Que viene el lobo
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El análisis ·
Lo más relevante en el Parlamento ocurrió antes del pleno en el vestíbulo: todo un símbolo de su languidezNoemí Manzanos, solvente diputada de PP, se ha convertido en una estrella en alza de su grupo, por la consistencia de sus intervenciones parlamentarias y el brío con que las defiende, alejado del dominante gris marengo que emana de su dirección. Que resulta ser ... contagioso. Este jueves le acabó por contaminar. Porque cuando se interesó por la política cinegética del Gobierno, recurrió a un tono tan exagerado que acabó por recordar la famosa fábula: que viene el lobo. Una frase que sirve como eslogan de esta oposición: todos los días viene el lobo. Cuando cada minuto se anuncia el apocalipsis, si alguna vez acaba llegando resulta irreconocible. Un vicio que prueba lo acertado de aquel diagnóstico que nos legó Andreotti: desde luego, el Palacete lleva quince meses en combustión, pero el desgaste de la oposición todavía es superior.
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Marcelino Izquierdo
De poco vale que su diputado Alfonso Domínguez endose al banco azul un discurso bien trazado si acto seguido comparece en el mismo estrado su compañero Carlos Cuevas para hablar de ¡¡¡amiguismo!!! en la selección de trabajadores en la Administración, una desconcertante denuncia que, aunque legitimada por la curiosa política de engorde del árbol gubernamental, llama la atención viniendo de donde viene. Sus palabras, que recibieron el feo gesto de la presidenta abandonando el escaño, malbarataban la pertinencia del principal grupo de la oposición en su labor fiscalizadora del Gobierno: el exconsejero del PP sólo detecta ahora en La Rioja Turismo una pérfida vocación por contratar a personal afecto a la causa originario de una siglas concretas, enfermedad al parecer recién aterrizada por el sector público y se deduce que distante de la estrategia de su partido cuando gobernaba. De nuevo, esa pelota botando sobre la línea de gol: Celso González, que venía de subir el Gólgota interpelado por Domínguez, sólo tuvo que empujarla. Aunque el consejero dejó una frase para el recuerdo: su teoría de que la política turística de la región, ahora decorada bajo el ingenioso lazo de los 360 grados, supone un giro copernicano. Para volver tal vez al mismo sitio. Aquel remoto 2019 donde el conjunto del sector reclamaba un cambio en la estrategia entonando su propia advertencia: ojo, que viene el lobo.
Pero en realidad el lobo ya está aquí. Habita entre nosotros adoptando la piel del coronavirus, ese mal que lo intoxica todo. Y exige como única prioridad del Palacete aplicarse en el control de daños, sentencia que ayer la consejera Eva Hita mencionó a propósito de los efectos que causa el célebre lobo pero que vale para el conjunto de las tareas del Gobierno. Controlar los daños, mitigarlos. Y esperar. Sirve para explicar no sólo la política contra la pandemia sino para toda la actividad gubernamental, sometida a ese desiderátum en forma de miles de euros que anuncia Bruselas, los que colonizan el optimismo de ese Presupuesto que demandaría una rápida tramitación para asegurar a La Rioja un sitio en primera fila cuando toque la hora de repartir el maná europeo. Un mensaje que se contradice desde el propio Gobierno cuando sólo acepta reunirse con su socio preferente arrastrando los pies, a última hora. Como si citarse con Henar Moreno equivaliera para el consejero González a visitar al dentista.
Su encuentro previo para cortejar, de momento con éxito, el voto de IU dispuso de un efecto simbólico al respecto de lo ocioso de tantos plenos. La parte mollar, que diría Raúl Díaz, siempre ocurre fuera. Entre bambalinas. O en el vestíbulo. Una inmejorable metáfora del lánguido estado del Legislativo, cuyo alto poder narcótico hermana a los bancos del Gobierno con los asientos de la oposición. Un ejemplo: hubo que preguntar este jueves a cuenta de qué los lazos naranjas que lucían los diputados de PP y CS. Resultó que eran contra ese otro lobo que viene, la ley Celaá. Pero nadie se acordó de avisarlo. El tipo de olvidos que se cometen cuando a un Gobierno confundido se suma una oposición desnortada. Ese tierno cordero que ayer se volvió a zampar el banco azul.
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