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Lo que tanto costó conseguir, se ha esfumado muy pronto. Menos de un año ha pasado entre ascenso y descenso. Merecido fue el primero y merecido el segundo. No por parte de una afición que volvió a estar con su equipo hasta las últimas consecuencias, que tiñó Logroño de blanquirrojo y que ha vivido un sueño efímero y lejano. Fue de Las Gaunas en las alegrías y en las dolorosas penas.
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El blanco y el rojo comenzaron a poblar las calles logroñesas desde la mañana. Era imposible no toparse en un paseo por Portales, la Laurel o el Espolón con una camiseta de la UD Logroñés. Había ambiente de día grande, de esas jornadas que la pandemia ha impedido disfrutar, de éxitos con moderación. Miles de aficionados no han visto a su equipo en Segunda División, pero han mantenido su pasión con distanciamiento, sin dejarse marchar y sumando pese a los difíciles derroteros de la competición. Se merecían la permanencia, se merecían volver en septiembre a Las Gaunas con su equipo en el fútbol profesional. Es triste pensar que no lo harán.
Y es que no podía entrar la afición a Las Gaunas este domingo, pero sí estuvo fuera. Como era de esperar, cientos de seguidores no faltaron a su cita a la llegada de los futbolistas al feudo logroñés. Llevaban tiempo preparando el pasillo a sus huestes. Encendiendo las emociones. Un impulso final antes de que los protagonistas saltasen a un campo vacío con la certeza de que su afición estaba a su lado.
Entre la celebración del ascenso y la tristeza de la permanencia, una temporada de gradas vacías pero de esperanzas llenas. Sentimientos e imágenes muy diferentes en el desenlace. Las terrazas, epicentro de la fiesta hace un año, reflejaron el drama. Nadie quería perdérselo y la marea blanquirroja fue tomando posiciones desde horas antes de que su equipo saltase al césped de Las Gaunas. Con ilusión comenzó el partido, esperando buenas noticias desde otros campos disfrutando en compañía de una tarde que era tan importante como la del ascenso en Málaga. Pero salió cruz.
El discurrir del partido contagió el desánimo. Los otros resultados no eran buenos, el de Las Gaunas tampoco. El equipo no imprimía carácter, caía en la depresión que le ha acompañado durante tantas jornadas. Es su triste seña de identidad. Y los aficionados, acostumbraros sufridores, volvieron a llevarse la peor parte.
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