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A la hora de hablar de las grandes riadas del pasado siglo hay un año que destaca: 1961. En Zaragoza, el Ebro se desbocó como ... nunca, provocando pérdidas millonarias y la evacuación de miles de personas. Fue en el primer día de aquel año. Sin embargo, en Logroño esa crecida apenas queda como una anécdota, lo que realmente se recuerda es la inundación del 29 de noviembre de ese mismo 1961. El causante no fue el Ebro, fue el desborde del sistema de colectores de las nuevas vías del ferrocarril que anegaron la ciudad de sur a norte.
Logroño sufrió ese 1961 cuatro inundaciones. La última fue la más severa, impulsada por las lluvias –aunque «tan solo cayeron 30 litros», decía el periódico de entonces– pero agravada por el defectuoso sistema de colectores de la línea del ferrocarril, trasladada al sur de la ciudad desde la Gran Vía en 1958, cuando también se inauguró la hoy añorada estación. «El torrente salta sobre los muros de contención levantados a cada lado de la caja de la vía, y esa cantidad no pueden absorberla los colectores corrientes», narraba el diario. No dio más de sí el desagüe ferroviario y Logroño colapsó.
Avenida de Colón, Jorge Vigón, Pradoviejo, Las Gaunas, Murrieta (cuya fuente se estaba construyendo entonces) o el Casco Antiguo fueron algunas de las zonas más afectadas por una cantidad de agua desmedida, que se coló en muchos sótanos y bajos de la ciudad.
El alcalde Fernando Trevijano, concejales, bomberos, personal de limpieza, obreros municipales, vecinos... todos se pusieron pronto manos a la obra para evitar daños mayores y auxiliar a quienes lo necesitaban –«hubo sectores en los que no se podía abandonar las viviendas»–. Posteriormente se acometieron obras para evitar que la situación volviese a repetirse.
La inundación dejó desprendimientos en los muros de la vía, algunos daños materiales e instantáneas para el recuerdo, como las que se encargó de inmortalizar el fotógrafo Teo Martínez, cronista gráfico de la historia logroñesa de la segunda mitad del siglo XX, y que acompañan esta información. El agua se fue, la imagen queda.
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