversario de la cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén.
Con motivo de esta efeméride, un grupo de escolares del colegio Compañía de María-La Enseñanza, vinculado a la cofradía –de hecho, en las instalaciones del centro se guarda el paso–, se sumó a la procesión «con mucha ilusión», como reconocía la pequeña Daniela Imaz. «Es la primera vez que salgo, me apetecía», acertaba a decir con cierto nerviosismo la niña de diez años momentos antes de que el párroco de La Redonda, Víctor Manuel Jiménez, bendijera con el hisopo las palmas y los ramos de laurel y de olivo.
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Pero si hubo un momento de nerviosismo, incluso de tensión, durante el desfile fue cuando la veintena de cofrades que llevaban a hombros a la Borriquilla bajaban por la calle Capitán Gallarza para enfilar ya Portales hacia la plaza del Mercado. De repente la parada para descansar se prolongaba más de lo previsto. Alguien daba el aviso: los bolardos no se pueden bajar. «Incluso han venido agentes de la Policía Local a retirarlos pero no ha podido», comentaban algunos espectadores.
Así que había que improvisar. Algunos miembros de la Entrada de Jesús en Jerusalén se metieron debajo de las andas para desmontar parte del paso y que así no golpeara contra los bolardos. Mientras, los portadores hacían un sobreesfuerzo para sostener a hombros los cientos y cientos de kilos. El alcalde de Logroño, Conrado Escobar, seguía en primera los acontecimientos y tiraba de teléfono para preguntar por qué estaba ocurriendo eso. ¿Por qué no se habían podido bajar los bolardos? Cuando la comitiva salvó el obstáculo, el regidor respiró aliviado. El público reconoció el empeño puesto por los cofrades y les brindó un sonoro aplauso. «Ha sido como un cambio de neumáticos en boxes», se oyó entre la gente.
Rubén San Miguel, que ayer se estrenaba como 'hermano mazo', reconocía al término de la procesión que «hemos pasado un momento de agobio, pero gracias al esfuerzo de todos lo hemos sacado adelante». En su estreno guiando el paso, vivió la procesión «con mucha responsabilidad, pero también con alegría. El Domingo de Ramos es un día bonito, salen muchos niños y hay un ambiente muy festivo».
Y la temida lluvia no apareció. ¡Si incluso salieron unos rayos de sol cuando la procesión finalizaba! Los tambores de la Entrada de Jesús en Jerusalén, que protagonizaron un 'duelo de bandas' con los de Jesús Nazareno a las afueras de La Redonda para rematar la jornada, alejaron esa posibilidad de aguacero.
La Semana Santa logroñesa tiene hoy su segundo acto con el Vía Crucis penitencial de Nuestro Padre Jesús Cautivo, que desde 2007 sustituye a la procesión de la Oración en el Huerto de los Olivos, paso que limita su salida al desfile de Viernes Santo. Partirá a las 19.30 horas desde la iglesia de San Antonio de Padua.
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