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Raquel Romero se sabía protagonista de la mañana de este martes. Dejó la bicicleta y llegó al Parlamento andando, escoltada por Amaya Castro, concejal de Podemos en el Ayuntamiento de Logroño, y por Nazaret Martín, secretaria del grupo municipal de Unidas Podemos. Era el ... centro de todas las miradas y no decepcionó: asumió ese papel principal que las cuestiones aritméticas le otorgan a su solitario escaño –esencial para la viabilidad del Gobierno que quiere Concha Andreu– y se vino arriba. Arrancó fuerte, con 'La zorra y el cabrón en el pozo', la fábula de Esopo, y terminó también en alto hablando de metafísica y de fantasías, conceptos con los que vino a describir el programa de gobierno presentado por Concha Andreu en la mañana del lunes.
Antes de que todo comenzara intercambió alguna que otra risa con las diputadas de Ciudadanos, una ligera conversación con Raúl Díaz (PSOE) e, incluso, recibió alguna que otra palabra de José Ignacio Ceniceros (PP), el presidente regional en funciones al que acabó sumando su voto para vetar a Andreu. Los polos opuestos se atraen... incluso en política.
Pero al igual que las buenas series dejan para el epílogo las respuestas que todos sus seguidores buscan desde el primer capítulo, Romero esquivó este martes cualquier tipo de spoiler. Así, no solo mantuvo en el aire casi todos los interrogantes sino que añadió alguno más. El único que desveló fue el del sentido de su voto (un secreto a voces; algo así como que Jon Nieve alcanzaría el Trono de Hierro en Juego de Tronos), pero no los motivos.
Entre los que abrió, más anecdótico que otra cosa, fue el de la capacidad de la batería de su teléfono móvil. La sesión comenzó a las 9.30 horas y acabó pasadas las 13 horas. Durante esas tres horas y media, y a excepción del tiempo (breve) que estuvo en el atril del Parlamento leyendo su intervención, Romero combatió la ausencia de compañeros en el Grupo Mixto enganchada al teléfono móvil. Incluso cuando Henar Moreno bajó de la Mesa y se sentó en uno de los escaños. Cerca, sí, pero no juntas. No se dirigieron la palabra (como tampoco lo hicieron durante la tarde del lunes para aclarar la distribución de los tiempos de intervención entre una y otra, explicaron desde Izquierda Unida apuntando que ninguna de las llamadas de Moreno a Romero recibió respuesta) y la butaca vacía entre ambas se convirtió en la mejor imagen de una distancia personal que se evidencia aún mayor.
Romero miraba el teléfono y tomaba notas. De vez en cuando, levantaba la cabeza y observaba al orador. Mantuvo la mirada a Concha Andreu (pese a la dureza de las palabras). También a Henar Moreno. E incluso miró, cuando le daba un descanso a la pantalla de su movil, a Raúl Díaz, portavoz del PSOE que le definió como filibustera. Al fondo del claustro del antiguo convento de la Merced volvieron a ubicarse los 'negociadores' y Nazaret Martín. También, claro, muy activos con sus teléfonos móviles.
Quizá fueron ellos los que avisaron a Romero que La Sexta le esperaba (como también le esperaron los medios locales al término de las sesiones del lunes y de ayer sin éxito alguno pese a la insistencia). Al Rojo Vivo, el programa de Ferreras, quería hablar con ella. Se levantó de su escaño y salió del hemiciclo pero finalmente no hubo conexión y regresó a su asiento para seguir con su teléfono móvil.
No se salió de su guión en ningún momento. Completó su última intervención y, como el lunes, hizo mutis por el foro. Se fue en silencio, esquivó el camino que habitualmente ocupa la prensa y se metió en uno de los barracones que hacen las veces de despacho en el Parlamento. Este jueves todo se repetirá. La buena noticia es que necesitará menos batería para su teléfono.
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