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Nuestras páginas han venido recogiendo durante años las disfunciones que lucían las calles de la ciudad en lo que a sus nombres se refiere. ¿Juan Miró o Joan Miró?, rememoraba ayer el concejal de UP, José Manuel Zúñiga. Esta pregunta ha sido un clásico en ... nuestras fotos de quejas, cuando mostraban una placa y la otra. Adiós al debate. Joan Miró y ya está. Y también se ha zanjado la discusión respecto a Fuente de Murrieta o Plaza Diversidad. Es Plaza Diversidad y punto. Pese a que a los vecinos de la zona que ayer intervenían en el pleno les decían los grupos de gobierno que no venía al caso, sí venía. Lo han cambiado y, para cuando se enteraron, ya estaba. Han recogido cientos y cientos de firmas y aún piensan seguir haciéndolo, pero el trámite está zanjado. Así, seguirá siendo –porque como plaza de Alférez Provisional tampoco era muy famosa– otra calle Mayor, una que se busca y se busca en el callejero y no aparece porque, de verdad, en los papeles se llama de otra manera.
Que no se escucha, que no se dialoga... son las quejas habituales de la oposición en el pleno de la Corporación. Tanto que la concejal de Cs, Marisa Bermejo, se llegó a preguntar que, sin debate posible, para qué hay plenos, aunque nadie dijo que las sesiones plenarias deban ser para discutir, sino para aprobar las cuestiones que señala la ley. Tan enfadados están en Cs que el miércoles anunciaban que no van a presentar mociones –ayer solo hubo del PP– por la actitud del Gobierno local de «vacío constante».
Desde el PP se daban clases: ¿Qué es democracia? Y decían que las formas importan, que se incorporan otras opiniones, que no basta con el voto cada cuatro años porque esto es un ejercicio constante... Y si hace unos días hablaban del despotismo ilustrado y del alcalde como Carlos III, ayer se remitieron a la Torre de Marfil en la que los miembros del Gobierno local estarían instalados. Todo desde el cariño y el respeto, como inician su intervención distintos concejales de variados grupos cuando van a dar candela. El PR+ empleó este giro –solo el cariño esta vez– antes de poner verdes a los populares (más a Conrado Escobar) por atreverse a pedir el IVA al Gobierno de España.
El primer edil, por su parte, desmintió –con esa misma palabra– que no le guste la gente. Le gusta a él y a todos sus compañeros. Y también que esté en una Torre de Marfil. Nada menos propicio para ello que el salón de plenos que diseñó Moneo y puso a ediles y vecinos al mismo nivel, dijo. Solo que hay muchas formas de hacer política, argumentó. Hay quien piensa que no se le escucha cuando finalmente lo que ha propuesto no sale adelante. «Escuchamos atentamente y luego tomamos decisiones que no le gustarán a todo el mundo», zanjó.
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