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Si el encuentro de este miércoles hubiese durado 45 minutos, otras crónicas se hubiesen escrito -algunas de ellas, las más despiadadas, posiblemente hubiesen estado ya a punto de entrar en rotativas-. Las redes sociales, que se han convertido en la nueva grada de esos aficionados ... más radicales que no pueden pisar los estadios por el coronavirus, hubiesen explotado. Los pañuelos se hubiesen empezado a agitar virtualmente, reclamando la cabeza de Sergio Rodríguez.
Por suerte para los intereses blanquirrojos, los partidos se juegan a 90 minutos, y todo lo que se escribió durante esa primera parte, en la que el Logroñés fue incapaz de hacer daño a un Oviedo que se quedó con uno menos por la torpeza de Simone Grippo sobre un Roni que cada vez gusta más, quedó en papel mojado. No habían pasado cinco minutos de la segunda etapa cuando el conjunto riojano se había encargado de dar vuelta el resultado. Parecía otro equipo en el Carlos Tartiere: un bloque con mordiente, con mentalidad ganadora, con hambre de gol. Lo opuesto a esos 45 minutos en los que la defensa visitante se mostró como un manojo de nervios, dando concesiones en cada balón que deambulaba cerca de su área. No por el tanto de Bobadilla, que son cosas que ocurren, sino por la inseguridad que proyectaba hacia el resto de compañeros, que en esa mitad no dispararon ni una vez entre los tres palos del Oviedo.
Cierto es que los desaciertos de la retaguardia continuaron en la segunda parte. Una muestra fue el gol del exdelantero del Calahorra Samuel Obeng que significó el empate parcial (2-2) ante una defensa que hizo la estatua. Quieta, muy quieta. Pero también es verdad que el último tramo, cuando el equipo de la capital asturiana apretó, mostró templanza y personalidad para aguantar las embestidas locales.
Pero estaba claro que la UD Logroñés era otro equipo, más despierto, quizás menos cansado que un Oviedo que no acusó el hombre de menos en la primera parte pero que en la segunda se le hizo más cuesta arriba. Leo Ruiz hizo valer la apuesta del club riojano; Roni, que parece haberle ganado el pulso a Ander Vitoria, se fajó con los defensores ovetenses y marcó, que era algo que se les demandaba a los delanteros. Bogusz, la joven joya polaca llegada del Leeds de Bielsa, mostró su sello de calidad. Le falta adaptarse al equipo pero le sobra talento.
La noticia de la noche, además de la primera victoria a domicilio del equipo logroñés, fue que Andy no marcó. Poco importó. Su presencia se hace indispensable para el bloque, una de las voces autorizadas de un conjunto que con los tres puntos conseguidos en tierras asturianas respira un poco más aliviado. Ahora el trabajo de Sergio Rodríguez es que la UD Logroñés se asemeje más a la de la segunda mitad.
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