Ramona Silva sopló ayer cien velas y lo festejó rodeada de sus hijos, sus seis nietos y cuatro bisnietos con una comida familiar. Ha vivido toda su vida en los Cameros, en el campo y acompañando a su marido, que era guarda forestal y ... cada cierto tiempo cambiaba de destino. Él trazaba cortafuegos y habilitaba puentes y ella igual atendía a las cabras y gallinas que extraía la miel de las colmenas. Una vida en pleno contacto con la naturaleza y eso es lo que considera su familia que ha sido el secreto de su larga vida. Ramona nació en Lumbreras, de donde un buen día su padre y un tío emigraron a Chile a principios del siglo XX. Su intención era quedarse allí, pero en una visita conoció a Gabina y se casaron. Tuvieron once hijos. Uno de ellos, Ramona, que creció oyendo las fabulosas historias de ultramar que le contaba su padre, que llegó a regentar una próspera cadena de tiendas. En su vida sin embargo no hay secretos.
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La ahora centenaria bajó en la posguerra a servir a Logroño en la casa de la familia Martínez-Zaporta, con la que aún mantiene relación, y en la de Fernando Trevijano, alcalde de Logroño. Pero fue por poco tiempo. En 1947 se casó con Julián Francia y estuvieron viviendo en la casa forestal de El Rasillo, Lumbreras y Pajares. Precisamente uno de los momentos agridulces de su vida, como recordaba ayer su hijo José Ramón desde Barcelona, donde reside, fue tener que abandonar Pajares por el pantano. Sin embargo, regresar a Lumbreras, el pueblo que le vio nacer, fue su mejor recompensa. «De joven bailaba mucho, era muy sociable y le encantaba coser», destacaba por su parte su hija Rosa Nieves, portavoz de Ramona a la que, pese a estar muy bien de salud, una reciente operación le mantiene convaleciente.
Aunque sí habló para dejar claro que «el momento más feliz» de su vida fue conocer a su marido. Nunca perdonaban unos días en el balneario de Arnedillo, siempre en septiembre y juntos pasaron la fiebre de Malta. Estuvieron aislados varias semanas. También ha sobrevivido al COVID y eso que una de las trabajadoras de la residencia donde vive se contagió. Y es que a Ramona, una mujer guapa y coqueta, le viene de casta: su madre vivió 105 años.
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