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África Azcona
Domingo, 8 de marzo 2015, 01:17
Suspendido y a merced de unos arneses, don Baldomero, todo un general bregado en mil batallas y poco acostumbrado a sujeciones ni rescates, quedaba en una situación más que comprometida. A sus enemigos les hubiera gustado verle de esa guisa, en disposición de retirada, pero ... el famoso caballero y prohombre de Logroño regresó dos meses después para quedarse de nuevo en su mirador sobre El Espolón y lo hizo más lustroso y rejuvenecido que nunca tras someterse a un profundo 'lifting', consistente en el saneamiento del bronce de la estatua. Muchos logroñeses presenciaron el 23 de febrero de 1995 (una fecha con reminiscencias golpistas) el espectacular alzamiento de la escultura (una mole de 11.130 kilos) que iba ser restaurada e inmortalizaron cada movimiento de la maniobra, que comenzó a las diez y dos y se prolongó durante cerca de tres horas. Una vez concluidos los trabajos de desmontaje, Espartero pareció tomar vida propia, recuperó su rictus marcial y, seguramente sorprendido por la nueva imagen de la ciudad, volvió a trotar junto a su inefable caballo por Vara de Rey, Gran Vía, Murrieta, Duques de Nájera y la circunvalación ¡Cómo está este Logroño!, debió musitar de camino al Parque Municipal de Servicios.
El levantamiento del pedestal, prácticamente podrido, puso de manifiesto los cientos de cucarachas que anidaron en los cien años transcurridos desde la inauguración de la escultura ecuestre en septiembre de 1895. Fue necesaria una intervención a fondo, que incluyó la limpieza de los leones y un cambio de estilo del conjunto, realizado bajo las directrices del arquitecto municipal Rafael Alcoceba. El conjunto escultórico ocupó un espacio superior al anterior y los jardincillos fueron prácticamente sustituidos por juegos de agua de diferentes colores.
Cuando todo estuvo preparado, el general volvió a encabezar de vuelta la singular caravana, protagonizando la mejor cabalgata posible para una ciudad acostumbrada a los desfiles. Salieron a las 9 e la mañana y llegaron a El Espolón a las 9.30 horas, donde ya se había aglutinado un nutrido grupo de espectadores que no perdió detalle de la operación: acercamiento a la fuente, elevación, desenganche. Cuando todo terminó, repitió su pose y el público aplaudió, como recogía en su crónica María José Lumbreras. De nuevo quedó inmóvil, pétreo, pero vigilante, mirando en dirección al Ebro... Que con los franceses nunca se sabe.
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