La derrota no fue lo peor en Vallecas

La imaginación no alcanza a escribir un guion como el que protagoniza la UD Logroñés. En tres semanas ha pasado del todo a la nada, pero también que hay un serio problema, ya existente, con las lesiones y que la acumulación de partidos, además, le obliga a rotar y no es equipo cuyo potencial le permita grandes giros en sus respectivos onces. Para su técnico, compite en cada jornada, salvo por pequeños detalles. Y son precisamente esos pequeños detalles los que definen la competividad, los que marcan la diferencia. Ayer, el Rayo disparó en dos ocasiones entre los tres palos y marcó dos goles. Ocho recibidos esta semana. Hasta el domingo, con 1-0 o 0-1 sumaba de tres en tres. Contundecia en ambas áreas, por utilizar otro concepto muy futbolístico. Y a ello suma, que en Vallecas jugó el cuarto portero de la temporada, Víctor Pradas, por lesión de Miño y que expulsaron a Leo Ruiz en apenas quince minutos. Alguien debe ensañar al colombiano a saltar. Dos amarillas muy rigurosas. Si los rivales aprenden el truco de bajar la cabeza, el expulsarán en más partidos.

La resaca llega tras el partido, pero antes, la UD Logroñés tuvo el partido en su mano, porque el VAR decretó pena máxima por mano de Fran García en lo que en origen había sido falta de Rubén Martínez sobre el jugador rayista. A Bogusz no le tembló el pulso y engañó a Luca Zidane.

Era el minuto 18 de partido. Inicio soñado para un equipo en el que Sergio Rodríguez había hecho de nuevo retoques. Laterales nuevos, Medina y Andoni; Gorka, que pudo marcar en el segundo tiempo, junto a Clemente; pivote novedoso, Sierra y Petcoff; Iñaki en la medular y Vitoria en punta. Un nuevo giro a la ruleta hasta encontrar la combinación ganadora.

Por un momento, pareció encontrarla con ese tanto que se originó en un centro del calagurritano, pero siete minutos después, la UD Logroñés ya perdía. Un desajuste defensivo propiciaba el gol de Antoñín en situación que todo delantero sueña; y sin apenas tiempo para animarse, Medina introducía el balón en propia puerta tras un primer remate de Catena. Mala suerte. Lo que no sabían es que solo era el inicio. El lateral vasco se retirá minutos después por lesión. Un calco a su anterior percance, contra el Almería. Luego llegaría la de Miño y la expulsión de Leo mencionadas.

Ahora bien, no todo es achacable a la mala fortuna. El Rayo reaccionó al gol y la UDL, no. A ninguno de los dos. El Rayo era superior en tres cuartos. Rodríguez volvió a doble pivote inexperto en la categoría por Valentín y Trej y por la movilidad de los medias puntas. Trabajaba, pero sin rendimiento. Los rayistas se sentían libres a espaldas de ambos y, por otro lado, no era capaz de crear. Iñaki, en la medular, perdía sorpresa en ataque y en defensa no tenía tanta obligación. Andoni deja muchos espacios a su defensa y demanda mucho más ritmo. Rubén Martínez batallaba, pero sin producción. De Vitoria no había noticias. Bogusz era la luz, pero su brillo no rompía la oscuridad.

Y no es que el Rayo hiciera un gran partido. Compitió mejor. Reaccionó cuando debía, no permitió transiciones rápidas de la UDL y buscó jugar siempre en campo del rival, sin hacer mucho caso a la posesión o al toque. A todo ello sumaba la peligrosidad a balón parado, sobre todo con el gigante Catena. Así se gestó el segundo gol. La UDL tampoco tiene ahora esa estrategia letal.

Rodríguez buscó la reacción con cambios. Andy entró en escena; poco después Leo. Pero el granadino no tenía referencias por delante. Iago no subió como en otros partidos y Andoni tampoco. Una vez, pero su balón no llegó a Leo. Sin bandas profundas, el equipo no llegaba, salvo en arranques muy concretos. El Rayo no veía peligrar el marcador. Es más, pudo marcar el tercero a balón parado, pero Suárez no estuvo certero. Incluso la UDL pudo marcar, pero el VAR entendiñó que la caida de Iago no era penalti. El compromiso ya estaba acabado y era todo un reto para Vicandi Garrido.