África Azcona
Jueves, 4 de mayo 2017, 21:56
Terrible y espeluznante. Así describe María José Iñarrea el momento en el que un 'pit bull' mataba la semana pasada de un mordisco a su perro, un cachorro de pomerania, de apenas 20 centímetros, que acababa de dejar en el suelo «para ... que se expansionara», tras llevarlo en su regazo durante el paseo diario cerca de su casa.
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De acuerdo a su relato y, según consta en la denuncia que presentó al día siguiente en el juzgado de guardia, los hechos ocurrieron el pasado martes 25, poco antes de las ocho de la tarde, en el Parque del Ebro, a escasos metros del embarcadero, por donde a esa hora un matrimonio también paseaba al perro de su hija. En un momento dado, ambos canes se aproximaron y el más grande «atacó» por sorpresa al pequeño «hasta causarle la muerte casi instantánea», sin que nadie pudiera hacer nada ni los propios responsables del 'pit bull', que le daban golpes para que lo soltara.
«Lo alcanzó de un bocado entre sus fauces y lo empezó a zarandear hasta que lo soltó». Cuando fue a cogerlo rápidamente, María José, enfermera de profesión, lo encontró ya con la lengua sonrosada, luego empalideció y murió. Confió en reanimarlo, pero no hubo ocasión. «Le hincó el incisivo en el corazón para derribarlo», recordaba todavía muy afectada por el desagradable episodio, del que sigue sin recuperarse. «Casi no duermo. No se me puede ir la imagen de la cabeza».
«Llevaba bozal» o «una cincha de tela»
Tras denunciar los hechos a la Policía Local, que se personó en el lugar y levantó atestados a ambas partes, se ha abierto una investigación en la que se determinará la responsabilidad de los propietarios del perro atacante y su posible confiscación, aunque estos, en su defensa, argumentaron ante los agentes que llevaba bozal. Un bozal que, según el testimonio de María José, no era tal, «sino una cincha de tela, a modo de tira, que le rodeaba el hocico, lo que no le impidió soltarse de ella y también de la correa. Se quedó libre y fue a por mi perro. Ocurrió muy rápido, pero a la vez fue interminable. Sólo pude gritar».
Tras lo ocurrido y todavía sin reaccionar, permaneció con su mascota muerta, de cuatro meses, en sus brazos. Junto a ella, algún deportista que a esa hora hacia footing y los propietarios del otro can, «que mostraron una actitud de colaboración y nos pidieron perdón». Sin embargo, María José, de 61 años, considera que debe de haber responsabilidades, sobre todo para que no vuelva a ocurrir. «Al lado hay dos parques infantiles...».
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La pequeña mascota fue un regalo que le hizo su hijo hace escasamente un mes como terapia para tratar de ayudarla en un momento anímico bajo tras pasar por un proceso postoperatorio complicado. Fue adquirido en un criadero de perros pequeños de Ollauri. «Costó 1.300 euros, pero esto es lo de menos. Lo único que queremos es que no vuelva a su suceder. Y que se tome conciencia sobre estos animales...».
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