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Logroño y la Casa de las Ciencias se preparan para celebrar oficialmente sus bodas de plata, su primer cuarto de siglo de 'matrimonio', aunque su relación en la orilla izquierda del Ebro a su paso por la ciudad, entre los puentes de Hierro y de Piedra, dura mucho más. Muchísimo. 25 años la contemplan como tal, aunque su origen se remonta a más de un siglo antes. Y no, no precisamente al 1910 que figura en el propio edificio, fecha de su inauguración como matadero.
La 'casa' que hoy puede verse, de hecho, no deja de ser fruto de la transformación que sufrió a finales de los 90, una rehabilitación integral mediante la cual el edificio original de Luis Barrón cambió su otrora uso industrial por el actual uso cultural, prescindiendo de las construcciones aledañas que se habían ido adicionando a lo largo del tiempo. No fue fácil, pero tampoco lo fue su edificación entre finales del XIX y principios del XX pues el plan para el antiguo matadero de Logroño, al menos sobre el papel, data de 1886.
De «la compleja historia» del mismo dan cuenta diferentes autores, si bien todo está recogido en la publicación que firma Dolores Fernández, directora de la Casa de las Ciencias desde 2001, editada por el IER con motivo del 'primer centenario del matadero de Logroño proyectado por Luis Barrón' en 2010 (narrando tanto los avatares de su ejecución inicial como de su recuperación posterior tras casi nueve décadas).
'De matadero a Casa de las Ciencias' detalla cómo en la capital de La Rioja las deficiencias de los dos mataderos existentes en la ciudad a final del siglo XIX, llevaron al Ayuntamiento a decidir la construcción de un nuevo edificio que reuniera el sacrificio y el control veterinario de todas las reses destinadas al abasto público. Y es que el suministro de carne a la población contando con las adecuadas condiciones higiénico-sanitarias venía siendo una de las preocupaciones constantes de las autoridades locales.
24 años pasaron desde que la corporación municipal de entonces adoptó la decisión hasta que finalmente entró en servicio, el 1 de junio de 1911 –dos años después de la muerte del propio Barrón–. «Es en 1900 cuando se determina la ocupación de un terreno, propiedad del Ayuntamiento, en la margen izquierda del río. Se trataba de un solar alejado de la ciudad, pero no excesivamente, y con una buena conexión para poder realizar el traslado de la mercancía. Su orientación norte-sur permite una buena ventilación y su cercanía al río evacuar las aguas del alcantarillado del edificio», recuerda José Miguel León en un 'cuaderno' sobre la obra del exarquitecto municipal autor de numerosa obra pública y privada en Logroño.
«El edificio fue matadero municipal durante 70 años, hasta que en 1981 el servicio se trasladó a unas nuevas instalaciones adquiridas por el Consistorio capitalino en la carretera de El Cortijo. A partir de esta fecha, acogió una serie de usos sociales y culturales, algunos de los cuales se prolongaron hasta bien entrada la década de los años noventa: centro social, club de la tercera edad o aula para clases prácticas de las escuelas-taller, además de servir como escenario, en ocasiones esporádicas, de manifestaciones artísticas», precisa la citada publicación del IER, que también se ocupa del concurso de ideas convocado en 1996 para hacer del viejo edificio un moderno centro cultural, la Casa de las Ciencias tal y como se conoce hoy en día –y cuyo proyecto ganador fue el firmado por Antonio Sierra, Javier Bonet y Lole Cervantes–.
Inaugurada el 22 de abril de 1999 (tras año y medio de obras y 271 millones de pesetas), ahora celebra sus primeros 25 años. Desde entonces, la misma ha mantenido su actividad dedicada a la divulgación de la ciencia y la tecnología.
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José Antonio Guerrero | Madrid y Leticia Aróstegui (diseño)
Sergio Martínez | Logroño
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