El estanque que aparece y desaparece
Rincones y ronchones ·
Las cañas han vuelto a tapar el depósito de agua de la huerta de las Bolas datado entre los siglos XVII y XVIIISecciones
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Las cañas han vuelto a tapar el depósito de agua de la huerta de las Bolas datado entre los siglos XVII y XVIIISiempre estuvo ahí, oculto, prácticamente desconocido salvo para los paseantes que gustan de los senderos más apartados con la curiosidad de saber qué hay más allá de la maleza. La limpieza de un cañaveral destapaba a finales del 2017 (Diario LA RIOJA se hacía eco a principios del 2018) el estanque, dividido en dos tramos de casi un centenar de metros de longitud, de la antigua huerta de las Bolas (también llamado huerto de los Bolos).
Un espacio reconocido y reconocible por los más viejos del lugar precisamente por los esféricos adornos que jalonaban su puerta de entrada, rescatada por el Ayuntamiento de Logroño durante la urbanización del sector de El Campillo y recolocada en una isleta verde frente al aparcamiento de Las Norias, a una decena de metros de su ubicación original.
Los orígenes de la finca agrícola que se ubica camino del Alcaste se remontan a entre los siglos XVI y XVII, siendo entonces sus dueños la familia de los Espinosa, cuyo escudo episcopal es el que puede verse en la mencionada puerta y en la capilla de Santa Elena de la iglesia de Santiago en memoria de los hasta dos obispos de la saga familiar.
Hoy, la finca, de menores dimensiones que en su día a consecuencia de la sucesiva segregación de parcelas, sigue siendo de propiedad privada y, ubicada en el paseo de El Campillo -antigua carretera de Laguardia-, se presenta como un terreno ascendente, con distintos niveles en terrazas, coronados por el guardaviñas que hasta hace poco dominaba el conjunto... hasta que el desbroce y la limpieza de cañas de hace ahora poco más de un año dejó a la vista una bóveda de cañón y el estanque que se alimenta del agua del manantial que protege.
Y así ha sido durante unos meses, hasta ahora, en que la naturaleza ha vuelto a hacerse con lo que considera suyo y el estanque... ha vuelto a desaparecer. Teniendo en cuenta lo sucedido entonces, habrá que esperar nuevos requerimientos municipales por parte del Ayuntamiento de Logroño para que la propiedad vuelva a limpiar el solar y el depósito aflore de nuevo de entre la vegetación.
La última vez, y tras su aparición en este periódico, no fueron pocos los que aprovecharon para darse una vuelta y reconocer el terreno y, de paso, el 'aljibe'. «La verdad es que desde entonces no ha parado el goteo de gente subiendo la colina... hasta que las cañas lo han vuelto a ocultar, yo diría que a proteger», me espetaba un buen conocedor de la zona hace tan sólo unas semanas, cuando este logroñés de adopción inspeccionaba el lugar por enésima vez en compañía de sus hijos.
«No puede considerarse un hallazgo como tal, pues su existencia ha estado siempre documentada, pero es ahora, como por sorpresa, cuando ha salido a la luz. Y hay a quien le ha llamado la atención y ha preguntado qué tenía delante de sus ojos», escribía en febrero de 2018 tras una primera visita siguiendo la pista vía Facebook en la que se hablaba de «unas piscinas o aljibes, con escaleras de acceso, sillares...». «La pared tiene pilastras y en ese arco de medio punto que tiene unos cinco metros de profundidad, hay una mesa de piedra con una bancada alrededor muy deteriorada», se precisaba.
La explicación a lo que entonces llamó tanto la atención, como tantas otras veces, llegaba por parte de Federico Soldevilla, de Amigos de La Rioja, quien precisaba que era parte de las estructuras de la huerta de las Bolas o cerrado de los Espinosas. «En el interior de la bóveda hay una fuente. Sobre ella estaba una edificación con una pequeña capilla», comentaba.
Confieso que ya en su día me quedé maravillado con un enclave privilegiado, salpicado de piedras talladas desperdigadas aquí y allá que daban fe de las antiguas construcciones, pero sobre todo del estanque -de piedra de sillería y fondo enlosado- y lo cristalina del agua que recogía.
Soldevilla, quien ha investigado la finca, me contaba que el sitio también se llegó a conocer como 'huerta del Obispo', datando sus elementos entre los siglos XVII y XVIII -la puerta que cerraba la finca se acepta como del siglo XVIII-. Una finca de recreo o casa -casas- de campo con una 'piscina' de dimensiones casi olímpicas «para recoger y aprovechar las aguas tanto de las fincas de niveles superiores como del manantial». Una forma de mantener el agua estancada para distintos usos a lo largo del tiempo.
Eduardo Gómez, cronista oficioso de la ciudad, ya hablaba en su día «del vergel que era» la huerta, citada por Jesús Vicente Aguirre en 'Aquí nunca pasó nada' como lugar donde fueron asesinadas hasta 22 personas por el franquismo del 6 al 9 de septiembre de 1936.
«Las termas de Caracalla», hubo quien llegó a bromear... Y no es que Logroño sea la Roma imperial, pero la huerta en cuestión bien merece una visita y un futuro menos incierto que las cristalinas aguas que brotan del manantial y llenan el estanque de piedra de sillería y fondo enlosado que vuelven a ocultar las cañas. La finca, como se encarga de recordar el Ayuntamiento, es privada... pero la historia, digan lo que digan, siempre será patrimonio de todos.
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