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Son las once de la noche del sábado, hace 22 grados y es difícil aparcar el coche en Valbuena, los conductores parecen jugar a las sillas. En la entrada al parque del Ebro de Logroño hay una patrulla de la Policía Local con fin disuasorio. ... Se prevén cientos de jóvenes, una noche más, haciendo botellón y con seis agentes poco más se puede hace que ahuyentar, si es que los jóvenes se asustan ya de algo. Es pronto, aún hay más personas paseando al perro aprovechando la fresca que jóvenes, aunque algún grupo ya ha abierto, temprano, las botellas de alcohol.
Unos adolescentes están al otro lado del río. Beben, fuman, escuchan música y se hacen fotos. Son dicharacheros, simpáticos y educados, aunque solo uno de ellos lleva mascarilla porque, confiesa con sinceridad y candidez, «pensaba que érais de la policía secreta». Todos son menores, de entre 15 y 17 años. Una de las chicas, Paola, justifica que están allí porque necesitan «disfrutar de la vida»: «Somos un grupo de amigos que podemos estar en una casa o fuera, y mejor al aire libre, si nos pasa algo nos va a pasar igual». Marcos añade: «Nos han quitado la libertad de salir y con el rebote es normal que salga tanta gente, igual dentro de dos meses ya no hay tanta, y quizá queremos disfrutar porque pensamos que va a haber de nuevo toque de queda». Como guinda, otro amigo añade que «los bares nos venden alcohol a los menores, ni te piden DNI ni nada».
Marcos Joven | logroñés menor de edad
La polémica sobre el botellón en Logroño llevó al alcalde, Pablo Hermoso de Mendoza, a declarar hace una semana que «es un hecho puntual y coyuntural que está pasando en toda España» y que «en la mayoría de los casos están charlando, conversando y en grupo». Si bien es cierto que a primera hora de la noche los grupos de jóvenes no eran escandalosos y no todos bebían, sí que eran muy jóvenes y la mayoría no usaba mascarilla al no respetar la distancia interpersonal. Todos coincidían en que, conforme avanza la noche, y sobre todo al cerrar los bares a las 2, aquello se masifica y el ambiente se enrarece.
Javier | Joven logroñés menor de edad
Otros jóvenes consultaban sus teléfonos móviles junto a la pasarela peatonal, sin beber pero también sin mascarilla, y algunos fumando. «Es una necesidad salir con los amigos y pasar estos buenos ratos, yo creo que no está mal, pero si te pasas de la raya es una irresponsabilidad y ese es el problema», razona Javier, y Marcos añade: «Para los bares es una putada pero, por ejemplo, en mi casa están ya todos vacunados». «Hay que ponerse en el lugar de un tío de 15 años que lleva un año sin salir o llegando a casa a las once. Creo que está bien tomarnos cierta libertad ahora, necesitamos algún rato bueno», argumenta Javier, que ha pensando lo que dice.
Un poco más adelante caminan cuatro muchachos con unas cervezas baratas en bolsas, ellos sí, con mascarilla. Aseguran que solo estarán un rato en el parque porque de madrugada quieren ir a ver la final de la Copa América de fútbol entre Brasil y Argentina. «No nos juntamos mucho con la gente, nos ponemos más alejados y siempre somos los mismos cuatro amigos», explica David. En cuanto a la polémica creada en torno a este fenómeno, la entiende como «lógica». «Si es que son cosas de chavales y lo seguimos haciendo mal porque vienes a pasarlo bien...», piensa, y un compañero acaba la frase: «Y más tarde esto se descontrola».
Hemeroteca
María José González
Justo Rodriguez
Mercedes pedreño/L. J. R.
Bien entrada la noche los grupos de jóvenes van creciendo en número y edad. Los 150 chavales que los agentes calculaban que habían estado el viernes ya se han superado en cifra. La mayoría bebe, si no a simple vista, extrayendo una lata o un vaso por arte de magia, como un mago, de cualquier parte (las botellas, escondidas detrás de los árboles).
Pablo | Joven logroñés mayor de edad
Entre esos prestidigitadores con almas de alquimistas están Laura, Carla y Pablo, junto a más amigos. Todos son mayores de edad y llevan mascarilla. Laura asegura no beber, «solo vengo a pasar un rato con los amigos porque hace mucho calor por el día». «Es cierto que hay gente irresponsable y que esto se descontrola, pero también hay gente responsable», afirma Carla, aunque ella misma añade: «La mayoría son irresponsables, pero es que con dos cubatas la responsabilidad se te pierde». Y Pablo sentencia: «Se nos echa mucha culpa a los adolescentes de los contagios del coronavirus y sentimos que no somos comprendidos. Hay gente de todo tipo, como los adultos».
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