La fotografía resulta tremendamente chocante. Tres guardias civiles encapuchados, de uniforme y tricornio, se sientan frente a un rudimentario cartel a modo de presentación del comité riojano del Sindicato Unificado de la Guardia Civil (SUGC). Era un lunes, 3 de octubre de 1988. De forma ... clandestina, rompiendo con las normas castrenses que rigen la benemérita, un grupo de agentes dio el arriesgado paso reclamando mejores condiciones, más derechos y la democratización y desmilitarización del Cuerpo. En Logroño, pero también en todo el país se extiende un espíritu renovador que la dirección del instituto armado busca cortar de raíz. Muchos pasaron por el calabozo y periodos de suspensión. Cuatro de ellos, expulsados en 1997. Demasiado tiempo de reivindicaciones, 27 años, ha tenido que pasar para que el Congreso haya puesto el cierre al caso aprobando el reingreso de esos cuatro guardias represaliados.
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«He recibido la noticia con mucha alegría y muy emocionado, han sido muchos años de lucha para lograr la rehabilitación de estos cuatro compañeros», expone con la voz algo entrecortada José Manuel León Sánchez, guardia civil logroñés retirado y uno de los protagonistas de aquel sindicalismo. Fue uno de los tres que presentaron en Logroño ese movimiento clandestino en 1988, con guantes y bajo una capucha blanca. Recuerda León Sánchez especialmente a otro de ellos, el fallecido Manuel Linde Falero –el que aparece en el centro de la foto leyendo el comunicado–, un extremeño destinado en el puesto Villamediana y que tiempo después se convertiría en uno de los cuatro expulsados del Cuerpo y ahora rehabilitados.
José Manuel León rememora el momento en el que dieron el paso «con cierta ilusión, veíamos que era una cosa que había que hacer». Convocaron a la prensa en CCOO sin anunciar el motivo. Los tres quedaron antes en una cafetería, de paisano, escondiendo su uniforme en unas bolsas de deporte para cambiarse en la sede del sindicato. No se permitieron grabadoras para que no quedase registrada su voz y mantuvieron después 'encerrada' a la prensa unos minutos mientras volvían a enfundarse su atuendo anónimo y se marchaban por separado.
Cualquier precaución era poca, y es que estaban rebelándose, rebasando la firme línea de lo prohibido con su sindicación y denuncia. «Hacíamos 48 horas semanales y más, teníamos muy pocos recursos y malas condiciones laborales, no podíamos formar ni sindicatos ni asociaciones... debíamos hacer algo, trasladar todas estas problemáticas a los medios y los ciudadanos», comenta León.
La dirección de la Guardia Civil puso en marcha la Operación Columna para detener esta subversión con represión, escuchas y seguimiento de los sospechosos, como ocurrió con el guardia civil logroñés: «Hablaba con un periodista de 'Interviú' al que le contaba alguna de las irregularidades que sufríamos en La Rioja y al que terminaron pinchando el teléfono. Yo le llamaba desde una cabina y utilizaba el pseudónimo de Alejandro. Un día, antes de ir a un ejercicio, un capitán me requirió para hablar por teléfono, preguntándome que había estado de permiso, qué coche tenía... lo que realmente buscaba era grabar mi voz para compararla con la de ese Alejandro».
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José Manuel León que fue detenido en junio de 1991. Declaró en el juzgado militar de Burgos, pasó un mes en la prisión de Alcalá de Henares y fue suspendido durante tres años de sus funciones. «Como a otros compañeros, me abrieron un expediente con intención de expulsarme, pero terminó siendo sobreseído», expone el guardia civil, que se reincorporó a la comandancia de Logroño en 1994, si bien solo duró dos años más en activo. «Hubo mandos que me dieron la bienvenida, pero otros ni olvidaban ni perdonaban. Tuve una serie de problemas y persecuciones en el trabajo por las que caí en depresión. La segunda vez que acudí al tribunal médico me recomendaron pasar a la situación de retirado», explica.
Pese a que la gran mayoría de los sindicalistas pudo regresar al Cuerpo, cuatro fueron expulsados en 1997. La larga travesía hasta su readmisión en la Guardia Civil finalizó el jueves con la aprobación del Congreso, culminando una reclamación histórica de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC). «Es una cuestión de dignidad y justicia», señala Eduardo Mateo, secretario general de la delegación de La Rioja. Esta organización, fundada en 1994 y que cuenta con más de 30.000 afiliados, recogió el testigo del SUGC: «Somos sus herederos, tenemos su espíritu y compartimos las principales reivindicaciones». Entre ellas, la desmilitarización del Cuerpo, mejoras salariales, jornadas laborales «dignas» que permitan la conciliación o el derecho a formar un sindicato. «Lo terminaremos consiguiendo, si no es por España, será porque la justicia europea nos dará la razón», subraya Eduardo Mateo. Aquel sueño sindical de los ochenta espera cumplirse décadas después.
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