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LAURA GARCÍA
Domingo, 17 de julio 2022, 02:00
Oscuridad, renuncia y rejas echadas. Estos son algunas de las imágenes que caracterizan a uno de los pasajes comerciales más antiguos de Logroño: el de Santa Teresita. Entre la calle Somosierra y Vara de Rey, apenas cuenta con dos locales abiertos a primera hora de la mañana. Los otros pasan completamente desapercibidos.
«Por motivos personales permanecemos cerrados hasta nuevo aviso». El horario de apertura es a las 9.30, sin embargo, no se divisa luz en el interior. No hay explicaciones. Leli Soto, que va a cumplir 13 años en su local 'Peluquería Lelis', corrobora el abandono que sufre el pasaje: «Está muy apagado. No hay mucha circulación de gente». También comenta que esos locales necesitan publicidad para atraer a sus clientes. «La mayor parte de gente entra por Vara de Rey y pocos se desvían al comercio de Santa Teresita», reitera.
Lo contrario ocurre con el de Doctores Castroviejo y Ciriaco Garrido. Nada más abrir, 'El Zapatero' ya contaba con dos clientas haciendo fila en la puerta. «Llevo aquí 34 años. Conocido soy», asegura su dueño. Ubicado en una de las zonas más transitadas de la ciudad, es uno de los pasajes que «más funciona en todo Logroño». El Porto Vecchio o el antiguo Maristas, que «llaman a mucha gente» por ser dos grandes puntos de interés, son algunas de las ventajas que perciben sus comercios. Pese a lo bueno, desde el local se reconoce un problema: la nueva peatonalización y los cambios en el suelo derivados de las obras de las Cien Tiendas. «Vamos a andar un poco jorobados pero, en general, a mí no es que me vaya mal», repite el dueño con seguridad.
Fabricar productos específicos y venderlos a buen precio son, sin duda, dos puntos a favor para que estos comercios tengan visibilidad y ganen reconocimiento. María Santos Yusta San Vicente, que lleva aproximadamente 40 años trabajando en 'El Taller', hace referencia a la «vidilla» que había antes en los pasajes. Desde luego, muy diferente a la actual. Su comercio, entre avenida de la Paz y Duquesa de la Victoria, ha sido uno de los que se han visto afectados: «Antes era un paso continuo de pandillas de críos que iban a los colegios de la Enseñanza o Escolapios. Ahora hay días en que decimos: no pasa nadie».
Que muchos locales no funcionen como les gustaría no es cosa del destino. Tampoco de la casualidad. Existen algunas factores que han llevado a estos comercios a un segundo plano. Los pasajes comerciales precisan de cuidado, de atención y, sobre todo, de un alto grado de visibilidad. Algo que no se consigue si se dificulta el acceso a los mismos o si se usan como escenario de botellones, con su rastro de suciedad y olores. Muchos comercios han tenido que echar el cierre en los últimos años.
Algunos de los aspectos negativos con los que se encuentra 'Castroviejo librero', el local del pasaje 'Los Leones' entre la calle Portales y Hermanos Moroy, son las meadas y el olor a marihuana. Un pasaje que, aunque en pleno centro, se encuentra bastante abandonado. Apenas cuenta con cuatro locales: tres de ellos hacen esquina y un salón de belleza gobierna el corazón del paso. «Más que el botellón me preocupan las meadas y los excrementos humanos. La gente es una guarra», comenta el librero. También señala la limpieza: «Es relativo. El pasaje es una propiedad privada. Entonces el Ayuntamiento realmente no entra o lo hace menos de lo que debiera. La limpieza privada, evidentemente, no es como la pública ya que no pasan todos los días». Asimismo, alude que muchas veces le dan ganas de poner música de Bob Marley porque huele a «hierba abundante».
En cambio, desde 'El Taller', la hija de Mari Santos denuncia la falta de accesibilidad al local. Son inexistentes los lugares en los que se puede parar el coche para una «emergencia». Esto ha conllevado sanciones y que la gente se dé por vencida, desistiendo así de ir a hacer «esos recados». «El otro día multaron a uno con 200 euros. Le salieron caras las puntillas del traje regional», afirma indignada. Pese a que desde el local se trate de optimizar los precios en la medida de lo posible, «el comercio tradicional se ha resentido» y cuenta con una clientela cada vez más envejecida. Usuarios propensos a facilitarles las cosas y los más afectados por el «tráfico restringido».
En ocasiones, los pasajes privados cierran por la noche, «sobre las 21 horas» en el caso del de Santa Teresita, con lo que no dan pie a problemas externos. Sus comercios pueden contar también con un beneficio: el alquiler de un local con estas características es más barato. Como reconocen en 'La Trapería de Klaus', local que se encuentra enfrente del pasaje de Santa Teresita, eso puede ayudar a la rentabilidad del negocio. Y además pesa un intangible: la ilusión de volver a comprar en un comercio de toda la vida. Esa tienda que, por mucho que pase el tiempo, no ha cambiado y que ofrece satisfacciones que no se encuentran en otros lugares. Sin embargo, poco a poco estos comercios van desapareciendo. «Están peligrando», avisa Mari Santos.
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