Epidemia de traspasos en bares de toda la vida

Asterisco, Picasso, Nápoli, 5 Pesos, Las Cubanas, Orinoco, Dante, Teide, Casa Paco, Káiser, Mallorca, Volapié... son bares emblemáticos de Logroño que se traspasan. No parecen buenos tiempos para la hostelería. Sin embargo, otros, como el Café de La Luna, El Viajero y el Oslo de Portales, han cambiado de dueños y han recobrado vida. También la discoteca Norma, rebautizada como The Hangar. Incluso, en San Juan, abrirá un nuevo bar: el Más San Juan.

En la mayoría de los traspasos las restricciones por la pandemia no han sido el principal motivo para tirar la toalla pero sí la gota que ha colmado el vaso. La jubilación, el cansancio, la falta de relevo generacional, el hartazgo o la inviabilidad del negocio han consumido las fuerzas de los hosteleros. El presidente de la Asociación Hostelería Riojana, Francisco Martínez-Bergés, advierte de que «estamos en el peor mes del año y venimos de una Navidad con restricciones, la economía no está resurgiendo como parecía y el trabajo no sobra, por lo que la situación es complicada».

Francisco Martínez-Bergés informa de que los traspasos millonarios de años atrás han desaparecido: «Han caído en picado, ahora mismo los traspasos no son por el fondo de comercio, eso ya no existe, sino por la valoración de lo que hay en el local y de la maquinaria». «Siempre es un mercado que se ha movido pero nunca como ahora; se ha llegado a un punto en que no se ha aguantado por no facturar. Hemos tenido ayudas, pero hemos seguido pagando sin facturar», lamenta.

Sergio Palacios, presidente de la Asociación de la Zona de la Calle San Juan, valora que «ha habido que adecuarse a las nuevas exigencias, los hábitos de las personas, hay más respeto al interior y la gente quiere estar en la calle, así que, si llueve, es la debacle para nosotros».

«Hay locales mucho más afectados que otros, por ejemplo, las partes más anchas de la calle benefician más a los bares. Aunque haga frío, la gente busca el exterior. Antes lo normal en San Juan era entrar a un bar con acumulación de gente y eso ahora es impensable», explica Sergio Palacios, concluyendo que los traspasos han sido obligados al no poder adaptarse: «Ha sido muy difícil sobrevivir, pero el que lo ha conseguido ha salido reforzado al expandir el negocio, por ejemplo, dando un mejor servicio en el exterior u ofreciendo comida para llevar».

Fernando Elías, de la Asociación de Hosteleros de la Zona de La Laurel, confiesa que «hemos pasado por muchísimas dificultades, la pandemia ha traído una ruina importante a nuestros negocios y sin ayuda es imposible mantenerlos, contando que en dos años hemos estado año y medio cerrados o con restricciones y muchos se han endeudado pagando alquileres». «Los ERTEs no fueron suficiente, y esto no ha terminado», estima Fernando Elías, y añade: «La remontada ha sido imposible».

En 2018 Óscar Solorzano y David Arza trasladaron el bar Asterisco del pequeño local de avenida de Portugal a uno más grande de la calle Portales. «Justo acabábamos de hacer la inversión, no llevábamos ni un año aquí cuando estalló el COVID», recuerda Óscar, quien lamenta que «si no llega a haber pandemia ahora estaríamos bien porque estábamos creciendo».

Sin embargo, las restricciones han impedido que su negocio sea próspero. «Las ayudas no han cubierto ni el 25% de los gastos reales que hemos tenido durante los meses de cierre, incluyendo los ERTEs. Continuar era pegarnos un tiro en el pie», afirma Óscar. Pese a todo, el responsable del Asterisco considera que «no se nos ha llevado a ningún familiar, y si todo lo que se ha llevado es dinero, lo estaremos pagando los próximos años, con trabajo se puede pagar».

Eso sí, tanto David como Óscar necesitan un respiro: «Llevamos toda la vida en la hostelería y ahora necesitamos parar. No sabemos si serán seis meses, un año o tres, pero queremos tomar aire y verlo todo con perspectiva para recuperar la ilusión por la hostelería que hemos perdido».

Óscar y Montse iniciaron su recorrido en la cervecería Dante O'Neal en 2004 «con mucha ilusión y alegría, trabajando mucho y al pie del cañón a todas horas». Pero llegó un momento, antes de la pandemia, en que ya pensaron en traspasar el negocio. «Nos hacemos mayores, tenemos hijos y necesitamos tiempo para nuestras familias», confiesa Óscar, destacando que la hostelería, para él, «es un trabajo bastante agradecido, a mí me gusta mucho». El cierre sufrido por las restricciones, reconoce, ha tenido su lado bueno: «El tiempo que me ha hecho pasar con mis hijas. Eso me ha hecho reflexionar porque ha sido muy bonito». Y, no obstante, asegura Óscar, «el 2021 ha sido muy bueno, mejor que el 2019». Por otra parte, admite que en este negocio «se necesita juventud para trabajar y eso empieza a faltar». Y, pensando a futuro, advierte abiertamente de que «siendo autónomo la pensión que me quedaría iba a ser una basura, así que quiero trabajar por cuenta ajena estos últimos quince años antes de jubilarme para que me quede algo decente».

Cristóbal Roldán adquirió el bar Picasso en traspaso en 2011, como «un plus, porque yo tengo otro trabajo», y ahora lo vuelve a vender por «cansancio, ya que no desconectas nunca, te marchas y sigues dándole vueltas». En su caso, el motivo no ha sido solo la pandemia, pero sí la puntilla: «El colmo han sido los dos años de COVID porque lo que antes era un grano de arena ahora es una montaña, y no ayudan nada las circunstancias porque la primera medida de los políticos siempre ha sido cerrar la hostelería».

Pero el responsable del Picasso extrae algo positivo:«La pandemia me ha ayudado a darme cuenta de que tengo una familia; la he disfrutado, cuando antes pasaba mucho tiempo en el bar, y ahora despegarte de nuevo es duro». Cristóbal asegura no haber vivido nunca las 'vacas gordas' de la hostelería: «Empezábamos a funcionar siempre en marzo con los peregrinos y, aunque el local tiene muchas posibilidades, otro problema ahora es la dificultad que tenemos de encontrar profesionales».

Calcula Martín Peso que habrá comido unos 60.000 tigres, la especialidad del bar 5 Pesos, en su vida. Uno por remesa para probarlos durante más de 50 años de trayectoria. Iniciado en el negocio familiar, la pensión El Rápido, a sus 69 años Martín desea jubilarse. «Me gusta la hostelería pero, como dice mi esposa, hay un momento en el que hay que parar», declara Martín, que ya piensa en viajar y disfrutar de vacaciones. A pesar de la pandemia, «con los tigres trabajamos muy bien, en Navidad los clientes se llevarían 2.000 en pedidos para Nochebuena y Nochevieja». «El público de Logroño se porta muy bien, los vermús de sábado y domingo son muy buenos», añade Martín, agradecido por la fidelidad de la clientela a pesar de las restricciones y echando de menos «la barra; en el norte somos, sobre todo, de barra».

El restaurante Las Cubanas fue fundado en 1926 como La Flor de la Rioja por una familia que regresó de Cuba tras la guerra, pero, como la clientela se refería al establecimiento por el origen de sus dueños, cambiaron el nombre. En 1957 cogieron el negocio Lino Orio y Emilia Martínez y ha pasado de generación en generación, hasta que los hermanos Pury, Teresa y Nicolás Viguera lo traspasaron en 2004 y los últimos responsables lo dejaron hace dos años.

«No tenemos hijos y estábamos acostumbrados a hacerlo todo nosotros, aunque siempre hemos tenido gente ayudando», confiesa Pury, quien reconoce que «con la pandemia no nos corre prisa, pero, como ahora parece que las cosas están cambiando, no nos importaría volver a traspasarlo». A la familia le haría ilusión que reabriera, más cuando la zona se ha revalorizado con la apertura del hotel Áurea Palacio de Correos. «Antes estábamos tres bares en la calle San Agustín y éramos como una familia. Ahora hay veintitantos y nos sigue saludando el panadero», destaca Teresa.

Hace 35 años abrió el bar Nápoli en el centro del Paseo de las Cien Tiendas. Especializada en tortilla de patata, sus dueños originales lo traspasaron para crear el Porto Novo y hace diez años tomaron las riendas Sandra y David: «Nunca nos hemos podido quejar, la zona es muy buena (peatonal, cómoda...), con amplia terraza, siempre hemos tenido gente». Pero la irrupción de la pandemia les ha echo tirar la toalla. «La hostelería es un sector abandonado en cuanto a ayudas. A nosotros las restricciones nos han destrozado el negocio y nos han comido los gastos», afirma Sandra. Por esa razón hace un año cerraron y ahora traspasan el bar. «Es pequeñito y se trabaja muy bien, es una zona muy de paso por el comercio y los colegios», destaca Sandra.

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