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La Limpieza del Cristo, después de la ceremonia íntima reducida a muy pocas personas del año pasado por la pandemia, ha vuelto en la mañana de este Miércoles Santo al gran reencuentro con sus fieles. Como cada año, el Cristo abandonó su urna -esta vez ... desde la capilla de Los Ángeles, recién restaurada- para someterse a la exquisita limpieza por parte de las camareras. Un momento único, envuelto tanto de cariño como del fervor de cientos de devotos que desfilaron emocionados, cada uno con su particular homenaje y una petición a una imagen a la que cada vez se sienten unidos más logroñeses.
Con mimo, sobre cojines y frente a la puerta principal de La Redonda. Allí se colocó la imagen a disposición de los logroñeses que querían venerarlo y que hacía fila desde hace rato en la Plaza del Mercado. Más de un centenar de fieles esperaba paciente para cumplir la tradición por dos años postergada.
El prolongado desfile, niños incluidos, para besar -con mascarilla, eso sí- y tocar la talla, una de las más veneradas de la ciudad, se vivió con la intensidad de la primera vez. Fue este miércoles un bebé el primero en acercarse a la mimada figura. Luego, el resto de la concurrencia pudo venerar al Cristo que, por exigencias pandémicas, llevaba un velo en sus pies para evitar el contacto directo. Algo que no le ha restado emotividad, no en vano se trata de un momento muy especial, ya que solo una vez al año se saca la imagen de la urna y, aunque se repita cada año, la expectación es total. Sobre todo este año en el que el público general hacía dos años que no podía asistir a la celebración de La Redonda.
Al acto ha asistido el alcalde de Logroño, Pablo Hermoso de Mendoza, al que se le pudo ver hablar al final de la celebración con el nuevo obispo de la Diócesis riojana, Santos Montoya, quien acudía por primera vez a la celebración de La Redonda. «Ha sido un acto lleno de signos y símbolos...», se sorprendía por el exquisito acto que acababa de contemplar y por la sensibilidad mostrada por los fieles y los gestos de cariño protagonizada por los encargados del traslado y limpieza posterior. «Ha sido como una catequesis..., llevar al Cristo, ver los rostros sufrientes, la inocencia pisoteada..., han sido muchos gestos, como la veneración en la que, a través de una imagen, todos vemos al Señor».
Cinco camareras, una más que otros años, han sido las encargadas de limpiar con algodones y plumeros la imagen una vez fuera de su urna, que data del siglo XVII y está formada por concha fina y ébano, guarnecida de plata de martillo y doce ramos de filigrana de plata, rodeada de cristal. «Normalmente somos cuatro, cuantos más años hayas pasado sin hacerlo, más posibilidades tienes de que te toque. Y este año estábamos en estas circunstancias cinco», señala Ana Idoya García Ezquerro, una de las veteranas y con un papel protagonista en el momento de desajustar los cierres de la tapa de cristal para sacar la imagen.
«El año pasado fue maravilloso hacerlo en el altar mayor, pero su casa es esta, la Capilla de los Ángeles. Es donde él está, es su capilla, además están restaurada y hay que lucirla y vivirla plenamente en un acto como este. »¡Qué mejor que un día como hoy para mostrarla en todo su esplendor..., luego abriremos las puertas para que todos los riojanos y visitantes puedan pasar a venerar a Cristo. Eso sí, siguiendo el protocolo, todo el mundo con la mascarilla«.
Íker Cabello, de 17 años, buscó una buena ubicación muy cerca de la urna de donde pronto se iba a sacar la imagen del Cristo para su veneración. Era la primera vez que se acercaba a esta celebración. «Siempre ha coincidido este jornada con día escolar, así que me resultaba imposible venir». Acompañado por un amigo, asistía con mucha curiosidad. «Siempre he oído que es muy curioso verlo, debe ser bastante impresionante, muy bonito, así que como este año tenemos fiesta escolar, hemos decidido acercanos».
Fiel a la tradición de su ciudad a la que no falta de desde niña y sentada en primera fila, María, de 86 años, asistía muy emocionada a 'La Limpieza' . «Toda mi vida he vivido entre Miguel Villanueva y Muro de la Mata, y desde niña siempre he asistido a misa de 9, en la capilla de la Milagrosa, así que estoy muy vinculada a La Redonda, y en un día como hoy nunca falto». «¿Que qué le he pedido? Pues por la salud de unas mis hijas». Muy cerca, Cipriano, de 73 años, y miembro de toda la vida de la Cofradía del Santo Sepulcro, se saludaba con viejos conocidos. «Alguna vez he fallado, pero procuro venir siempre que puedo». Ayer no quiso dejar pasar el momento, que vivió con una carga emotiva muy especial, ya que su hijo, ya fallecido, también fue miembro cofrade. «Siempre vengo con alguna petición, siempre con la misma...., pero bueno que no falte pedir por la salud ¿no? Lo demás da igual», se sinceraba.
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