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Domingo de Resurrección, la rúbrica a la Semana Santa logroñesa y un canto a la esperanza. La esperanza representada por Jesucristo resucitado tres días después de ser clavado en la cruz. Y la esperanza a la que se han agarrado los vecinos de la capital riojana para que la lluvia no volviera a hacer de las suyas y para que no se repitiera lo vivido en Viernes Santo, cuando la procesión fue, en primer término, retrasada y posteriormente suspendida sin llegar a su fin.
El cielo lucía oscuro y contrastaba de manera significativa con el blanco puro que luce la imagen del Santo Cristo crucificado y con el sudario que viste la cruz desnuda que le acompaña. Una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, encargada por la Compañía de María a la escuela de arte religioso Granda, que ha presidido la Eucaristía celebrada en el interior del cementerio. Esa oración ha servido de anticipo al recorrido del Resucitado por la ciudad, uno de los representativos de toda la Semana Santa.
La puerta del camposanto logroñés no ha tardado en llenarse de vecinos. Tanto a un lado como al otro de ella los presentes han formado un nutrido pasillo a la espera de que el Cristo la cruzara. Y no es ese un momento cualquiera. Es, de hecho, uno de los estelares de la procesión. El paso tiene que superar el dintel de la puerta y los portadores han de hacer un gran esfuerzo para bajarlo casi a ras de suelo para que así pueda cruzar ese umbral. Una vez lo logran, elevan al Cristo al cielo y ahí, tal y como ha ocurrido este domingo, reciben la primera ovación del día.
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Para entonces, del cielo ya se escapaban las primeras gotas de agua. La temida lluvia reaparecía pero no impedía que el recorrido del Cristo, que será renovado por otro próximamente, continuara al ritmo de los tambores de la cofradía Entrada de Jesús en Jerusalén. Ha avanzado, eso sí, protegido por un plástico para evitar su deterioro. En su caminar ha hecho parada en la iglesia de San Antonio de Padua. Tras el replique de las campanas de templo y la segunda ovación del día, ha puesto rumbo hacia el puente de Piedra.
A su paso sobre el Ebro, el Cristo ha acaparado las miradas de aquellos que se habían acercado a admirarle y también de otros que se han encontrado, sin esperarlo, con él. Entre ellos varios peregrinos que, mochila al hombro, han hecho parada en su camino para disfrutar de la tradición y llevarse una foto de recuerdo.
Nada más pasar el puente, los cofrades le han retirado el plástico protector a la talla para encarar después otro de los instantes más emblemáticos de la procesión, la parada en el Hospital de La Rioja. El Resucitado ha llegado en silencio, sin tambores, hasta la entrada. Allí ha hecho un sentido alto en el camino ante la mirada de varios profesionales sanitarios que se han asomado a las ventanas y balcones del lugar. Con el sonido de los tambores de vuelta y tras un nuevo aplauso, el paso ha continuado con su marcha para afrontar el tramo final de la procesión.
El paso, acompañado por miembros del resto de cofradías de la ciudad ha pasado por delante del centro de salud de La Villanueva y ha llegado a Capitán Gaona para poner punto final a su recorrido, y a las procesiones, con su entrada, de espaldas, en La Enseñanza. «Viva Jesús Resucitado», grita un cofrade. «Viva la entrada de Jesús en Jerusalén», añade otra voz. Más aplausos. Objetivo cumplido. La esperanza en la resurrección de Jesucristo ha sido más fuerte que la lluvia.
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