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La fotografía que realizó el doctor Julián Loyola en el año 1937 bien parece un amigable intercambio de pareceres entre militares alemanes y españoles, al cobijo de los muros de una iglesia. Pero las sonrisas y el gesto distendido de los combatientes de la Legión ... Cóndor y los del ejército sublevado contrastan con la tragedia que estaba viviendo España en esa misma fecha.
La Guerra Civil sufría una de sus etapas más cruentas, apoyado el bando nacional por las tropas de Adolf Hitler y de Benito Mussolini y las del Gobierno, por las Brigadas Internacionales.
Pocas semanas después de que el golpe militar del 18 de julio de 1936 desencadenada la Guerra Civil, las tropas alemanas de la Legión Cóndor fueron llegando a España de manera paulatina, si bien fue a partir de noviembre cuando Hitler incrementó el ritmo de su colaboración bélica.
El grueso de las fuerzas aéreas del Reich, conocidas como 'Luftwaffe' fue distribuido por el territorio que los sublevados tenían bajo su control y fue a finales de 1936 cuando el aeródromo de Agoncillo comenzó a desempeñar un papel vital en el despliegue de la Legión Cóndor. Y es que la popular Base de Recajo colaboró a partir de entonces en mantener el control en una zona tan estratégica como la ribera del Ebro y, también, merced a su cercanía, vigilar dos de los principales frentes abiertos en el conflicto: los frentes de guerra del Norte y la de Aragón.
La elección de este aeródromo próximo a Logroño y también el de Alfaro arrastró hasta La Rioja a cientos de militares del Reich y, también, a expertos aeronáuticos, ingenieros, mecánicos, traductores, así como a otros civiles alemanes, que gozaban de la confianza de Berlín. El control de la Legión Cóndor era absoluto.
Los soldados del III Reich se hospedaban en pisos particulares repartidos por la ciudad de Logroño, si bien los oficiales eran alojados en chalets de vecinos más pudientes y los jefes de mayor rango tenían derecho a una habitación en el Hotel Comercio, en lo que hoy es la esquina de Avenida de La Rioja y Avenida de Portugal.
A lo largo de la primavera de 1937 -alrededor de la fecha en la que fue tomada la imagen de Julián Loyola-, las fuerzas áreas de la Legión Cóndor alemana y las de la Aviazione Legionaria de la Regia Aeronáutica italiana ya habían formado en la base de Agoncillo un equipo operativo y amalgamado con las tropas nacionales.
El aeródromo riojano, una especie de Torre de Babel por los idiomas que allí se hablaban, formaba parte de una amplia red del arma de aviación con los cercanos de Soria, Burgos y Zaragoza.
Uno de los mayores inconvenientes con los que se encontró la Legión Cóndor durante su prolongada estancia en Logroño, y en el resto de España en general, fue la alimentación de sus tropas. Los primeros meses fueron duros para los militares del Reich, que se quejaban del abuso de aceite de oliva en las comidas y del vino, sobre todo cuando tenían que beberlo en bota.
En realidad, los legionarios de la Cóndor echaban de menos la variedad de sus salchichas, sus ensaladas de col, de patata, de arenque, el codillo, el chucrut, la amplia gama de panes y, sobre todo, la cerveza. Con el paso de las semanas, los responsables del abastecimiento comenzaron a transportar desde la propia Alemania algunos de estos productos, si bien comerciantes avispados de Logroño se las ingeniaron para conseguir salchichas y cerveza con las que satisfacer a sus clientes teutones.
La Legión Cóndor, sus soldados y los aviones de guerra más sofisticados de la época permanecieron en tierras riojanas hasta el 1 de abril de 1939. Los vencedores les ofrecieron todo tipo de agasajos cuando se despidieron y regresaron a Alemania.
Allí, casi sin solución de continuidad, le esperaba a la Legión Cóndor una nueva misión ordenada por el propio Adolf Hitler, tras la positiva experiencia de la Guerra Civil española: conquistar el mundo.
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