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Ayer terminó el derribo y ya no queda nada de uno de los edificios más antiguos de la Gran Vía. La demolición del número 29, construido hace 85 años, se inició en septiembre y ahora, en su lugar, ya sólo queda un solar con los ... últimos escombros procedentes de las dos primeras plantas del inmueble que hasta el martes aún quedaban en pie.
Después de poco más de un mes de trabajos discretos, que se iniciaron por el tejado y a golpe de piqueta, una máquina entraba el miércoles en las obras para terminar de 'engullir' las últimas paredes y parte de la fachada. El final de la demolición no ha pasado desapercibido para los viandantes de la principal vía de Logroño, que pronto deberán familiarizarse con el inicio de otras obras, las del nuevo residencial de lujo previstas en la colindante Gran Vía, 31.
El arquitecto de la obra, David D. Elices, celebraba ayer el final de una actuación cuya mayor dificultad radicaba precisamente en su ubicación, el hecho de estar en plena Gran Vía implicaba cierta complejidad, según admitió, aunque también unió el hecho de tener adosado otro edificio que se podía haber visto afectado. «Pero finalmente todo ha salido bien, ni siquiera ha hecho falta cerrar la calle», se felicitaba ayer al confirmar el final del derribo, pendiente, no obstante, de las pertinentes intervenciones de final de obra, entre ellas el cierre de la parcela con un muro perimetral.
Con su desaparición cabría esperar la construcción de un nuevo edificio de viviendas. Esta era al menos la opinión de la mayor parte de los curiosos que ayer se acercaron hasta Gran Vía, 29, pero lo cierto es que esta es una opción que «sigue en el aire», según reconocían ayer los propios responsables de la obra. La comunidad de propietarios no se ha manifestado al respecto, así que de momento la parcela seguirá vacía a expensas de futuras decisiones.
«Me da mucha pena ver el solar vacío, porque yo nací en este edificio, en 1957, y he vivido en él gran parte de mi vida», señalaba nostálgica Marta, consciente, sin embargo, de los graves problemas que acarreaba un edificio tomado literalmente por las palomas. De hecho, los obreros que han intervenido en el derribo afirmaban ayer que se contaban por cientos, «estaban en todas las habitaciones de todas las plantas».
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