Los casos de un reincidente

Por un error en la identificación de la zona que hicieron varios menores, la búsqueda se centró en primer lugar en el número 6 de la misma calle y para cuando se percataron de que era el 5, localizaron al presunto asesino en el rellano de la segunda planta, con el niño en los brazos diciendo que se había desmayado. El menor ya había fallecido y pese a los intentos por reanimarle nada se pudo hacer por él.

Los vecinos no daban crédito a lo que acababa de ocurrir y la estupefacción del primer momento dio paso a la rabia cuando el detenido fue sacado por la Guardia Civil por el garaje, por la adyacente calle Río Molinos. En ese instante se vivieron los momentos de mayor tensión, la gente que esperaba en la calle empezó a increpar e insultar a quien acababa de matar al pequeño.

Era el 17 de agosto de 1998. Ese día, Francisco Javier Almeida, que había salido de prisión quince meses antes tras pasar cuatro entre rejas por la agresión sexual a una vecina de 13 años, había concertado una cita con Carmen López, de 26 años, empleada de una inmobiliaria, con el pretexto de visitar y ver algún piso en venta.

Primero estuvo esperando en el portal del inmueble durante más de media hora, a pesar de que llovía copiosamente, y sobre las 20

horas entró en un bar que había en la misma calle donde coincidió con dos de sus amigos. Desde allí también llamó a la inmobiliaria para recordar la cita .

Sobre las 20.30 horas Carmen López llegó al portal donde la esperaba Almeida y ambos subieron juntos al piso. Una vez en el interior, se dirigió, seguida por el acusado, hacia las habitaciones interiores de la vivienda y en la del fondo fue abordada por su asesino. Allí le propinó hasta diecisiete puñaladas y la agredió sexualmente.

El 24 de agosto, el autor del crimen ingresó en la prisión de El Dueso y el 17 de abril de 2000 fue condenado a 30 años de prisión, 20 de ellos por asesinato y 10 por violación.

El 5 de octubre de 1989 Almeida interceptó en la calle a una menor de 13 años. La pequeña que vivía en el mismo bloque de la calle San Millán de Logroño en el que él residía en ese momento, se dirigía al colegio. La engañó diciéndole que su madre se había puesto enferma y que debía regresar a casa. La menor accedió y una vez en el ascensor, él le comentó que su progenitora en realidad estaba en su casa. Cuando ambos entrarron le comunicó que todo era mentira. Entonces le empezó a proferir frases obscenas de contenido sexual, sobre sus experiencias personales y, posteriormente, mientras la menor estaba totalmente asustada, la cogió y ató en una silla. Rodea

ndo su cuello con una cuerda, le dio varias vueltas con la mano hasta que ésta perdió el conocimiento.

Cuando volvió en sí, la víctima vio que Almeida tenía el pantalón y la cremallera bajados y un amplio surco mojado. Después desató a la menor y le abrió la puerta para que se fuera. La Audiencia Provincial le condenó un año después, el 15 de octubre de 1990, a siete años de prisión por un delito de agresión sexual. Entró en 1993 y salió cuatro años después.