Recorrer el Logroño del siglo XXI, dando visibilidad a los edificios del siglo XIX, es un ejercicio muy interesante para comprender cómo se organizó la ciudad moderna, quién fue uno de sus principales artífices y cómo esos edificios que llevamos en la memoria forman parte de nuestro itinerario diario y sentimental. Conocer el patrimonio arquitectónico de nuestra ciudad es una labor fundamental, ya que sus escenarios han albergado fragmentos recientes de nuestra historia.
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El arquitecto Luis Barrón Sáenz (Logroño 1849-1909) estuvo muy vinculado a su ciudad desde que regresó de Madrid en 1875 con el título académico, dispuesto a ejercer su profesión. Fue profesor en el Instituto de Segunda Enseñanza, director de la antigua Escuela de Dibujo, arquitecto de la Diócesis de Calahorra y La Calzada y, desde 1881 hasta su fallecimiento en 1909, arquitecto municipal de Logroño. La práctica de su oficio, tanto desde el ámbito público como privado, le llevó a conformar parte del Logroño actual. Su arquitectura se puede leer como un discurso historicista, fruto de su formación en la Escuela de Arquitectura de Madrid.
Barrón también fue el encargado de redactar el Plan General de Alineaciones de 1893. Se trataba de organizar el espacio que estaba comprendido entre las antiguas murallas, derribadas en 1861. Entre otras propuestas, imaginó un paseo de invierno abierto al Espolón, que a principios del siglo XX otro arquitecto se encargó de configurar en el actual Muro de la Mata. Junto a esta faceta de urbanista, Barrón proyectó varios de los edificios que son espacios culturales y de ocio en este Logroño del siglo XXI como la Fábrica de Tabacos, cuya chimenea, como minarete industrial, nos proporciona el recuerdo de lo que significó en el Logroño industrial decimonónico. El edificio donde tiene su sede el Ateneo, el Instituto Sagasta, el inmueble rehabilitado como Centro Cultural de Ibercaja, la Central de la Electro-Recajo (hoy Casino), el Matadero y el Laboratorio, convertidos en Casa de las Ciencias y La Gota de Leche. Pero además levantó inmuebles de viviendas en las principales calles logroñesas, el quiosco del Espolón, portadas de comercios... De modo que un itinerario por la obra de Luis Barrón sirve hoy como relato de nuestra propia historia ciudadana.
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