Logroño

Cierra El Dorado, un bar de referencia

Santiago Martínez bebía una jarra de cerveza este domingo en la barra de El Dorado y exponía abiertamente que el cierre del bar le parecía mal. «Llevo mucho tiempo viniendo y me da mucha pena. Es el bar que más me gusta por la música, el ambiente y por Alberto, que es una gran persona», expuso Santiago. A su lado, Esther Martínez contabilizaba veinte años acudiendo a El Dorado. «Me gusta el ambiente, es un bar con encanto, con un ambiente maravilloso, sin postureo, con profesionales en la barra y música estupenda. Es una pena que cierre, pero me parece estupendo si es la decisión de Alberto, la hostelería quema mucho. Lo siento porque es de los pocos bares con encanto que hay, pero deseo que le vaya lo mejor posible», declaró Esther.

Después llegó Belén Pacheco, quien fue primero clienta y después camarera en algunos Sanmateos. «El Dorado es mi sitio de referencia en Logroño. Para mí es como perder la casa, tengo una relación de amistad, casi de familia. Me da mucha pena que cierre, pero la clientela nos hemos hecho mayores y ya no salimos tanto», reconocía Belén, una de las artífices de la campaña de micromecenazgo que se impulsó tras la pandemia, estoque final. «La gente ayudó mucho, pero no fue suficiente», recordó Belén. La cervecería El Dorado de Logroño cerró este domingo de forma definitiva tras intentar un traspaso que no se ha producido. Así, después de 32 años, baja la persiana buena parte de la historia hostelera de la capital riojana, un auténtico refugio ya no solo de los amantes de la cerveza, también del rock y del buen ambiente.

Los que fueron responsables del también desaparecido Blue Moon, Pedro y Alberto, decidieron montar algo juntos. En aquella época la calle Portales ni siquiera era peatonal, pero apostaron por la zona. «Entonces este era el tránsito entre la plaza del Mercado y La Laurel, que cerraba mucho antes que ahora, hacia La Zona. Y, sobre todo por la noche, esto era una bomba», recuerda Alberto Martín Ramos. Abrieron en lo que había sido una tienda de antigüedades y se ha mantenido tres décadas fiel a su filosofía, para bien y para mal.

«Estoy muy orgulloso. Al principio sabíamos lo que queríamos, pero éramos unos críos. Entonces era todo más loco. Yo tenía claro que, viniera más o menos gente, viniesen a El Dorado. Esto es un negocio, pero no a cualquier precio. No quería asumir una cultura o una música que no era la nuestra, que la gente, entrase más o menos veces, lo hiciera a su El Dorado, no a un sitio al que te asomes y no reconozcas», asegura Alberto.

Solo contemplar la estantería de la barra llena de discos supone casi un museo. Antes pinchaban hasta vinilos. «De la misma forma que la cerveza la hemos intentado cuidar, la música igual, con mucho rocanrol», explica Alberto. Y eso se ha sabido. Por El Dorado han pasado, como clientes, Loquillo y Johnny Cifuentes, entre otras personalidades de la música. El bar también ha acogido conciertos de Silencio Absoluto, Silenciados, La Vil Canalla, Rodrigo Mercado... Pero los tiempos han cambiado y una cervecería como El Dorado ya no es rentable económicamente.

«Ya no es un negocio como tal. Ojalá tuviera los posibles, porque aquí estoy muy a gusto, pero tengo que seguir mi camino. Tengo dos hijos y les digo que no hay que quedarse en una rotonda dando vueltas sino continuar, aunque te equivoques. Me va a costar, pero suben los gastos y los que venían cuatro veces a la semana ahora vienen dos», admite Alberto. Durante las últimas semanas El Dorado ha vendido prácticamente toda la decoración, también pone a la venta la colección de 3.000 discos, pero, eso sí, su hijo se ha quedado la foto de John Wayne que se descolgó de la fachada en la clausura.

• Temas
• Logroño
• cerveza