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Diego Marín A.
Viernes, 9 de diciembre 2016, 19:59
Librería Quevedo, Ferretería La Inglesa, La Violeta, La Villa de Madrid, Bazar Canarias, Viceversa, Tu Ropa, Mercería El 9, Electrodomésticos Siglo 21. son los nombres de algunas tiendas clásicas de Logroño, la mayoría del casco antiguo, que han cerrado en los últimos años. Poco a poco los antiguos comercios van dando paso a los negocios de hostelería y dejando a compañeros como la sombrerería Dulín, la golmajería La Golosina, la tienda de cortinas La Roja o los bares El Gurugú y Moderno como excepciones, unos oasis del pasado en medio de un Logroño ya irreconocible para los más mayores.
Opinión
En la mayoría de los casos, más que la crisis, que también ha contribuido notablemente, ha sido la jubilación y la falta de relevo generación el motivo de los cierres. «Con la expansión de la ciudad y la evolución del consumo, los comercios históricos se han mitigado. El comercio es un indicador de la evolución de la ciudad», opina Florencio Nicolás, director de la Cámara de Comercio e Industria de La Rioja. Para el secretario de FER Comercio, David Ruiz, «vivimos en otra sociedad, acostumbrada a otro ritmo y es difícil adaptarse, y este es un sector en franca desventaja, mientras otros, como las ópticas o el culto al cuerpo, van para arriba». Nicolás y Ruiz coinciden en señalar a dos comercios como ejemplos de adaptación y evolución: Santos Ochoa y Gónlez (Juguettos), negocios centenarios, o casi, que se han extendido incluso a los centros comerciales.
Fotos Jalón, por ejemplo, no ha podido adaptarse. La tienda regentada por Carlos Esteban en la calle Portales ha cerrado hace apenas un mes, como antes hizo su hermano con Foto Payá. Su padre, Jesús Esteban, vino de Zaragoza y fundó el estudio en 1934, primero en Bretón de los Herreros y Muro de la Mata. Jesús falleció en 1974 y los hermanos Rosa y Carlos quedaron al frente del negocio. «Hemos tenido unos años muy buenos, con siete empleados. Funcionábamos muy bien, éramos una referencia», recuerda Carlos, y señala al auge del mundo digital como principal culpable del declive de su empresa, hasta abocarle al cierre. El hecho de haber sido un negocio familiar incrementa la pena.
«Esto es como antes los herreros o guarnicioneros, hay profesiones que desaparecen por ley de vida o del mercado. Antes nosotros teníamos cierta importancia, ahora haces 300 fotos en digital y alguna saldrá bien...», reflexiona. Para este fotógrafo, «nos han tenido muy abandonados y nos han maltratado a los comerciantes del casco antiguo, por que sí, peatonalizaron la calle, pero han abierto tres centros comerciales alrededor de Logroño; antes esto era un hervidero de gente, pero ahora no se puede aparcar, y meter el coche en el parking es una ruina... está quedando todo para los 'kebabs' y los chinos, y tampoco ha habido nuevas generaciones que continúen con los negocios artesanales».
José María Ruiz y Pepita Galilea fundaron la Carnicería Goita, en la calle San Juan, en 1958, y en 1986 recogió el testigo su hija Goita, quien ha trabajado en ella junto a su hermana Mari Carmen hasta su reciente jubilación. «Me ha dado muchísima pena porque ha sido toda una vida aquí y esta calle es entrañable. La clientela es maravillosa. ¡Me hicieron un homenaje sorpresa el pasado martes que me emocionó muchísimo!», confiesa Goita. Especializada en carne de buey, no sólo ha dispensado a los vecinos, también a los bares y restaurantes de la zona. «Aquí he estado muy a gusto. La clientela, de verdad, ha sido espectacular», insiste. El cierre se ha producido por jubilación y porque «nadie de la familia ha seguido, tengo un hijo pero vive fuera, así que así acaba la época». Para Goita, la desaparición de los comercios históricos de Logroño «da mucha pena, el centro pierde todo su encanto, lo bonito de esta calle era cuando había comercio y bares, pero hoy en día sólo quedan bares». De día la calle queda muerta, mientras que los comercios dan vida al horario diurno de la vía, piensa Goita Ruiz recordando cuando la calle San Juan contaba con tienda de ultramarinos, zapatería, 'superlimpieza'... «Hemos tenido de todo», valora la carnicera.
Remedios Lumbreras abrió la juguetería Magal hace más de 40 años en la calle Jorge Vigón, cuando se casó. «Al principio fue duro, como no te conocían, te tenías que dar a conocer, pero con buen servicio y buenos precios hemos ido avanzado», reconoce. La jubilación, a los 65 años, le empuja al cierre de una tienda entrañable. «Tengo hijos pero no quieren seguir con esto porque tienen y prefieren sus trabajos. Hasta aquí hemos llegado», zanja Remedios. Primero optó por el traspaso, pero, como necesita inversión en género y hay mucha competencia, lo ha descartado. No obstante, permanecerá abierta durante el mes de diciembre para liquidar el género que le queda con un 30% de descuento. «Me da mucha pena, pero ya me voy mentalizando», admite, y señala a las grandes superficies como los grandes culpables del cierre del comercio logroñés: «Si cerrasen, el comercio volvería a florecer».
La historia es muy parecida en Pajarería Logroñesa, la tienda de animales más antigua de Logroño y que ahora sus dueños (Pilar Movellán y Santiago Gómez) desean traspasar «por un precio irrisorio» por jubilación. El negocio lo fundó José M.ª Martínez Ciordia, aunque Pilar se hizo cargo del mismo hace 31 años. «La tienda funciona, aunque no como antes. Hay que reforzarse, complementarla con una peluquería o consultorio veterinario y nosotros no tenemos esa intención», declara Santiago, «Logroño ha crecido mucho, ya no se puede aparcar, y hay que darse a conocer porque hay mucha competencia».
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