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La pandemia trajo el silencio a los campos de fútbol. Ahora, en cualquier estadio solo se escuchan los silbatos de los árbitros, los gritos de los entrenadores y de algunos jugadores, los sonidos del balón impactando en los postes, por ejemplo, y poco más. El ... COVID-19 se ha llevado, como todos sabemos, a los hinchas, una de las piezas fundamentales de un partido de fútbol. Nada es lo mismo sin los aficionados, en eso estamos todos de acuerdo.
Este sábado, la UD Logroñés, aunque no lo exprese abiertamente -además, con su oscura política de comunicación eso sería casi impensable- agradeció el no tener a su afición cómodamente sentada en las gradas de Las Gaunas. Al igual que el Barcelona de Koeman unas jornadas atrás o al Real Madrid de Zidane en Alcoy. Porque se hubiesen marchado los jugadores blanquirrojos a los vestuarios escuchando la pitada más sonora de sus vidas. Y casi seguro, hubiese volado algún pañuelo blanco por los aires del campo municipal. Porque una cosa es perder contra uno de los candidatos al ascenso como es el Sporting de Gijón, y otra muy diferente es jugar sin alma, sin corazón, entregado a tu adversario. Solo les faltó aplaudir a los jugadores locales.
En Las Gaunas los únicos gritos que se escucharon fueron las protestas de Dani Giménez a sus defensores, mientras buscaba, una y otra vez (y hasta en cuatro oportunidades), los balones que Djuka y Cumic metían en su meta. Pero nada más. El resto, brazos en jarra, se mostraban derrotados. De hecho, prácticamente salieron así a jugar, sin creérselo. Casi con desgana. Esperando el fatídico desenlace, que comenzó a ver forma con el primero de Djuka, antes del primer cuarto de hora de juego.
Los defensores fueron un auténtico retrato en los cuatro goles del equipo asturiano. No se salvó ni uno. Ni siquiera Andy; tampoco Paulino, que últimamente, y ante la ausencia de Iñaki, se había puesto el equipo sobre sus espaldas.
Lo que no son conscientes los jugadores de la UD Logroñés es que ese silencio de los campos de juego se llena de ruido en las redes sociales, lugar que da carta libre a cualquier descerebrado. Y allí sí que los supuestos aficionados blanquirrojos braman contra los suyos. Allí, en ese campo de juego no hay término medio. Porque los mismos que alzaron su voz en contra de algunos jugadores en las primeras jornadas, explicando con sus conocimientos futbolísticos que no servían para la Segunda para luego desdecirse y gritar para ellos un lugar en la selección de Luis Enrique, hoy vuelven a su primera postura. Y lo hacen con pasmosa tranquilidad. Como si aquí no hubiese pasado nada. Más de uno hubiese preferido escuchar los pitos de los hinchas. Son muchísimos más sanos.
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