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La geografía del virus es caprichosa. Incomprensible, a veces. Seguir los vaivenes del COVID-19 en las dos olas de la pandemia desafía las predicciones de cualquier epidemiólogo. Y al común de los mortales nos obliga a un ejercicio de humildad y de constancia: nadie está nunca libre, ningún sitio es del todo seguro.
Hemos recorrido los once municipios que ahora mismo tienen más casos activos en La Rioja (una lista que, sobre todo en su parte más baja, sufre cambios de puesto diarios) y hemos buscado las voces de la calle en esas localidades. Algunas son evidentes: Logroño siempre va a ser la primera, pase lo que pase. Y además en las dos olas ha ocurrido lo mismo: el primer despegue vendría de uno u otro lugar, pero la pandemia se disparaba al poner el pie en la capital.
Pero ese «de uno u otro lugar» ha cambiado mucho. Si se fija quien haya seguido el devenir del coronavirus en La Rioja, en esta lista de la segunda ola faltan algunos de los protagonistas de la primera. Como Santo Domingo, como Haro, Casalarreina, Ezcaray. Las localidades por las que el virus entró en la comunidad, o al menos aquellas en las que primero y con más virulencia se manifestó. Porque el Sars-COV-2 pisó fuerte en La Rioja Alta en primavera, pero ha preferido La Rioja Baja en verano y otoño.
El origen también es distinto. Lo que fueron contagios familiares y desconocimiento en la primera ola en La Rioja Alta se convirtió en no-fiestas demasiado festivas y relajación de merendero en la segunda. Y hay un cambio sutil, pero evidente en la percepción de las voces que recogemos por La Rioja. En la primera vuelta había más sensación de sorpresa y más dedos apuntaban a una administración sobrepasada. En la segunda, esos mismos dedos se dirigen a los propios ciudadanos y a su falta de cuidado cuando el virus ya era demasiado conocido.
De La Rioja Alta a La Rioja Baja. Y siempre Logroño. En la lista hay enfermos que lo cuentan de milagro, gente que ayuda, gente que sufre. Gente que recuerda que estos diez de hoy pueden ser otros diez mañana, y que nuestra geografía puede muy bien tener en unos meses paradas muy distintas.
Calahorra | Maribel Bobadilla, propietaria de una administración de Lotería
«La primera ola fue terrible. Entre el desconocimiento absoluto que había de la enfermedad y que tuvimos que cerrar la terminal, la verdad es que lo pase mal», confiesa Maribel Bobadilla, propietaria de una administración de lotería, en Calahorra.
A mitad de junio Maribel abría de nuevo el negocio, con «todas las medidas posibles». «Tenemos gel, mamparas que separan a los clientes entre las ventanillas...», describe. «En el trabajo veo que la gente tiene mucho cuidado. Siempre hay algún descerebrado, pero los clientes que vienen a la administración cumplen: todo el mundo viene con la mascarilla y, aunque tengo el aforo limitado a cinco personas, la gente entra de uno en uno o como mucho dos», explica.
Esta segunda ola, en la que la propagación del virus es mayor en Calahorra que en marzo, está siendo para Maribel «mejor que la primera, por el hecho de que al menos trabajamos». Aunque, «se está notando mucho la bajada de ventas», comenta. «La gente tiene mucho más cuidado a la hora de gastar», precisa desde el mostrador de la administración, con los billetes de lotería para el próximo sorteo de Navidad. Y es que la ilusión es ahora más necesaria «entre tantas noticias terroríficas que vemos todos los días», sostiene. «Yo soy la primera que sigo teniendo ilusión en que me toque un premio», añade. Como era de esperar el número del año del COVID, este 2020, «está solicitadísimo». Pero, «yo no lo tengo», precisa.
El virus, como a la mayoría, también ha afectado a su vida social. «Nos ha limitado bastante. En mi día a día me limito a ir a trabajar, hacer recados cuando salgo, dar un paseo y a casa», explica. «Se nota demás en la gente. A nivel psicológico esto nos ha afectado. Ves a la gente desanimada», concluye.
Informa: Isabel Álvarez
Alfaro | José Ignacio Alzate, entrenador de gimnasio
Acaba la clase de pilates y fortalecimiento muscular dirigida por José Ignacio Alzate en el gimnasio Fitdance de Alfaro. Detrás de la mascarilla sonríen. El deporte es una de las vías de escape mental y físico para sus pupilas. «Todo es COVID, en la tele, en la calle y buscamos liberarnos viniendo al gimnasio, tomándonos algún café con todo el cuidado…», comenta Laure después de estirar. «Y así salimos algo de casa, nos relacionamos con otra gente, vemos los problemas desde distintos puntos de vista», apunta Montse.
Trabajar, comprar, acudir a la Escuela de Adultos… Poco más en su día a día. Extreman los cuidados. Después de conseguir reducir la curva de contagios que a finales de agosto y septiembre le llevó al primer confinamiento perimetral riojano, Alfaro sigue manteniéndose entre las localidades con más casos activos de La Rioja e incidencia acumulada. «Lo vivimos con preocupación», responden prácticamente a coro Angelines, Alicia, Laure y Juli.
Como tantas disciplinas, Alzate defiende que el deporte es salud, un aliado contra el virus. «El gimnasio es para ellas una terapia», afirma mientras ellas asienten. Confiesan que se han resentido mucho física y mentalmente el tiempo que estuvo cerrado y ruegan a las autoridades que, entre las medidas que haya que tomar, no se cierren las instalaciones deportivas. «Tengo gente más mayor a las que se les nota más baja en forma física y mental», advierte Alzate.
Para que no haya que implantar medidas más duras, tienen claro qué hay que hacer: «Obligar realmente a que la gente cumpla con lo que ordenan», afirma. «Es triste ver que marcan unas normas y que la gente realmente hace lo que quiere, como no llevar la mascarilla en todo momento –apunta Alzate–. Los chinos se curaron porque todo el mundo cumplía…». Pregunta a sus alumnas y coinciden: no tienen ningún problema en hacer deporte con mascarilla. Y quieren seguir.
Informa: Ernesto pascual
Arnedo | Gloria Ezquerro, voluntaria en Cáritas
Junto a Logroño y Calahorra, Arnedo cumple mes y medio en el foco de la preocupación riojana. Y pese a su segundo confinamiento perimetral y el cierre de la hostelería durante este mes, los datos de casos activos y de incidencia acumulada apenas se aligeran. «Lo vivimos preocupadísimos. Esto es algo nuevo que nos ha llegado a todos y no sabes cómo manejarla –describe Gloria Ezquerro respecto a la sensación diaria de los arnedanos–. Tú presupones que estás bien porque no tienes síntomas, pero se lo puedes pegar al resto… Así, te preocupa tanto el que está mal como el que está bien».
Como tantos vecinos, sigue sin comprender cuál fue la causa de la expansión comunitaria del virus, que mantiene a la ciudad con una incidencia acumulada sobre 1.200 casos por cada 100.000 habitantes. «En Arnedo somos todos muy serios, no nos lo tomamos a la ligera. Pero hay gente que, a veces, no es consciente porque a ellos no les ha pasado nada. Y sólo aprendemos a batacazos de dolor en un familiar o a golpe de talonario», lamenta reclamando que todos cumplamos las normas de protección.
Por estar desempleada, Gloria sigue implicada de lleno como voluntaria en Cáritas Arnedo, una de las entidades que enfrenta cara a cara las adversidades provocadas por la pandemia. Cada día reparte alimentos en fresco a unas 15 familias. «Hoy ayudo yo, pero mañana me pueden ayudar a mí –asiente–. Empiezas a colaborar y, aunque yo estoy en el paro, veo cómo la gente que viene está en peor situación… Gente con niños, parados sin ningún tipo de ingreso, indocumentados que no pueden acogerse a ninguna ayuda… Pero la sonrisa de un niño que viene con su madre te devuelve la fortaleza para seguir».
Informa: Ernesto Pascual
Nájera | Adolfo Fernández, stanquero y vendedor de Prensa en Nájera
Es uno de los profesionales que no han dejado de trabajar en ningún momento de la pandemia. Adolfo Fernández lleva 42 años al frente del estanco número 1 de Nájera que es a la vez quiosco de prensa. Según indica, la clientela de tabaco y prensa «ha bajado bastante» y rememora con cierto tono de tristeza cómo «sobre todo, cuando estuvimos todos confinados, era muy triste estar aquí, al pie del cañón. Nosotros hemos abierto todos los días y por la mañana aún se movía un poco, pero por la tarde era pasar las horas y no ver a nadie».
Afirma que tanto la venta de tabaco como la de prensa se han resentido bastante, en el primero de los casos porque «la gente se ha metido en casa y allí se fuma menos» y en el segundo, porque «hay bares que siguen sin comprar el periódico para ofrecerlo a sus clientes».
A su juicio, el aumento de contagios en Nájera se puede deber a que «cuando estamos por ahí de cenas, de copas… igual nos desinhibimos un poco, más que nada en las cenas» y explica que «yo veo en las terrazas, que la gente está con su mascarilla, se toman su cacharro, van de seis en seis… El problema a lo mejor es más en los merenderos particulares, que hay comida, la gente se quita la mascarilla, toman las copas y vienen los abrazos. Eso y los botellones».
Y considera que las autoridades «no han sido valientes, hubiese valido más un confinamiento como en marzo cuando se empezaron a multiplicar los positivos». No obstante aboga por que «seamos más responsables individualmente».
Informa: Félix Domínguez
Rincón de Soto | Jesús Ignacio Calvo, encargado de una empresa de bebidas
Jesús Ignacio Calvo Pedriza tiene 41 años y es el encargado de producción de la empresa Angesita, de Rincón de Soto, que fabrica y distribuye bebidas en una amplia zona que abarca pueblos de La Rioja Baja y Ribera Navarra.
«La situación de crisis sanitaria nos afecta bastante porque un 85% de nuestra venta está dirigida a bares y restaurantes y el consumo ha caído mucho. En verano, una de las épocas más fuertes del año en nuestro sector, la ausencia de fiestas se notó y el rebrote actual, también», explica.
«Estos días son inciertos porque no se sabe cómo va a evolucionar la pandemia, si van a aumentar las medidas o no. Por eso no podemos hacer previsiones. Resulta muy complicado», comenta Jesús Ignacio.
Rincón de Soto es uno de los pueblos con mayor incidencia. «El movimiento de gente habitual, el día a día, es diferente, ha descendido», dice. Después de llegar a 86 casos activos el 28 de septiembre, tras el cribado masivo y el confinamiento bajaron a 3 (dato del 14 de octubre) pero desde entonces se produjo una subida hasta llegar a los 57 el 9 de noviembre. Ayer había 55.
Angesita tiene 13 trabajadores, estuvo en ERTE en el estado de alarma y ahora continúa parte en ERTE y con medias jornadas. «Esperaremos a que llegue la vacuna y sea eficaz. Tampoco dan más opciones», afirma Jesús Ignacio. «Dependemos de lo que ocurra en la hostelería y si sigue cerrada no tenemos buena expectativa. Solo queda seguir luchando y esperar», termina Calvo.
Albelda de Iregua | Lourdes Gómez, cámara Administrativa y miembro de Tejao de Cera
Lourdes Gómez Cámara, albeldense de 51 años, trabaja como administrativa y preside el grupo de teatro Tejao de Cera, cuya actividad se ha parado por completo desde el pasado mes de marzo. «En el trabajo extremamos las medidas de limpieza y seguridad, y en familia no nos podemos juntar todos los hermanos que somos a la vez», explica Lourdes Gómez, quien también echa de menos actuar: «Tenemos muchas ganas de ensayar y no nos juntamos ni para tomar un café».
«Entiendo que a los políticos les ha tocado un problema de difícil solución pero creo que deberían colaborar más entre ellos, sin culparse», opina Lourdes, mientras que sobre la sociedad entiende que «el comportamiento es correcto en la mayoría, cumpliendo las normas, aunque siempre hay algún grupo, una minoría de gente, que las incumple».
En Albelda de Iregua, esta semana se han llegado a registrar 52 casos (48 ayer), si bien es cierto que 32 de ellos correspondían a las cuatro residencias y centros de mayores y salud mental que se encuentran en el término municipal. «La situación aquí es de bastante normalidad, aunque sí que nos preocupamos y nos asustamos cuando vemos que suben los casos», declara.
Como ciudadana, Lourdes cree que se podría «concienciar más a los ciudadanos, no solo a los jóvenes, intentando controlar las reuniones privadas en casas».
«Sería necesario que todos cumpliésemos de forma responsable con las medidas de seguridad que conocemos, y no solo para evitar sanciones, además de, siempre que sea posible, mantener la distancia interpersonal para evitar contagios», apunta Lourdes.
Informa: Diego Marín
Murillo de Río Leza | Toño Benito, Bodega Cooperativa Tierras de Murillo
El pasado lunes el alcalde de Murillo de Río Leza, José Ángel Lacalzada, rogó a los vecinos el confinamiento voluntario al sufrir el pueblo un incremento notable de los contagios por COVID-19, hasta 35 casos. Toño Benito, de 47 años, preside la bodega cooperativa Tierras de Murillo (San Esteban), en la que, cuenta, se está notando la bajada del consumo de vino y las exportaciones. «La merma será sustancial», valora Toño.
En cuanto a la situación de la pandemia en Murillo de Río Leza, Toño expone que «hasta ahora estaba bastante bien, apenas hubo casos en la primera ola, pero no sabemos cómo ni por qué, en esta segunda ha habido muchos casos y se está viviendo con miedo» y «respeto». De esta manera, en la población murillense se ha aceptado el confinamiento voluntario, «la gente se lo ha tomado en serio». Tanto es así que el presidente de la cooperativa describe: «Murillo ha caído en picado. Por las mañanas aún hay algo de ambiente pero a partir de las 17 horas ya no hay vida en las calles».
«No sabemos a qué se ha podido deber porque ha afectado por igual a gente joven que a gente mayor que apenas sale de casa, es muy raro», explica Toño Benito. Eso sí, la petición del alcalde de que los vecinos se confinen la ve útil. «En Agoncillo se confinaron y bajaron bastante los casos. Algo había que hacer, pero no sé el qué», opina Toño. La vida en el pueblo ha cambiado drásticamente: «Hasta ahora hacíamos vida normal, dentro de las circunstancias, aunque sin fiestas, pero es que ahora los bares están vacíos, el restaurante no da cenas los fines de semana y el vermú del domingo ha desaparecido».
Todo lo anterior repercute en la hostelería y en la bodega. «Las cuadrillas ya no salen de vinos ahora. No sabemos si va a haber campaña de Navidad, para la que vendíamos mucho vino para cestas y regalo. Y la exportación está parada», expone el presidente de la cooperativa.
Informa: Diego Marín
Lardero | Matilde Herrera Lumbreras, agricultora y presidentade la Asociación Socio-Cultural de Mujeres de Lardero
Lardero, que es la quinta localidad más poblada de La Rioja, era, a día de ayer, con 49 casos, el sexto municipio donde más incidencia está teniendo el COVID-19 en la región. «La situación es muy cambiante, pero en Lardero hay responsabilidad, se guardan los espacios y aforos en los comercios y todo el mundo usa mascarilla», explica Matilde Herrera Lumbreras, agricultora de profesión y presidenta de la Asociación Socio-Cultural de Mujeres de Lardero.
También piensa Matilde que «quizá nos descuidamos cuando nos juntamos con la familia y rebajas la atención o tal vez haya quien se salta el confinamiento estando contagiado o siendo sospechoso de estarlo». El caso es que, opina Matilde, «en Lardero hay preocupación por cumplir las normas».
A nivel de asociación, por ejemplo, no han hecho nada desde marzo, ni excursiones ni charlas ni talleres. «Entre la seguridad, que los grupos pequeños resultan inviables y que no tenemos locales propios, estamos en vía muerta», declara la presidenta. Matilde también pide a los que mandan que «no nos manden globos sonda para crear la ilusión de que todo se va a arreglar para que al día siguiente se quede en nada».
Informa, Diego Marín
Fuenmayor | Fabián Rolando Tofolón Schefer, cocinero y atleta popular
Fabián Rolando Tofolón Schefer, de 50 años, es argentino de nacimiento pero afincado en Fuenmayor junto a su familia. Trabaja como cocinero en Bodegas Eguren Ugarte de Laguardia (Álava) y su otra pasión es el atletismo. «Estoy viviendo la situación con mucha angustia en lo profesional y en lo deportivo porque hay mucha inseguridad», reconoce Fabián, y lo peor, expone, es que «es tan distinto, no ha pasado nunca antes, así que no se puede comparar y no se sabe qué pasará mañana».
Él mismo, junto a su hijo, estuvo contagiado de COVID-19 (tiene anticuerpos y se ha hecho donante de plasma), y aunque asegura estar bien, «hace tiempo que apenas salgo a la calle porque me da miedo, por suerte Fuenmayor tiene un término municipal amplio y puedes correr sin encontrarte casi gente».
A los políticos les pide que «dejen de pelearse entre ellos porque así no solucionan nada, hubiera sido una hecatombe con cualquiera que hubiese gobernado, aunque tanto políticos como sociedad nos hemos descuidado mucho en esta segunda ola». «No sé cuál es la solución, pero debería haber más unión y dar unas pautas más claras a la sociedad, que ya está muy cansada», considera Fabián.
Informa, Diego Marín
Villamediana de Iregua | Marta Ezquerro | Administrativa y tesorera del AMPA del CEIP Gonzalo de Berceo
«Estamos preocupados por que nos afecte el COVID-19, por nuestra salud y la de nuestras familias y amigos, y por cómo puede afectar en el plano laboral», confiesa Marta Ezquerro, administrativa de 42 años que reside en Villamediana de Iregua y, además, ejerce de tesorera en el AMPA del CEIP Gonzalo de Berceo. Para ella, al margen del coronavirus, es preocupante «la crispación, el nerviosismo, el miedo de la sociedad». Y es que, expone Marta Ezquerro, «no nos vemos representados por ningún político, sé que es difícil pero no reman todos a favor ni se toman las decisiones correctas».
Villamediana contaba a día de ayer con 30 casos, siendo la undécima localidad más afectada por la pandemia actualmente en La Rioja. «Aquí hay preocupación, conocemos casos cercanos, pero en la calle sigue habiendo gente, una vez que sales de casa no somos tan conscientes del peligro de contagio», señala Marta, quien también subraya que, «en general, somos responsables pero hay una minoría que no y hace mucho daño». Es más, esta villametrense opina que «si la sociedad cumpliera las normas todo iría mucho mejor». Por eso no ve mal que las autoridades emitieran normas aún más restrictivas porque, cree, «los españoles o nos multan o no entendemos».
Informa: Diego Marin
Logroño | Lourdes, celadora del San Pedro. Enfermó de COVID
Lourdes, a secas. Prefiere no dar su apellido ¿para qué? Quien me conoce me va a conocer igual. A primeros de abril ingresó en la UCI del Hospital San Pedro, en el que desde hace 28 años trabaja como celadora. Un mes y una semana después la abandonaba entre aplausos y vítores de sus compañeros. Seis meses después, arrastra las secuelas de una enfermedad devastadora. Sigue caminando con bastones por los dolores de espalda y de cadera que trata de aliviar con sesiones de fisioterapeuta. Son dolores «raros» que antes no tenía y que le impiden reincorporarse a su trabajo.
En lo más crudo de la segunda ola tiene claro qué hemos hecho mal. «La gente tiene mucha desidia y el a mí no me va tocar, yo no me pongo la mascarilla y yo hago lo que quiero está claro que ha provocado esto».
Su sensación ahora, viéndolo desde la distancia, es que «con los aplausos la gente se aplaudía a sí misma, más que aplaudir a los sanitarios» porque en las concentraciones de los lunes en Urgencias solo participan trabajadores y «no estamos pidiendo dinero, sino personal y más espacio y es algo que tiene que apoyar todo el mundo», lamenta.
No cree que la gente sea consciente de lo que ocurre «a no ser que te toca o le toque a un familiar porque la gente sigue quedando». Se confiesa antisocial y cuando queda con sus amigos lo hace en la calle y nunca más de seis a la vez. Lo mismo le ocurre a sus sobrinos veinteañeros porque «han visto a su tía muy mal». «Somos todos muy sociales y muy de quedar y eso hay que frenarlo todo un poco, pero el problema no se frena solo cerrando los bares. Es consciente de que todo el mundo tiene que salir y la economía no debe parar, «pero el hecho de salir a la calle y que tengas que ir sorteando a la gente que está fumando, sin mascarilla y tomando café... deberían pensárselo un poco». La frase de «yo me ahogo, a mí me sobra porque si te ahogas te ahogas en un intensivo». Toda esta situación, admite, le da mucha rabia.
Tiene recelos a vacunarse tan pronto y también miedo a volver a contagiarse porque cuando salió del hospital sabía que tenía anticuerpos pero «no te hacen un seguimiento».
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