Sergio Rodríguez, un viaje de ascenso a ascenso en una década

Buscó y, durante unos meses, no encontró nada acorde a su estatus de jugador importante en Segunda. La Unión Deportiva Logroñés le abrió las puertas, primero, para entrenar y no perder la forma, y ya en diciembre de ese 2010, para convertirse en futbolista de la primera plantilla.

Ahí cambió las rayas azules y blancas por las blancas y rojas que aún no se ha quitado. Como futbolista de la UDL disputó 73 encuentros de Liga antes de decidir, en verano del 2013, colgar las botas. Con 35 años, su destino estaba en los banquillos.

Los juveniles, Nacional y División de Honor del club blanquirrojo, le sirvieron de campo de batalla donde pulir sus defectos. Si entró en ellos como un purista, obsesionado por una idea de juego de toque y combinación, salió más abierto a todas las variantes que ofrece el fútbol hasta convertirse en un férreo defensor de la polivalencia. Dominar o golpear, según qué momento del partido o dependiendo del rival, todo vale para llegar al fin, que no es otro que ganar.

El pasado 18 de julio, Sergio Rodríguez, ya curtido con más de un centenar de partidos dirigidos a los de Las Gaunas, era manteado por sus hombres en la celebración del ascenso. Una década había pasado de ese otro hito disfrutado en Anoeta.

Hoy, vuelve a las instalaciones de Zubieta, donde ya ha dirigido a la UDL en Segunda B, con un estatus diferente. El entrenador logroñés retorna como técnico de Segunda División. Será su primera experiencia en esta atípica pretemporada. Un bonito momento para recordar de dónde salió y por qué apostó en aquel ya lejano invierno del 2010. De momento, sigue en Logroño. De ascenso en ascenso.