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Las gafas de sol son un clásico de todo mercadillo. Algunas (muchas) imitando las gafas de primeras marcas por una fracción de su precio, otras simplemente siguiendo las tendencias más de moda. Pero siempre están ahí, básicamente porque compramos muchas: hasta el 30% de ... las que se adquieren en España sale de una tienda sin garantías, según el Colegio de Ópticos-Optometristas de España.
Lo cual no deja de ser paradójico: comprar gafas de sol de mala calidad es un negocio malísimo. No para el bolsillo, sino sobre todo para los ojos. Y eso es mucho peor.
Veamos. Nuestro cuerpo sin pelo se ha adaptado a lo largo de cientos de miles de años de evolución al exceso de luz solar, aunque de modo imperfecto: un exceso de sol, sobre todo su radiación ultravioleta, que no es visible, sigue causando problemas graves.
Pero al menos nuestra piel ha desarrollado mecanismos de protección, como la producción de melanina (eso que hace que nos pongamos morenos). Nuestros ojos, que son bastante más sensibles al sol que nuestra piel, han desarrollado un mecanismo fácil de decir aunque complejo en su funcionamiento: se cierran o abren. La pupila se contrae automáticamente ante el exceso de sol. Y todos entrecerramos los párpados ante el exceso de sol.
Gafas que engañan
Como, pese a todos los avisos de nuestro cuerpo, a los humanos nos gusta eso de ir a sitios donde haya mucho sol (y otras cosas que no ayudan a los ojos, como los reflejos del agua o la nieve, o la sal del mar) pues vienen a ser recomendables otras ayudas. Las cremas solares adecuadas, para la piel, o las gafas de sol, para los ojos.
¿Y qué pasa si las gafas con las que intentamos protegernos del sol resultan ser una birria? Pues que no sólo no protegemos nuestros ojos, sino que el efecto es más bien el contrario: es peor llevar unas malas gafas de sol que no llevar nada.
Es fácil de entender. Unas gafas de sol malas protegen de la radiación solar visible (para eso sirve con poner cualquier cristal oscuro) pero no protegen en absoluto contra la radiación solar ultravioleta, (UV) que es la realmente dañina y que no se ve. Y además con esas gafas malas engañamos a nuestra pupila, que se expande ante la falta (o eso cree) de sol, y deja así entrar más radiación UV.
El resultado potencial va desde quemaduras superficiales en la córnea (que notaremos por lagrimeo y esa repentina «fobia» al sol) hasta lesiones mucho mas importantes y en ocasiones irreversibles.
¿Y cómo saber si unas gafas son buenas? Desgraciadamente no hay una prueba sencilla que podamos hacer en la tienda, algo así como el truco de golpear el melón a ver cómo suena. Tampoco es conveniente dejarse engañar por esa etiqueta «CE» que deben llevar las gafas. Si alguien falsifica unas Ray-Ban, falsificar una etiqueta con dos letras no es precisamente un misterio.
El único consejo fiable es dejarse guiar por la cabeza y comprar las gafas de sol en una tienda con garantías. Pensar en las gafas de sol simplemente como un complemento de moda es peligroso. Sí, es tentadora la idea de comprar muchas gafas de sol muy baratas pero de última moda, quizá pensando eso de «bueno, total, para el verano que viene ya las habré tirado». Y puede que sí, pero también la salud de tus ojos.
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