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MARÍA CASADO
Lunes, 30 de octubre 2017
Todos pasaremos un día por tal experiencia, pero no por ello la muerte se banaliza. Es lo único que no tiene remedio. Quizás por esto o por la cultura española, trabajar en algo relacionado con la muerte, de cara al resto del mundo, intimida o al menos, a priori, da respeto. Sin embargo, muchas personas viven a diario en torno a los fallecidos y lo hacen con una mezcla de naturalidad y empatía. En términos económicos, el negocio de la muerte mueve en nuestro país millones de euros. Así, por ejemplo, atendiendo a las funerarias consultadas para este reportaje, la última despedida varía desde los 1.500 euros (más IVA) en los servicios más sencillos de incineraciones hasta «lo que se quiera». Esa cifra asciende a los tres mil euros en el caso de los sepelios (siempre, como media). Por tradición, por deseo del difunto, o porque uno solo se muere una vez, tiende a contratarse el pack de servicios que completan el cortejo fúnebre (aunque con excepciones): féretro, sala de visitas, flores, esquela, entierro o incineración, lápida para nicho/panteón o columbario...
Aunque este sector también vive momentos de cambio y cada vez son más las variantes que se añaden a los servicios funerarios, como gestiones documentales, asistencia psicológica, custodia de cenizas...
Inhumaciones realizadas este 2017 en los cementerios de la capital riojana (Logroño, El Cortijo y Varea).
Incineraciones ejecutadas en lo que se lleva de año en los cementerios de Logroño, El Cortijo y Varea.
Precisamente el tema de las cremaciones ha supuesto una revolución y eso está teniendo sus efectos en los negocios: cada vez menos flores, cada vez menos lápidas, materiales ecológicos para los féretros...
No es una sensación, los datos hablan solos. Cogiendo como referencia los cementerios municipales logroñeses (el de Logroño y los del Cortijo y Varea), según datos del Ayuntamiento de Logroño, se ve la prevalencia actual de las incineraciones. Así, en el 2016 fueron 365 los entierros por 1.144 cremaciones. En lo que llevamos del 2017 estas cifras se sitúan en 298 inhumaciones y 960 incineraciones de cadáveres.
Pero, más allá de los fríos datos, tras cada servicio a la muerte hay personas que viven de ello. A diario les toca lidiar con una circunstancia, la del fallecimiento, siempre cargada de tristeza. Para los ojos de la mayoría su trabajo mezcla tabúes, reparos y sobre todo mucho desconocimiento hacia lo que es su actividad. Por ello, operarios del cementerio, marmolistas, floristeros y gestores de tanatorios han hecho un hueco a este diario para explicar in situ en qué consiste su día a día, desmitificar creencias populares y poner un toque de sensibilidad y humor negro a sus quehaceres.
Los cementerios con sol pierden esa aura tétrica de los días con niebla. Luis Fernando Arnedo, logroñés afincado en Albelda, además nos recibe con una sonrisa. Así se rebaja la sensación de estar a punto de ver cómo es la actividad de este operario de servicios múltiples del cementerio municipal de Logroño. O lo que podría identificarse como «el enterrador», como así le llaman algunos convecinos de Albelda. «Nunca me ha dado reparo este trabajo, ni tampoco el cementerio, de hecho, me crié en el barrio de San Antonio y de pequeños jugábamos aquí», cuenta divertido.
Ahí comienza el recorrido por el camposanto logroñés, con el vehículo eléctrico que utilizan para transportar los féretros, porque todo está mucho más automatizado de lo que se tiende a pensar. «Nuestro trabajo en un entierro es llevar el ataúd de la entrada, donde lo dejan los servicios funerarios, al nicho o panteón; si es nicho, se encargan de cerrarlo los marmolistas», explica, a pie de nicho, apenas una hora antes de que se produzca un sepelio.
Después de diez años pasando su jornada laboral entre tumbas y cipreses (de cada tres meses uno está en el crematorio, junto a otro compañero), lo relacionado con la muerte está normalizado para él. «Hay casos que te impactan más por las circunstancias: joven o repentino o benjamines... Cuando empecé me afectaban mucho los niños, acababa de tener un hijo y lo pasaba mal».
También aprovecha para aclarar sus múltiples tareas: «Abrimos osarios, limpiamos panteones, se trasladan restos, se mantiene el cementerio... Pero también tiene una parte más importante de lo que parece de papeleos, permisos, etc.».
Continúa el recorrido por el cementerio y reconoce que alguna vez mira las inscripciones. «Hace poco vi a un alumno que tuve en un taller, no lo sabía, una pena». Pero como en todo, también hay espacio para el humor. «Algún chiste negro entre los compañeros cae...» (son cinco operarios y un jefe de servicio).
Marmolista de profesión, Pedro Felipe Ajamil regenta, junto a su hijo René, Mármoles René, cuya tienda de atención al público está, desde el 2005, al lado del cementerio logroñés. Entre su exposición hay múltiples figuras, jarrones y variados modelos de lápidas. El coste de estas fluctúa de los 150-200 euros, según tamaños, a los 1.500 euros.
También hay estilos y tendencias. «Antes se llevaba más el mármol blanco, e incluso en algunos sitios se ha puesto granito rosa, pero no es precisamente el más adecuado. El más recomendable es el granito negro», precisa. Aunque ahora hay cosas más modernas. «Nos gusta ofrecer piezas diferentes, porque hay quien quiere algo distinto. Hoy la tendencia son los materiales porcelánicos, que son caros, pero con un toque especial», explica. Así lo comprobamos con una lápida porcelánica que simula vetas de madera, con mariposas metálicas, y otra con tonos más de bronce, minimalista, y las letras doradas. Dos muestras de que el componente religioso está perdiendo protagonismo. «Se sigue poniendo, habitualmente, el Sagrado Corazón de Jesús para los hombres, y la Virgen del Carmen o la del Pilar para mujeres, pero cada vez hay más casos que no quieren. También están quienes eligen otros elementos: escudos de fútbol, banderas, o una vez nos tocó poner un hombre con un burro...», relata.
Pero a pesar de buscar innovación, el sector no vive los mejores momentos. «En los últimos cuatro, cinco años ha caído el tema de las lápidas: el incremento de las incineraciones -muchas no se depositan luego en el cementerio-, la crisis y la subida del IVA (hace cinco años) son algunas de las razones», explica Pedro Felipe. Por el contrario, sí que está creciendo la demanda de piezas para columbarios, aunque de tamaño más reducido que las de los nichos. En su caso, la actividad en torno a los actos fúnebres supone entre el 30 y el 40 por ciento del total, ya que además se dedica a mármol para cocinas, obras, platos de ducha... «Del tema funerario a día de hoy es muy difícil vivir».
¿Y tratar con la gente que acaba de perder a un familiar? «Personalmente, con jóvenes o a poco que sean conocidos, me afecta. Recuerdo a un chico que estuve preparando la pieza de su familiar y al mes falleció él... Estar tan cerca de la muerte sirve para vivir más el día a día», concluye.
Más de treinta años de experiencia en el mundo de los ornamentos florales, 29 de ellos al frente de la floristería Iris, dan a Mila San Miguel la perspectiva para valorar la situación. «Está afectando mucho el tema de las incineraciones, cada vez se compran menos flores. En mi caso la venta diaria de elementos para celebraciones fúnebres supone un diez por ciento. Sí que se mantiene el volumen de ventas en Todos los Santos, sigue siendo el pico más alto del año, el 20% de nuestra facturación anual», reconoce.
En precios, varían de los 70-80 euros de los centros y ramos, hasta los 150 euros de las coronas. En colores, prevalecen el rojo y el blanco. «Este año hay una tendencia a que sea monocolor, sobre todo blanco. Si son jóvenes los que vienen a comprar ramos suelen meter más colorido», precisa. En un momento duro como los fallecimientos, «la gente se suele dejar asesorar, en general, no se tienen muchos conocimientos al respecto y les tratamos de orientar. En Todos los Santos sí que se valoran más las flores».
En unas fechas en las que las floristerías se vuelcan en las piezas para los cementerios, Eva María López, de la floristería Trébol, lo hace también durante todo el año: el 60% de su actividad diaria va dedicada al arte floral funerario, trabaja con un tanatorio.
«Hay que ser rápido, te llaman y en una hora más o menos trato de tener lista la corona», admite. Los claveles son los preferidos, «cada vez con elementos más blancos, porque dan luminosidad. En función de la iglesia en la que se vaya a celebrar recomiendo unos tonos u otros». Lo que no tiene seguidores es el color amarillo: «A la gente no le gusta».
A menudo no trata directamente con la familia, pero sí que sabe para quién es el pedido y «cuando son niños, lo estás montando y no puedes aislarte, piensas en ello».
Lo más habitual, en un sepelio al uso -«porque con las incineraciones se piden más centros o ramos, pero no coronas»- son dos coronas y algún otro elemento, unos 400 euros. «En los pueblos se suelen poner más flores», concluye.
Miembro ahora del Grupo Mémora, el que siempre ha sido conocido como el Tanatorio Pastrana también se encuentra en plena adaptación a las nuevas necesidades. «Cada vez surgen nuevos servicios, desde los actos personalizados para quienes se desmarcan de la ceremonia religiosa, o música para los entierros...», explica Jerónimo Miguel, gerente de Pastrana Mémora. Sí, música. «Eso en otros tiempos era impensable, ahora se está consolidando. Normalmente cuartetos de cuerda con una voz, que actúan a pie de tumba o en la iglesia».
Las gestiones documentales también están en su cartera de servicios, que sigue aumentando. «En 2016 pusimos en marcha el producto 'Electium' que da la posibilidad a uno mismo de dejar cerrados y pagados los detalles de su propio entierro. Esto tiene varias ventajas: por un lado, hace que el interesado decida cómo quiere que sea su adiós y al mismo tiempo facilita mucho las cosas a la familia, que en el momento de la pérdida no sabe muchas veces qué quería el fallecido».
Otra de las novedades de la compañía es la llamada ayuda al duelo, tanto para adultos como para niños. «Cada vez nos enfocamos más a quienes se quedan, que son los que deben afrontar el duro trance», explica y añade: «Estamos desarrollando un protocolo para el duelo, también vamos a trabajar con colegios».
Además, ante el incremento de las incineraciones, en el sótano del tanatorio de Logroño se han instalado columbarios donde es posible la custodia de cenizas por meses o el alquiler por años.
«Es duro atender a personas en una situación tan difícil, pero a su vez la gente es muy agradecida y valora la atención», concluye.
El origen de los tanatorios San José se remonta a la carpintería que regentaban los bisabuelos, abuelos y después el padre de Maite Orío. En ella se hacían ataúdes. Con el tiempo se fueron añadiendo servicios: traslados, el primer tanatorio en La Rioja en Murillo de río Leza... Hoy están en varias localidades riojanas e incluso cuentan con un crematorio en Calahorra. «En la actualidad, somos empresa de servicios funerarios, donde ofrecemos una gestión completa. Además de lo que implica un servicio clásico (la sala, un féretro, flores, traslados, urna si hay cremaciones, gestión de esquelas...), también incluimos consultas jurídicas, realizamos trámites como los de la Seguridad Social, solicitamos pensiones de viudedad, certificados...», destaca Orío, gerente de San José. E incluso proyecciones en el crematorio de Calahorra, entre otros servicios. «A pesar de ser un momento triste, esa posibilidad de despedirse del ser querido con imágenes de momentos felices les deja un mejor recuerdo», apunta.
En cuanto a la tipología de féretros y de urnas para cenizas, igualmente hay múltiples opciones y estilos. «En cajas, cada vez se lleva más la sencillez, está marcado por los tonos naturales y las líneas depuradas. En las que son para incinerar se usan maderas y barnices ecológicos. Provienen de Valencia y Galicia. En temas de urnas, donde ya se fabrican algunas biodegradables, la mayoría son españolas, aunque las más especiales vienen de Holanda, Alemania...», enumera.
Sin embargo, lo más importante, para Orío es dar un trato «cercano, ser diligente en las gestiones y asesorar a las familias según sus necesidades». ¿Y los efectos de trabajar toda la vida con la muerte? «Valoras más lo que tienes, la ves tan cerca que eres más consciente si cabe».
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