A perro flaco...

El Logroñés no mereció tanto castigo. Es cierto que apenas inquietó a su rival, pero también lo es que durante algunos momentos, pareció que cabía esperar una reacción. Pero esas situaciones siempre acababan igual. Un gol del Leganés volvía a recordar a los blanquirrojos que el que llevaba los galones vestía de blanquiazul.

El equipo riojano que saltó al césped madrileño era muy diferente al que recibió al Girona. Esta UDL -especialmente en la primera mitad- luchó los balones, mantuvo cierto orden defensivo y, eso sí, en ataque ni estuvo ni se le esperó. Si durante muchos partidos, el aspecto defensivo ha lastrado a los riojanos, en los últimos encuentros (a pesar de que los errores siguen existiendo) ha sido su ineficacia ofensiva la que le ha impedido traducir sus méritos en goles. Es complicado sumar sin apenas tirar balones entre los tres palos.

Si además llega ese infortunio que hace que el rival haga tantos casi sin querer, la condena es grave.

En estas circunstancias, es complicado mantener la esperanza. A partir de ahora, sólo queda ver los partidos con el transistor en una mano y la calculadora en la otra, sabiendo que todo pasa por ganar y que no lo hagan los demás. La Unión Deportiva Logroñés no depende de sí misma, pero para tratar de aferrarse a un milagro debe poner algo más de su parte y lo que puso sobre el césped en Butarque no fue suficiente. Si no lo hace en las tres próximas finales, consumará un descenso justo. Algo más es necesario para que el perro flaco no tenga pulgas.