Inés Martínez
Martes, 8 de marzo 2016, 10:10
Inca, Borja, Volga, Regaliz, Atenea, Chili, Piper,... miran con recelo tras la esquina del refugio de la Protectora de Animales de La Rioja. Sienten mucha curiosidad por los nuevos visitantes, sobre todo por esa gran cámara que les graba y hace fotos, ... pero el miedo les impide acercarse. Para ellos es imposible olvidar los meses e incluso años de miseria y sufrimiento que vivieron en el monte El Corvo hasta que fueron rescatados en agosto del 2015. Tienen que volver a confiar en la raza humana y, poco a poco, lo van consiguiendo.
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Durante estos siete meses, voluntarios y trabajadores del refugio han cuidado sin descanso de los 18 perros encontrados viviendo junto a un vagabundo en el monte logroñés para conseguir sacarlos adelante. La sarna que les afectaba (entre otras muchas cosas) hacía necesarios baños y cuidados diarios y mucha dedicación. Pero eso era solo lo que se veía por fuera. Por dentro, los canes tienen grabado el sufrimiento vivido y eso les hace desconfiados, pero una vez superado se vuelven cariñosos y cercanos y la recompensa para el cuidador es mayúscula.
De aquellos 18 perros (encontrados en dos tandas), 7 han sido adoptados, 5 están en el refugio, 5 en casas de acogida y 1 en la guardería, así que todavía hay 11 animales, ya totalmente recuperados, buscando un hogar en el que poder dar el cariño que han aprendido a compartir. Chili y Piper son dos de los que han sido adoptados y María, su nueva familia, asegura que están muy contentos «hace ya casi un mes. Esto te aporta una alegría inmensa». «Es muy gratificante ver que poco a poco confían en ti, que avanzan y te van dando cariño», añade Yolanda, que también es casa de acogida pero que se ha encariñado tanto de Borja que está casi decidida a adoptarlo. Mientras encuentran hogar, algunos de ellos están siendo cuidados en casas de voluntarios como Nuria: «Te llena mucho cuidar de ellos hasta que encuentran una familia. Son finales felices para comienzos felices».
La impactante recuperación de Volga
Volga casi no deja que la acaricien extraños. Sus ojos, azul intenso, muestran mucho miedo, pero también necesidad de cariño. Hace siete meses fue portada de larioja.com por su aspecto desvalido, sin pelo, con heridas y cara triste. Apenas parecía un perro. Ahora su naturaleza albina ha dejado salir un pelaje blanco no demasiado abundante todavía, pero que le da un aspecto suave, agradable y entrañable. Busca un hogar. Pero mientras, vive con Nuria, una de las voluntarias del refugio que asegura que la perrita está lista para encontrar una familia. «Ser casa de acogida significa mucho. Sabes que luego va a ser doloroso cuando salgan en adopción, pero merece la pena», asegura Nuria, que recuerda junto a Yolanda, otra voluntaria; María, una adoptante y Carmen Faulín, presidenta de la Protectora de Animales, que lo importante es colaborar con el refugio para que puedan seguir llevando a cabo labores como esta de rescate y cuidado de animales abandonados. «Lo peor es que no es un caso aislado, nos encontramos situaciones como esta casi a diario. De hecho, el vagabundo vuelve a tener perros», aseguran.
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