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Soy sergista. O rodriguista. O como quiera que se diga. Vamos, que soy de Sergio Rodríguez. Cada vez más. En las buenas y, sobre todo, en las malas. Y en las malísimas, que es donde ahora se encuentra la UD Logroñés tras ... otro nuevo tropiezo (y van...), esta vez en Las Gaunas contra el Málaga. Por eso, ahora le apoyo más todavía. El entrenador tiene ese rostro tranquilo, sosegado, imperturbable; ese tono reposado, pausado, incluso soporífero por momentos. Cuando se gana y cuando se pierde. Tiene esa punto de paz y calma que a mí, personalmente, me transmite una tranquilidad sorprendente. Me creo lo que dice. Que suelta que el equipo está mejor que en la primera vuelta, me lo creo. Que cuenta que el equipo está confiado en salvarse, me lo creo más todavía.
Este domingo los blanquirrojos se volvieron a dejar por el camino tres puntos vitales para que cogiera aire un equipo que se está quedando sin aliento. Y la sensación es que el rival marcó uno pero podían haber sido más. Nada que ver con lo que pudo mostrar el cuadro local. Y, pese a todo, sigo con esa despreocupación de aquel que sabe que, al final, la cosa no va a pasar a mayores y la UD Logroñés se va a quedar en Segunda. Será pachorra, cachaza, incluso locura.
Además, le doy todo el crédito por el rendimiento sacado hasta el momento a un equipo con una plantilla bregada en los duros campos de Segunda B pero escasa de poso en la más glamourosa Segunda, con apuestas arriesgadas, con veteranos con mando en plaza que no están a la altura esperada...
Sus planteamientos pueden gustar más o menos. Unos le piden más valentía ofensiva, otros menos variantes en nombres y posiciones. Pero, lo que es indiscutible es que lo suyo tiene mérito. Que a la UD Logroñés le falta pegada adelante y atrás es evidente. Que el equipo comete errores groseros que, en esta categoría cuestan los tres puntos ante cualquiera, no lo discute nadie. Basta con ver el tanto de los malagueños de Yanis Rahmani, con fallos en cadena. Cuando el gol no es una virtud y se convierte en un tesoro escondido, la fragilidad defensiva no se puede permitir y, esto no hay quien lo discuta, la UD Logroñés permite siempre alguna ocasión muy gorda. Le falta firmeza, incluso algo de dureza para marcar terreno.
Pero la mayoría de sus colegas de banquillo a los que se ha enfrentado le han calificado como entrenador 'top'. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.
Y lo mejor (o lo peor) que tiene ser sergista, o rodriguista, o como quiera que se diga, es que, pese a acumular muchos malos resultados y a que la soga cada vez aprieta más en el gaznate, creo que la solución no está en cambiar al jefe. Porque es difícil que otro que venga lo hiciera mejor con tan poco margen para buscar otras soluciones distintas a las actuales. Así que, por mi parte, tendré que seguir creyendo.
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