Tal y como pintaban las cosas desde hace ya demasiadas semanas para la UD Logroñés, uno no sabía este sábado cómo sentarse a ver el partido ante el Tenerife a una hora tan complicada como las dos de la tarde.
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Había la opción de hacerlo ... frente un piscolabis (viejoven término a la altura de otros como guateque o fiestuqui) pero, en cualquiera de esos centros al corazón del área mal despejados por la defensa blanquirroja, el sobresalto podía hacer que se atravesara la aceituna en el gaznate y provocar un susto de proporciones considerables.
También se podía esperar al final del choque en Las Gaunas y hacer una comida algo tardía. Sin embargo, tras el disgusto del pasado martes ante la Ponferradina, cuando se escaparon dos puntos en los quince minutos finales, cabía la posibilidad de que los espárragos amargaran o que se cerrara el estómago con un mal resultado.
Por último, quedaba apagar la tele, calzarse las zapatillas y salir a la calle a disfrutar del buen día con el que amaneció Logroño y mirar el directo de larioja.com de vez en cuando para ir calmando los nervios.
Un servidor optó por lo segundo porque, tras los buenos minutos disfrutados ante el Zaragoza y en El Toralín, todavía tenía la esperanza de que este sábado ya tocaba, de que iba a sentarme frente al plato con una sonrisa y tres puntos más en la mochila de la UD Logroñés. Iluso con ilusión.
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En la primera parte no pasó gran cosa. En los minutos iniciales los isleños apretaron, pero sin ir más allá. Después, algunos acercamientos, pero poca chicha. Sin dominio claro y con escasez de ideas y de juego por parte de ambos. Lo bueno, que el Tenerife parecía accesible. Lo malo, que los de Ramis podían pensar lo mismo de los blanquirrojos, visto lo visto.
Vasito de agua para refrescarse y a esperar mejores cosas en la segunda mitad. De momento, hasta se podía pensar en que el aperitivo futbolero todavía iba a ser agradable. Aunque. pese a que las tripas comenzaban a rugir, no me atreví con las aceitunas por lo que pudiera pasar tras el descanso.
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Estaba el partido tan soso, tan insulso, que cualquier cosa que pasara podía desequilibrar el coque. El Tenerife fue el que comenzó a poner salsa al plato con un Zarfino, con nombre de pincho de bar de Laurel, muy activo. Mala pinta.
Pero falló Fran Sol, delantero en labores defensivas, y marcó el chef de la UD Logroñés, Iñaki. ¡Qué rico! Un gol para relamerse. Pero, con lo vivido en jornadas pasadas, no había que empacharse de gozo, que estas cosas pueden llegar a sentar mal.
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Olía bien, pero tocaba masticar despacio para evitar atragantamientos de última hora.
No pasó ya demasiados apuros la UDL, para variar y, por fin, los blanquirrojos sumaron tres puntos para chuparse los dedos.
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