El chaval, adolescente perdido, llega a casa con un nueve en Matemáticas en Segundo de Bachillerato. Alegría, celebración y aplausos, 'olé mi niño', 'lo ves como cuando te esfuerzas...'. A la semana siguiente, toca la nota de Ciencias y llega la cruz. Suspenso. Enfado, bronca, ' ... tenías que haber estudiado más', 'ya te lo decía yo', 'no hacemos carrera contigo...'. Llegan las calificaciones de fin de curso y el chiquillo aprueba todas, unas asignaturas con mejores notas que otras pero ya está superado el año. Llega la temida EBAU. El muchacho la saca adelante, con apuros finales pero el año próximo estará en la universidad. Ha costado, pero ha merecido la pena.
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La carrera ya son palabras mayores. Requiere sacrificio, constancia y firmeza. El mozo abre el curso con dudas. Hasta se plantea si tiene capacidad para sacar adelante la empresa o si su lugar está en algún ciclo más adaptado a un nivel asequible y realista. Pero, tras titubeos y desconfianzas, el empeño del joven por salir adelante recibe su recompensa y cierra el primer semestre con un rendimiento por encima de lo esperado, con unas notas sorprendentes.
Llega el segundo semestre y el zagal sufre un bloqueo mental que se traduce en parciales suspendidos uno tras otro, algún resultado esperanzador y vuelta a caer. Y cuando parece que todo va mal, dos aprobados justos y dos notables en el momento adecuado. Con los finales llegando ya uno detrás de otro, recobra la ilusión y el optimismo.
Quizás no se pueda aprobar todo, pero lo importante es pasar el curso como sea. Luego ya habrá tiempo en verano de buscar soluciones y de encontrar remedio a los fallos del primer año. Pero lo importante es seguir adelante y no pensar en dar un paso atrás.
Y los padres, mientras tanto, orgullosos del esfuerzo del niño de sus amores, deseando que siga adelante, sea como sea. Con ganas de que el coronavirus pase y les deje ir a verle de vez en cuando a la universidad. Porque, pese a los disgustos y a los malos ratos que les hace pasar, le quieren. Mucho.
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Cambien al chaval por la UD Logroñés; el bachillerato por la Segunda B; la EBAU por el 'play off' de ascenso y la carrera universitaria por la Segunda División. ¿Les suena? Los de Sergio Rodríguez llevan una temporada muy difícil en la que aprobaron con muy buena nota la primera vuelta pero, tras muchas jornadas sin ganar, parecen haber recuperado la convicción, la actitud y la firmeza para superar la campaña y lograr la ansiada permanencia.
Este domingo, ante el Mirandés, la UDL demostró que tienen el convencimiento y el juego para seguir en la categoría de plata del fútbol español. Con un partido a un gran nivel, con una fenomenal predisposición y con ocasiones muy claras -aunque solo aprovechó el jugadón de Paulino que embocó Olaetxea, suficiente para lograr el triunfo- el equipo de Sergio Rodríguez le ha dado la vuelta al curso y ahora sí sabe cómo sumar de tres en tres.
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Todavía queda mucho por hacer, finales por superar, pero los aficionados confían en su equipo, en su UD Logroñés. Porque, pase lo que pase (aunque todos esperan que el año próximo puedan ver a los blanquirrojos en Segunda), con la desesperación de días como el de Mallorca o el del Espanyol y el júbilo de jornadas como la de este domingo, en las alegrías y en las angustias, tienen claro que a este equipo hay que quererle. Mucho.
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