Cuando Felisa nació en Vadillos de Cameros, Adolf Hitler era un pintorcillo mediocre que vendía pocos cuadros, a Francisco Franco acababan de hacerle teniente, en Rusia mandaba el zar Nicolás II, en España presidía el Consejo de Ministros el conde de Romanones y en Roma ... se ceñía la tiara el papa Pío X, enemigo confeso del cine, ese «invento del demonio».
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Todos ellos, gente poderosa y empingorotada, llevan ya muchos años criando malvas. Felisa, sin embargo, ahí sigue. Ayer celebró con una bonita tarta su centésimo séptimo cumpleaños, arropada por sus dos hijas, María Luisa y Araceli, y por su cuidadora, Ángela.
La historia de Felisa es la historia de una mujer humilde y amable, de carácter suave, entregada a su familia. Una mujer nacida entre montañas, en Vadillos de Cameros, aldea de San Román, que pasó su vida dedicada al campo y a los animales, que sabe lo que es criar cerdos y cabras, que conoce la dureza de la tierra. Casó con Victoriano Blanco, natural de Avellaneda, un hermoso y arriscado paraje camerano que hoy está cubierto de ruinas y de maleza. Victoriano murió con 81 años en el año 90. Su mujer le ha sobrevivido más de tres décadas. «¡Quién nos lo iba a decir!», suspira María Luisa, la hija de ambos.
Al año de nacer Felisa, el asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando desencadenaba la Primera Guerra Mundial. Gracias a la neutralidad española, a Vadillos apenas llegó un eco amortiguado de aquel sangriento conflicto. No sucedió lo mismo con la «grippe española», como se la llamaba entonces, la epidemia que mató a millones de personas en todo el mundo. A Felisa el embate del coronavirus no le ha pillado de nuevas; su madre murió de aquella «grippe» cuando ella apenas tenía cinco años, así que su vida entera ha quedado delimitada, como puesta entre paréntesis, por dos pandemias terribles: de la «grippe española» a este COVID-19 cuya amenaza aún no hemos conjurado.
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María Luisa se emociona cuando rememora la pasta de la que su madre está hecha: «Siempre ha sido una mujer muy agradable, muy ligada a su familia, de buen carácter». A Logroño se trasladó en los años 70. Vive cerca de la parroquia de los Jesuitas, con los que siempre ha estado muy vinculada. «Es una institución en el barrio», se enorgullece su hija.
Fue Felisa la mayor de cinco hermanos. Dos de ellos emigraron a Argentina y otro más, a Chile. «Tenemos la familia repartida por el mundo», advierte María Luisa. Felisa cumplió el sueño de su vida cuando, con 80 años, cruzó el océano para reunirse con sus hermanos en ultramar. «Volver a abrazar a sus hermanos era su gran ilusión. Y lo consiguió. Luego ellos también han venido».
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Todos sus hermanos han ido muriendo. Felisa aguanta heroicamente, aunque la edad va haciendo mella y ya no puede mantener una conversación. Se acuerda, eso sí, de su nombre. Y de su pueblo: Vadillos. El lugar en el que nació un remoto 29 de julio de 1913.
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