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Miguel Martínez Nafarrate
Martes, 20 de enero 2015, 21:44
Caligrafía significa escritura hermosa y eso es lo que hace el logroñés Eduardo Contreras, disfrutar de la caligrafía. Sorprenden los autodefinidos del Diario LA RIOJA cuando uno se acoda en el bar buscando la cafeína de media mañana. Si Eduardo trabaja de noche ya ha ... pasado por allí y ha dejado su huella impresa en el árido papel del periódico. Si trabaja de día, alguien se le ha adelantado. Otros, los más ladinos, hurtan el periódico o se llevan la página que Eduardo ya ha dejado impresa.
Este año cumplirá los 50, por aquellos que dudaban del tiempo libre que uno necesita para dedicarse a escribir cada celdilla de los pasatiempos. Sencillamente es una cosa de los turnos que tiene en Tobepal, donde curiosamente también se dedican a las artes gráficas.
"Un día, para mi cumpleaños, me regalaron un estuche con plumas, tinta, lacre, papel y sobres. Ahí se quedó mucho tiempo. No te creas, al principio lo recibí con una mueca. No he hizo una ilusión especial, pero mira por donde que un día ya tenía trillados todos los libros de casa y eché mano de la caja. Así empecé", comenta sin darse importancia.
"Es que me gusta hacer las cosas bien, soy perfeccionista. No me importa el tiempo. Si me tuvieran que etiquetar, yo diría que soy de los del movimiento 'slow'. Me gusta la vida lenta. He corrido toda la vida y no me ha llevado a ninguna parte, así que esto me da tranquilidad y disfruto", agrega.
Y un buen día metió la pluma en el tintero y empezó a experimentar. Empezó a escribir, a ensayar con las letras, a buscar una huella particular y a ir un poco más allá hasta el punto de replicar libros y regalárselos a su madre. No hay plantillas -"solo las de los zapatos", dice- tan solo una pauta que une al folio con cuatro clips para no desplazar el texto. Empezó por 'El alcalde de Zalamea' y nada más encuadernarlo empezó otro para regalar al año siguiente. Cuando acabó con Calderón empezó con los 'Entremeses' de Cervantes.
Ahora está enredado con 'El sí de las niñas' de Moratín después de haber dado buena cuenta de 'La comedia nueva' y le ha dedicado a un amigo 'El Lazarillo de Tormes'. No hay horas. Calcula que empleará unos 130 folios por ambas caras antes de acabar. Todo transcurre entre líneas. Aprende diálogos, memoriza las historias y su mente planea por los textos de los clásicos mientras da rienda suelta a su mente. "Si me cae un borrón rompo la hoja. Debo confesar que tengo tipex para borrar, pero siempre algo pequeño, minúsculo.
La letra tiene vida, evoluciona
Eduardo no se ha fijado en una letra en especial a la hora de dejar su huella. A caballo entre la gótica y la cursiva, disfruta de la tinta y el papel sin pensar en más. Busca un estilo propio y va definiendo el estilo con el tiempo. No enlaza las letras. "Cuando una me gusta, me la quedo y la repito. Así voy puliendo un estilo que no sabría definir porque sencillamente es una tipografía que me sale así, sin más, sin reglas", aclara.
El gusto por la caligrafía es una actividad que se está perdiendo en favor de las nuevas tecnologías. Eduardo advierte que la letra de quien toma notas parece la del médico y apenas si es capaz de traducir lo que ve en la cuartilla del cuaderno del que le entrevista. "Mira, yo no sé si se está perdiendo o no. Lo que sí veo es que cada día la gente usa más los dedos en el móvil (y ya ni eso con el traductor de voz) que un papel y un boli". Menos mal que por su casa pululan dos peques que le tienen loco. "La mayor escribe muy bien y ya se lo han hecho saber en el colegio, sólo que tiene que ponerse con ganas", explica.
"En casa tendré unas 40 o 50 plumas diferentes. Guardo ésta con especial cariño -y enseña una natural de ganso- que empieza a fallar un poco. No sé dónde podría conseguir una, pero no estaría mal tener un repuesto de oca o ganso, que son las más adecuadas".
La charla se realiza en el bar habitual. Tranquilos. Hay café de por medio. El autodefinido no lo ha podido terminar por la mañana porque ha trabajado de noche. Lee la siguiente definición y ya está pensando en rellenarlo. Se contiene, pero sabe la respuesta a 'colq. pandillas' y el boli empieza a funcionar. Ni la cámara de fotos le rompe el pulso. La caligrafía le da sosiego y disfruta con cada letra. Su mujer aparece por allí y dice: "cuando se enfrasca en sus papeles creo que estoy sola en casa".
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