Juan Carlos Estavillo, El Kala, posa en la calle Laurel mientras recoge algunas copas. Juan Marín

«Dos chicos se han quitado de la droga gracias al documental»

Juan Carlos Estavillo, el Kala, cuenta cómo le ha ido tras el 'exitazo' del documental que protagonizó hace un año y que obtuvo el premio Fugaz al mejor cortometraje documental

Juan Marín del Río

Logroño

Lunes, 2 de septiembre 2024

Una sombra que se mueve como un ninja por la Laurel. Así definía Diego Pérez, director del documental 'El Kala', a Juan Carlos en una ... entrevista. Y no le faltaba razón; la habilidad con la que ratonea por las laberínticas calles del casco viejo logroñés, un carisma único y una historia que contar son motivos más que suficientes para protagonizar una pieza a la que poco le faltó para aspirar a los ansiados premios Goya.

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Juan Carlos, «Kala para los amigos», se quedó sin levantar el premio de la Academia «porque es muy difícil con todos los rollos que hay por ahí», insinúa. Sin embargo, sí que pudo viajar hasta Madrid para recibir el premio Fugaz, visitar las instalaciones de RTVE y conocer «a un montón de peña de la leche». Y es que el Kala «no salía de Logroño desde hace diez o quince años», por eso la emoción era aún mayor. «Estuvimos en Torrespaña viendo el tiempo con Ana de Roque, de hecho hay un vídeo de ella en directo y yo estoy por detrás, pero no le molesto ni nada», aclara un Kala orgulloso mostrando una foto en el Pirulí.

La gala del premio Fugaz por el que obtuvieron el reconocimiento al mejor cortometraje documental fue, como su propio nombre indica, fugaz. «Aquello fue todo muy rápido porque iban sacando fotos de los nominados, bajamos al escenario y se acabó, había muchísima gente». No obstante, Kala confiesa, le «hizo mucha ilusión ver al público aplaudiendo a tope».

Kala hace como que toca una guitarra eléctica con su camiseta de Iron Miden, su grupo favorito. Juan Marín

A su vuelta de la metrópoli, el Kala «seguía siendo el mismo y haciendo lo mismo», aunque no puedo evitar recibir los vaciles de los logroñeses cuando se cruzaban con él, por si se le podía «haber subido un poco a la cabeza», aunque no es el caso. «¡De aquí a los Oscar! ¡Kala, que eres famoso!», bromas sin demasiado adorno a las que Juan Carlos admite haberse «acostumbrado» tras casi un año viviendo en la 'fama'. Una popularidad, aunque algo menor, con la que ya convivía antes del documental porque su presencia en la calle Laurel y San Juan es historia de la ciudad.

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Y es que este cortometraje de apenas veinte minutos de duración inspiró a dos riojanos con adicciones a las drogas a los que el Kala rescató sin pretenderlo. «Un colega de mi amigo Coco me dijo que un par de chavales que estaban metidos en Remar se habían quitado de las drogas como yo, a raíz de conocer mi historia». Dos personas a las que al Kala le «gustaría conocer para decirles que me alegro mucho por ellos, de verdad», comenta satisfecho.

«Llevaba como diez o quince años sin salir de Logroño, así que el viaje a Madrid fue aún más especial de lo normal»

«Desde que se emitió el cortometraje, la peña se preocupa mucho más por mí y yo por ellos, la verdad es que es mutuo»

El Kala es un tío entrañable y querido en Logroño por su autenticidad y simpatía, sin embargo, hasta la emisión de esta pieza biográfica no mucha gente sabía de unos «dolores de pierna muy jodidos» que muchos días le impiden acudir a la Laurel «a socializar con la gente y a seguir sintiéndome persona». Aunque la rutina sigue siendo la misma, su vida ha cambiado de forma notable; el Kala se siente más querido y aprecia que «la peña se preocupa más por mi salud y yo por la de ellos, es algo mutuo», confiesa dibujando una sonrisa.

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Kala visita la calle Laurel cada noche para ayudar a los establecimientos a recoger la vajilla que dejan los clientes Juan Marín

De entre sus nuevas amistades una chica llamada Sarita le llamó especialmente la atención. A raíz del rodaje, el Kala empezó a tener relación con los amigos de Diego, el director y del equipo de rodaje. «Me gustaba esta chica pero resulta que tenía novio en Valladolid», comenta el Kala sin demasiado pesar. Además, su nombre le resulta muy familiar, quizá sea eso lo que le atrajo de ella. «Yo estuve saliendo con otra Sara hace muchos años; era de los Arcos, pelirroja, espero que le vaya todo muy bien», dice recordando a un amor pasado.

Las 'propinas' de los bares por el servicio prestado han crecido a raíz del documental del Kala, que recibe «algo más de pasta» desde que los hosteleros le vieron en la gran pantalla. «Llevo un montón de bares entre la San Juan y la Laurel y sigo yendo cada noche porque si no me aburro en mi casa. Yo el día lo aprovecho para estar descansando los huesos y de noche ya voy de aquí para allá, sin parar», explica con ademán de dirigirse a la senda.

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De toda esta experiencia, el Kala se queda con «los amigos que he hecho, que son para toda la vida porque son muy buena gente». Agradece a todo el personal del rodaje, a Diego Pérez, director de la pieza, y hace especial hincapié en la labor del productor asociado al proyecto, Luis Calleja. «Es un gran amigo que ha hecho posible que el Diego pueda presentar el corto por varias ciudades y llevar mi historia por ahí para ayudar a más gente, estoy muy agradecido a Luis, de corazón», concluye el Kala minutos antes de desaparecer entre el gentío de la Laurel.

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