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Cuando me enteré de que una excavadora estaba convirtiendo la guardería Arlequín en escombros, mi corazón se encogió. Siempre es triste que un edificio de tu ciudad desaparezca, pero si se trata de la guardería de tus dos hijos, es inevitable que miles de ... imágenes acudan a tu mente y te invada la nostalgia.
Mientras escribo estas líneas, recuerdo con mucho cariño al elefante Simba, el personaje de los libros, con el que se iniciaron en la lectura y las canciones infantiles que coreaban. Aún conservo la batita grabada con su nombre, las fichas y los libros. ¡Qué felices salían con sus manualidades, sus 'obras de arte' y su corona cuando eran 'Protagonista de la semana'!.
Las maravillosas profesoras: Ascen, Cintia, Teresa, Sonia, Mª Jesús, Pilar, Beatriz... todas ellas ejercieron su profesión con gran ternura y profesionalidad y forjaron en gran medida la personalidad de nuestros hijos. Gracias a su trabajo y buen hacer aprendieron a comer (del 'bibe' al bocadillo, ahí es nada), a jugar, a compartir, a respetar y a convivir en sociedad.
Y el lugar, hoy prácticamente convertido en un solar, fue un espacio privilegiado, con luminosas aulas y amplias zonas comunes pero, sobre todo, con ese maravilloso jardín en el que nuestros hijos jugaban cada día.
Durante cuarenta años, miles de niños crecieron en Arlequín. Su recuerdo permanecerá durante muchísimos años más.
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