Agentes de la Guardia Civil inspeccionan un peral en el que trabajan unos trabajadores temporales recogiendo la fruta durante la mañana de ayer. MIGUEL HERREROS

Vigilancia a pie de campo en el Bajo Iregua

Inspección de Trabajo y Guardia Civil inician controles para verificar el cumplimiento de la ley laboral en la campaña de recogida de fruta en La Rioja

Diego Marín A.

Logroño

Sábado, 27 de agosto 2022, 02:00

La tierra está húmeda y las peras, rollizas, cargadas del agua que ha caído en los últimos días en La Rioja. Los anónimos ciclistas transitan aleatoriamente por los caminos de la Mora y de los Judíos mientras que en un cultivo indeterminado entre Lardero, Navarrete ... y Entrena un grupo de más de una veintena de senegaleses trabaja recogiendo peras. Realmente han venido a La Rioja para trabajar en la vendimia pero, como esta no empezará en la zona hasta la semana que viene, antes han encontrado trabajo recogiendo fruta.

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Los perales son altos como jugadores de baloncesto, de más de dos metros, y propician una pequeña selva regada por el río Cabezo. Si no fuera por la presencia de numerosos vehículos de la Guardia Civil, la veintena de temporeros que trabajan sumergidos en el frondoso bosque frutal pasaría totalmente desapercibida. Los agentes han acudido a dar protección a las inspectoras de Trabajo. Es una labor rutinaria y se salda sin incidentes, todo parece estar en regla, pero resulta llamativo todo el operativo.

Unidades de Seguridad Ciudadana de los cuarteles de Villamediana, Nalda y Torrecilla en Cameros han colaborado ya no solo acompañando a las inspectoras, también estableciendo un perímetro de seguridad para impedir que nadie escape, aunque nadie lo ha intentado esta vez. Cada uno tiene su fin, las responsables de Inspección de Trabajo controlan que todos los trabajadores tengan su contrato en regla y se les pague adecuadamente, mientras que la Guardia Civil los identifica para comprobar si están en situación regular y así evitar la trata de seres humanos.

Los trabajadores, 23 senegaleses y malienses, entregan pacientemente sus documentaciones a los agentes, a veces sin dejar de recoger las peras, como si la identificación fuera algo tan ordinario como la recogida de la fruta. Parecen tenerlo asumido. Realmente es por su bien, para evitar que nadie se aproveche de ellos, pero no deja de resultar incómodo. En las casi dos horas que dura la inspección, pese a que algún trabajador llega a mostrar su identificación hasta tres veces, no se escucha ni un exabrupto.

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«Estamos apoyados por el equipo Pegaso de vigilancia aérea para controlar la actividad agraria. Esta es una colaboración anual con Inspección de Trabajo. Verificamos todo, también que se encuentren en situación regular. Y es todo cordialidad», asegura Miguel Ángel Sáez, portavoz de la Guardia Civil en La Rioja. Las inspecciones han provocado que cada vez se reduzcan más los casos de ilegalidad y que los culpables, a menudo los intermediarios (puesto que los agricultores, en su mayoría, cumplen con la ley), se trasladen a otras zonas, como Rioja Alavesa.

Una vez recogidos todos los datos queda la digitalización, una labor de oficina que se alarga horas. No hay una nacionalidad más propensa a que abusen de la persona, habitualmente es el desconocimiento del idioma y la necesidad lo que provoca la vulnerabilidad y el aprovechamiento. Los mediadores, a menudo 'camuflados' como empresas de servicio, son quienes más se aprovechan abonando salarios inferiores a lo estipulado. Otra cosa que se controla es la obligatoriedad del contratista de proporcionar cobijo al temporero y, sobre todo, que este sea digno, algo que se empezará a velar con más intensidad por que se cumpla en la vendimia.

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Cuanto más trabajo y trabajadores hay, más dinero se mueve y más peligro existe de que se incumpla la ley. El sindicato UPA reclamó ayer proporcionalidad en las inspecciones de trabajo recordando que la inmensa mayoría de los agricultores cumplen con todas las obligaciones laborales. Aunque UPA entiende necesaria la inspección, también criticó la gran burocracia que supone para un pequeño agricultor la contratación de trabajadores. «Los agricultores son los que sufren los posibles fraudes de identidades falsas que se pueden producir en las contrataciones, sintiéndose desprotegidos legalmente», señaló el sindicato, que también pidió que se controlen los robos en el campo. Cuando ya se retira la Guardia Civil, aparece el propietario de los perales y, resignado, lanza una pregunta al aire: «¿Y esta hora y media de trabajo perdido, quién la paga?».

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