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Efeméride ·
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La estación de servicio de avenida de Burgos 49, primera gasolinera de Logroño y también de La Rioja, cumple 75 años75 años... De 1948 a 2023. La considerada primera gasolinera de Logroño, la estación de servicio como tal que también es la decana en La ... Rioja, está de celebración. Un cumpleaños remarcado en el calendario por la propiedad pues, en los tiempos que corren, no todos los negocios pueden presumir de una trayectoria de siete décadas y un lustro. La ciudad de hoy poco tiene que ver con la de entonces, cuando en la posguerra Abraham del Pozo Soto, todo un emprendedor, sumó al negocio de los transportes el del combustible. «Al precio de sesenta y cuatro céntimos de peseta el litro; a cinco duros los 40 litros», según puede leerse en una crónica en blanco y negro en este mismo periódico.
Hasta entonces, el parque móvil capitalino se veía obligado a recurrir a los postes de suministro, que funcionaban de forma aislada, algunos de ellos en interiores, caso de los garajes Elías y Estación, donde los 'gasolineros' tenían que tirar de manivela. Y la estación de servicio de Abraham del Pozo, Murrieta 1 en su día aunque tradicionalmente ubicada en el 49 de avenida de Burgos –51 actualmente, según el Catastro, y AVIA tras el acuerdo de explotación firmado en 2017 entre la propiedad y dicho operador petrolífero–, vino a cambiarlo todo.
Abraham (1903-1975), tuvo tres hijos, Abraham (1930-2009), Juan Antonio (1935-1992) y Nemesio del Pozo Osés, quien a meses de soplar 90 velas acompaña a su hijo y sus dos sobrinos (segunda y tercera generación), un representante por cada rama familiar, para dar testimonio de una efeméride de alto octanaje. «Con anterioridad a la construcción de la gasolinera en 1948, ya hay toda una historia jalonada de algunos hechos previos que podrían haber encaminado a nuestro abuelo Abraham a montar la primera estación como tal, pues además de gasolina, vendía lubricantes y neumáticos», constatan Abraham del Pozo Grijalba, Javier del Pozo Irribarría y Francisco del Pozo Ruiz.
Los primos, así, se refieren en concreto a los años en que el abuelo trabajó como chófer para unos ingenieros ingleses que estuvieron buscando petróleo en las cercanías de Logroño allá por los años 20. El relato, junto a la colección de fotos de familia, incluye referencias y fechas, algunas certeras (pues hay fuentes documentales) y otras aproximadas, «según alcanzan nuestros recuerdos de lo que nos contaron nuestros padres».
Se da la circunstancia de que la historia, en cualquier caso, empieza por los transportes antes que por la gasolina. Y es que Abraham heredó el oficio de hacer portes iniciado por su padre, Nemesio, con un tiro de mulillas, que con los años cambió por caballos y, por último, por camiones. Sin embargo, el hecho a tener en cuenta es otro: cuando entre 1920 y 1922 se realizaron las primeras prospecciones petrolíferas en las cercanías de La Rioja, cerca de la carretera que va de Viana a Aras. «El abuelo Abraham acompañó esta 'expedición' como conductor... Y queremos pensar que esta experiencia sembró en su cabeza la semilla de la inquietud por el mundo del petróleo, que luego germinó en la construcción de la primera gasolinera», cuentan sus descendientes.
Abraham del Pozo compró en 1941 la finca donde la edificó años después. «El enclave resultaba muy distante, ya que para llegar allí tenían hasta que cruzar la vía del tren», recuerdan. «Tuvo que ser un visionario porque en la zona no había absolutamente nada». Y es que Logroño, en aquellos tiempos, «acababa en la 'Bene'».
14 de abril de 1941 Compra de la finca en la carretera de Burgos donde se asentaría la futura estación de servicio bautizada como Murrieta.
5 de junio de 1942 Proyecto del arquitecto Gonzalo Cadarso y presupuesto de obras estimado en 82.399,41 pesetas.
9 de abril de 1947 Concesión 665 por parte de Campsa.
29 de agosto de 1947 Solicitud de licencia de construcción.
21 de octubre de 1947 Concesión de la misma.
1947-1948 Construcción e inauguración.
1966 Ampliación con la estación de servicio Murrieta 2.
Abraham preguntó a sus hijos en qué deseaban trabajar, «si queríamos seguir con los transportes o cambiar a la gasolina», recuerda Nemesio. Y las influencias de algún conocido sirvieron para autorizar la construcción de la gasolinera «de Murrieta» y dar ese salto –luego vendrían seis más, ahora cinco, arrendadas a Cepsa desde 1981, una segunda en Murrieta incluida–. Para conseguir financiación, se habló con Ximénez y Cía, agente de Firestone, proponiéndole que costease parte de la obra, con 40.000 pesetas, a cambio de anunciar tal marca.
En aquella época el monopolio lo tenía Campsa (empresa estatal creada en 1927), cuya función principal era administrar la concesión de petróleos a establecimientos de venta minorista de combustibles. Las primeras gasolineras, escrito está, no eran de fácil instalación debido a la escasez de materiales.
«La construcción la promovió el abuelo Abraham, acompañado ya de sus hijos. Para cada tanque se hacía un cajón de hormigón donde se metía y se rellenaba con arena lavada de río (sin barro), introduciendo los tubos y cables. Para la construcción se contrataron albañiles, pero todo el tema de cableado y tuberías fue realizado por la familia, con ayuda de Jesús, un primo electricista. Los tanques-depósitos se compraron en Bilbao, a una empresa que construía barcos. La grava, en Oyón, transportándola con una furgoneta. El hierro que se utilizó procedía del desguace del famoso cinturón de Bilbao formado durante la Guerra Civil. Y las chapas de los depósitos procedían de los barcos-cárceles que quedaron hundidos en la ría», explican según diferentes testimonios.
La construcción en sí tampoco resultó sencilla. «En una ocasión, se cayó el techo y hubo que construir un contrafuerte. En otra, una fuga de agua inundó los depósitos, mojando toda la tierra, por lo que hubo que sacarla a cubos y esperar a que secara para volverla a colocar», añaden.
Durante las obras, entre 1947 y 1948, Abraham del Pozo ya contaba con sus tres hijos repartiéndose las tareas: Abraham (18 años), con el papeleo y las relaciones públicas; Nemesio (15 años), en las reparaciones y mecánica en general; y Juan Antonio (13 años), apoyando en todo lo que fuera necesario.
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