Sería recurrente decir ahora: «Fue bonito mientras duró», pero es que en este caso, ni siquiera eso. La pandemia que tantas cosas nos ha arrebatado, privó a la Unión Deportiva Logroñés de la celebración del ascenso y le ha negado estrenarse en el fútbol profesional con el apoyo de su gente. Ahora el equipo vuelve al fútbol amateur en una categoría recién inventada que nadie conoce.

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La UDL ha caído víctima de sus limitaciones. A lo largo de la campaña ha habido muchos encuentros en el que a los blanquirrojos les ha faltado el mínimo exigible para seguir en Segunda.

A la defensa, que comenzó bien la temporada y apenas acusó el estreno de categoría, le faltó luego mucha contundencia y llegó incluso a parecer una mala caricatura en algunos encuentros.

El ataque no ha existido nunca. Durante un momento, pareció que Leo Ruiz era nuestro hombre, pero fue un espejismo. El colombiano –pese a su excelente noviembre– ha sido una de las mayores decepciones. Nano Mesa llegó en invierno para solucionar ese problema y aunque apuntó maneras ha fallado goles cantados, entre otros, el de ayer.

La mayoría de los demás tampoco han estado a la altura. Ayer mismo bien sea por la presión, por los nervios o simplemente porque la categoría les quedaba grande, se vio sobre el césped un equipo muy diferente al que cabía esperar. Ante un Las Palmas que no se jugaba nada y presentaba un once circunstancial, los blanquirrojos carecieron de mordiente. Fueron un equipo tibio que ni siquiera jugaba con el corazón.

En cualquier caso, ya no caben lamentos. Hoy comienza ya la construcción del nuevo proyecto que se levantará en la Primera RFEF con el claro objetivo de volver al fútbol profesional en junio y, esta vez sí, celebrar el ascenso, disfrutar de los partidos y arropar al equipo en Las Gaunas.

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