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El control de los aforos centra la campaña más reciente de la Policía Local, pero su tarea de supervisión de las normas antiCOVID abarca muchas otras actuaciones. En su ronda vigilan desde las distancias de seguridad hasta el número de personas permitido en cada grupo, ... pasando por el consumo de tabaco –que en principio se prohibió en las terrazas y luego se permitió guardando dos metros de separación– y, sobre todo, el uso de las mascarillas. «Es vital que la gente la lleve puesta, incluso cuando está consumiendo, y solo se la quite un momento cuando va a beber», subraya Ricardo.
Sus palabras, pero, sobre todo su presencia, ejercen un efecto inmediato. Como un resorte, los que la tienen bajada o aparcada sobre la mesa se la colocan a su paso antes de ser advertidos. «Los hosteleros están cansados de esta situación, pero son muy colaboradores en general, porque además son los primeros que quieren que no haya rebrotes ni vuelvan a cerrarse sus negocios», reflexiona. El ánimo no es tan uniforme entre la clientela. «Hay quien no se da cuenta, pero a otros les da igual todo», revela. La mano izquierda torna entonces a mano dura. «Ahí actuamos con firmeza y se imponen sanciones, porque el principal interés es que el virus no se extienda y volvamos todos a la normalidad». La verificación del rigor en las restricciones tampoco obvia otras incidencias en forma de riñas, hurtos o conflicto de intereses. «Cuando solo volvamos a dedicarnos a eso, será que la pandemia ya es historia», augura.
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