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Ousama Siddiki estuvo ocho minutos sobre el césped de La Rosaleda. Fue la víctima del penalti que supuso el empate y la prórroga ante el Castellón pero su expulsión dejó a la UDL con diez hombres. El partido no se le ha ido de ... la cabeza: «Como ascendimos, tengo un buen recuerdo, pero cometí un error muy grave. Cuando hice la falta no me lo creía, se me vino todo encima», recuerda.
Quedaba la prórroga y él la tuvo que ver en el túnel de vestuarios hasta que el cuarto árbitro le obligó a refugiarse más adentro y a esperar. «No lo he pasado tan mal en mi vida, tenía una presión en el pecho que no me dejaba respirar», rememora. «El hombre de seguridad que estaba en la zona me avisaba cuando no miraba el linier para que sacase la cabeza y viese algo. Pero el penalti que paró Rubén [Miño] no lo vi. El de seguridad me dio la noticia, me dijo que habíamos ascendido, y me abracé a él», explica Siddiki con una sonrisa.
De ese partido, el hispano-marroquí saca un aprendizaje. «No se puede ir con tantas ganas, hay que combinar la agresividad y la cabeza. Ir fuerte, sí; ir a lo loco, no», añade. Tanto le afectó la expulsión que reconoce que estuvo días «rayadete» dándole «muchas vueltas a la cabeza». «Al principio a mis padres les conté la roja, pero no que a mí me habían hecho el penalti», concluye.
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