La Glorieta, travesía en el desierto

La Glorieta se ganó su actual configuración allá por 1991, cuando se abordó una obra cuyo diseño firmaba el entonces arquitecto municipal, Rafael Alcoceba, y que materializó la empresa Mabesa por 196 millones de euros. Entre las novedades, un pavimentado de losas de caliza en las aceras y de adoquín de piedra caliza que quería dejar atrás el asfalto impermeable que tenía medio ahogados a los árboles de la plaza. Se quería que respirara el terreno y ennoblecer el espacio, se decía entonces.

El resultado lo inauguró el alcalde del momento, Manuel Sáinz, en marzo de aquel año, con marionetas y la orquestina La Moderna. Y no dejó de congratularse por haber recuperado el céntrico espacio para la ciudad, recogió el cronista oficial de la ciudad, Jerónimo Jiménez, en su libro 'Las calles y plazas de Logroño'.

Y, si otras intervenciones salen bien, el suelo fue la china en el zapato de esta y las quejas por patinazos y resbalones fueron multiplicándose a la vez que los viandantes trataban de evitar este paseo para ahorrarse dolores... de cabeza.

Después, la plaza fue siendo objeto de tareas más sencillas, que fueron desde la rehabilitación de la estatua de Sagasta y de su entorno, en 2009, a la recuperación en 2011 de las esculturas de piedra del escultor cerverano Vicente Ochoa retiradas por deterioro recreadas por el también escultor local Ricardo González. Todo ello a la vez que la necesidad de reurbanizar la Glorieta era motivo de debate público y políticos. Si los grupos políticos ya hablaban de la necesidad de recuperar la Glorieta para la ciudad –sí, otra vez–, los mismos estudiantes del instituto enviaban al Ayuntamiento propuestas para ello que incluían desde la necesidad de un suelo más seguro a la de más limpieza e incluso pedían un carril bici que les conectara con otros lugares de estudio y avenidas. El Gobierno local del momento señalaba primero la conveniencia de entablar un debate ciudadano y después de convocar un concurso de ideas. Los concursos de ideas siempre dan la sensación de que se está haciendo algo, pero en ese momento no llegó a organizarse. Si la entonces concejala del área, Concha Arribas, decía que había que esperar a la rehabilitación del IES, desde este diario, el periodista Jorge Alacid, en su columna 'La opinión' del 12 de septiembre de 2009 consideraba imprescindible la mejora y replicaba «Que no queremos la obra de El Escorial (...) bastaría con que una máquina levantara el suelo actual y lo sustituyera por unas losetas».

Al final, el concurso llegó. Antes no faltaron otras ideas, en este caso, de arquitectos de la Politécnica que vinieron de la mano de alguno de los arquitectos de relumbrón que en aquellos años preburbuja trabajaban por aquí. Encontraron posibilidades infinitas, desde fachadas pintadas del mismo color a una especie de aquapark que aquí llamanos playa urbana. Pero ya hubo quien empezó a hablar de peatonalizar Duquesa de la Victoria.

El premio del concurso de ideas, llamado 'Maridaje urbano' y firmado por los donostiarras Santiago Peñalba, Íñigo Peñalba y Aritz Díez, planteaba una glorieta convertida prácticamente en rotonda y, dado que también se preguntaba por la conexión con las Cien Tiendas, esta se hacía a través de una Duquesa peatonal desde Juan XXIII a Colón. A más de un comerciante del Mercado del Corregidor casi le da algo. Pero casi desde el principio el Ayuntamiento, que entonces lideraba Cuca Gamarra, descartó su aplicación. Y eso que aún cuando se estaba firmando el convenio con el Gobierno regional para coordinar las obras de rehabilitación del IES y las de la Glorieta se decía que el Ayuntamiento contaba con este anteproyecto.

En 2016, en cuanto se adecuaron los edificios que iban a acoger temporalmente a los alumnos del Sagasta mientras duraban las obras, este espacio público perdió la principal afluencia de viandantes que recibía, la de los estudiantes. La obra tardó en empezar porque la licitación se fue complicando por recursos. Cuando por fin en 2019 se colocaron las vallas en torno al edificio para iniciar la millonaria reforma, la plaza ya quedó desolada. Así casi cuatro años, hasta que se reabrió el centro y volvieron los chavales. ¿Por qué no se reformó la plaza en ese tiempo, mientras duraron las obras de rehabilitación? El Gobierno local de aquel momento, el encabezado por Pablo Hermoso de Mendoza, estaba a otras cosas. A otras muchas cosas, pero esa no estaba en su cartera y tampoco se incluyó después. Sí llevó más carril bici a la puerta del IES, en este caso, por Duquesa de la Victoria –el famoso eje este-oeste– y realizó pruebas en varias ocasiones en el entorno de Muro de Cervantes y de Muro del Carmen para tratar de reducir los carriles de la circulación para aumentar el espacio dedicado al peatón. Pero hasta ahí.