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Veinticinco años después de la liberación del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara ya no quedan huellas en Arrasate del zulo donde ETA le mantuvo enterrado en vida durante 532 agónicos días. El habitáculo, que fue horadado bajo el suelo del sótano del edificio ... Urzu, ubicado en el barrio de San Andrés de la localidad del Alto Deba -popularmente conocido, desde entonces, como pabellón Ortega Lara-, fue sellado e inutilizado con hormigón por mandato de la Audiencia Nacional.
Cuando uno se acerca hoy al viejo edificio de tres plantas -baja, semisótano y sótano- puede apreciar que, justamente en la parte más baja, a ras de tierra, donde Ortega Lara sufrió el secuestro más largo de la historia de ETA, muchos de los cristales de las pequeñas ventanas de la nave que sirvió de tapadera al comando etarra están rotos o desaparecidos. Sus inmediaciones, descuidadas, están rodeadas de una pequeña selva de ortigas y ejemplares de árboles jóvenes, como saúcos o cornejos, que crecen allí de modo completamente silvestre.
En el interior de esa planta sótano, que únicamente se adecentó en su día y en la que nadie ha gastado un euro en pintura, nada hace adivinar que allí pudo estar el zulo que construyó el comando etarra que formaban José Luis Erostegi Bidaguren, Xabier Ugarte Villar, Josu Uribetxebarria Bolinaga y José Miguel Gaztelu Otxandorena. Todos ellos fueron condenados a 32 años de cárcel por secuestro y asesinato en grado de conspiración con el agravante de ensañamiento.
Los miembros de ese talde excavaron el zulo en el subsuelo del sótano del pabellón, en una zona cercana al fondo de la nave y junto a las cristaleras que, en la parte derecha, dan al río Deba. La cercanía a sus aguas convirtieron el zulo en un lugar, si cabe, aún más insoportable por la alta humedad de la zona. La entrada de los terroristas al escondrijo subterráneo de tres metros de largo por 2,5 de ancho y 1,8 de alto se realizaba a través de un orificio de 56 centímetros de diámetro abierto en el suelo del taller que era taponado por una pieza integrada en un torno-revólver, que consistía en un anillo cilíndrico de metal, relleno de hormigón y almohadillado con corcho en la parte inferior. El tapón descansaba, mediante un trípode metálico, sobre la plataforma de un artilugio electro-hidráulico de tijera; y, al descender el conjunto del cierre, era posible llegar desde el taller al primer compartimiento de los tres que componían el habitáculo.
Para llevar a cabo sus planes y dar forma a su tapadera, el comando de ETA que retuvo a Ortega Lara y que antes había mantenido secuestrado en el mismo lugar al industrial donostiarra Julio Iglesias Zamora, arrendó el sótano del pabellón a los dueños del inmueble, los empresarios Uranga y Zudaire. Los etarras instalaron en ese lugar una empresa tapadera a la que pusieron el nombre de Jalgi C.B. La planta, con una superficie de 687 metros cuadrados, había sido dotada de maquinaria y oficina, para hacer parecer que se trataba de un taller de construcción de piezas y herramientas metálicas.
En esa oficina, con una mesa llena de papeles y demás utensilios con los que simulaban mantener actividad laboral, días antes de la liberación de Ortega Lara, se permitieron incluso realizar tareas comerciales como la contratación de un anuncio de prensa que se publicó por aquellos días. En él se anunciaba una promoción de pabellones industriales. Un testigo de una de esas transacciones asegura a este periódico que se encontró un pabellón «bastante desastroso» y que incluso «aquellas cuatro personas tenían pinta un poco rara, no parecía que hicieran mucho trabajo, estaban sentados pasando la mañana en la oficina, sin más».
Para dar más credibilidad a la empresa ficticia colocaron una placa identificativa con el nombre Jalgi C. B. en la parte superior de la puerta metálica que da entrada al local. Esa inscripción permaneció allí durante mucho tiempo después de la liberación del funcionario de prisiones. Hoy apenas queda la marca de la pintura dejada al retirarla.
Años después de la liberación del funcionario de prisiones, los dueños decidieron deshacerse del edificio y llegaron a un acuerdo de compra-venta con la Sociedad Cooperativa Arizmendi, entidad titular de la ikastola del Valle de Leniz que ostenta la titularidad académica de 12 centros en Arrasate, Eskoriatza y Aretxabaleta. La ikastola cuenta con 3.200 alumnos de los que se encargan 273 profesionales entre profesorado y otros trabajadores.
El edificio fue adquirido el 10 de noviembre de 2004 para poder acometer allí una ampliación de las instalaciones de educación infantil de la ikastola, ubicadas justo enfrente. Su idea era construir en ese edificio unas instalaciones de Educación Primaria, cumplimentadas con las de Infantil, pero finalmente los planes de la dirección de entonces de la sociedad cooperativa y del consejo rector no salieron adelante y nunca se acometió ninguna obra en esa nave industrial.
En la actualidad, las plantas sótano y semisótano del edificio Urzu están ocupadas por el servicio municipal de obras y servicios del Ayuntamiento de Arrasate, por cesión acordada desde 2013 entre Arizmendi y el consistorio. En su interior se hallaba estos días un empleado municipal pintando mobiliario urbano, más de una docena de bancos. La planta baja, la más grande de todas, que puede medir unos 70 metros de largo y 25 de ancho y tiene una altura de hasta seis metros, es la que utiliza la Sociedad Cooperativa Arizmendi para llevar a cabo las labores de mantenimiento, así como las de almacenaje de material escolar y mobiliario.
Antes de la compra por Arizmendi del edificio Urzu, la planta sótano de la finca se hallaba ocupada por diversa maquinaria y mobiliario que los terroristas utilizaron de tapadera y que habían sido embargados a la sociedad Jalgi, C.B. por el Juzgado Central de Instrucción número 5 de Madrid en virtud de un auto de fecha 31 de julio de 1997 dictado en el sumario nº 12/97. Dicho auto designó como depositarios de los bienes embargados a los propietarios del edificio industrial a quienes Arizmendi Sociedad Cooperativa compró la finca hace dieciocho años.
A lo largo de su historia, ETA ha secuestrado a cerca de 80 personas, método utilizado como vía de financiación y medida de presión y chantaje frente al Gobierno. Algunas fueron liberadas tras el pago de los rescates o gracias a la intervención de las Fuerzas de Seguridad. Otras corrieron peor suerte y fueron asesinadas por los terroristas. La banda empezó a utilizar esta técnica el 1 de diciembre de 1970, con el secuestro del cónsul alemán Eugenio Behil, que duró 25 días. El secuestro más largo de ETA fue justamente el de Ortega Lara. Ese mismo día, la banda había liberado al empresario vizcaíno Cosme Delclaux.
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