Secciones
Servicios
Destacamos
El padre de Eva, José Larrañaga, había sido víctima de dos atentados. En el primero, en 1978, le hirieron en una pierna y aquello lo vivieron «casi como cosas que pasaban», cuenta la hija. En 1980 los terroristas lo intentaron de nuevo y esta vez ... fue bastante más grave. Le quitaron un trozo de pulmón y estuvo mucho tiempo ingresado en el hospital. De aquella ya no regresó a Azkoitia a vivir. El Gobierno Civil lo tuvo escondido un tiempo y mientras, en casa, «ya se hablaba de que nos teníamos que ir de allí, pero había que esperar a que acabáramos el colegio». Yasí fue. Cerraron las aulas por vacaciones y la familia se mudó a Logroño. Primero se trasladaron sus padres a un piso de alquiler en la calle Belchite, cerca de la estación de autobuses porque José Larrañaga no tenía carné de conducir y de ese modo podía viajar a Azkoitia para ver a la familia y a los amigos. Eva y sus dos hermanos, Fernando y Maite, viajaron a Logroño en el taxi de un amigo de su padre. «Estábamos muy callados porque dejábamos el pueblo. Se había acabado todo». Ese día, recuerda, «nos fuimos todos a comer a la calle Laurel». Su madre estaba «enfadadísima con lo que había pasado» porque dejaba a su familia allí y apenas hablaba español. Al terminar de comer, «subimos al piso y dijimos: aquí empieza nuestra vida». Su hermano, como tenía 18 años e iba a empezar la carrera en San Sebastián, regresó al País Vasco. El resto, se quedó.
Su padre se fue haciendo con una cuadrilla en Logroño, los amigos venían de vez en cuando de Azkoitia y Eva y su hermana se amoldaron a sus nuevos colegios. Así transcurría su vida, con idas y venidas a su pueblo. También iba su padre, aunque lo hacía de incógnito. «Era una situación que sobrellevábamos todos, aunque mi madre era la que peor. Le habían hecho abandonar todo, su casa, su familia. En la calle Belchite lo único que limpiaba era el cuadro de la familia porque estaba enfadada con todo lo que estaba pasando», relata.
Todo transcurría con cierta normalidad hasta la Nochevieja de 1984. Fueron a pasar las vacaciones de Navidad al pueblo, «como siempre», menos su hermano que estaba haciendo la mili en Plasencia (Extremadura). Eva y su hermana estaban en casa de sus tíos, y sus padres llegaban a Beasain desde Logroño ese mismo día. Su tío se encargaba de recogerlos en la estación de autobuses y llevarlos a Azkoitia. Esa misma tarde Eva se encontró a su padre en la calle. «Le dije: hombre, atte, así es como decíamos aita en Azkoitia, me pasó la mano por la cabeza y contestó: Luego nos vemos, gero arte».
Noticias Relacionadas
Pasaban las nueve de la noche y su padre todavía no había aparecido por casa de sus tíos. «Llamaron por teléfono, lo cogió mi tío Patxi y le dijeron que habían matado a mi padre al salir de un bar, cuando se despedía de los amigos con los que había salido de chiquiteo». «Le habían pegado unos cuantos tiros por detrás, en la nuca y estaba en la calle muerto. Aquello fue devastador», recuerda. Eva tenía 17 años, Maite 19 y Fernando 22.
A su tío le intentaron convencer de que había que esperar a que un juez ordenara el levantamiento del cuerpo, «pero él les dijo: Este hombre ha venido a casa y a casa se va». Lo llevaron al domicilio y, una vez allí, «recuerdo a mi tía que iba de una habitación a otra limpiando la sangre, la veías con el trapo manchado y nosotros estábamos en shock». Su hermano Fernando llamó para felicitar la Nochevieja y en ese momento se enteró de que «habían disparado a padre», aunque nadie le informó de que había muerto. Al llegar por la mañana, vio la esquela en el portal y ya «no paró de llorar». «Mi madre estaba loca, mi hermana y yo no sabíamos ni qué pensar y mi padre estaba muerto». Los agentes de la Guardia Civil que se presentaron en casa preguntaron: «Pero este hombre, ¿cómo es que ha venido aquí? ¿Está loco?» Sus padres siempre habían tomado precauciones. «En el juicio se descubrió que fue un chivatazo de la del bar de Azkoitia que avisó: ya ha salido de chiquiteo».
Para entonces, pensaban que nada de aquello iba a pasar, que José Larrañaga, que el pasado día 7 hubiera cumplido 96 años, «ya había cumplido con la condena, ya estaba fuera, pero se ve que no».
Tras el funeral y el entierro, regresaron a Logroño y al principio fue «terrible porque no era lo mismo Logroño con mi padre que sin él». ¿Qué habría pasado si se hubieran quedado en Azkoitia? «No es que nos sintiéramos aprisionados, pero estaba ese mundo, esa banda mafiosa que mataba a quien ellos querían y vivía quien ellos querían».
Al principio, volvían al pueblo en Navidad «pero se nos ponía tan mal cuerpo que decidimos no ir y eso que seguimos manteniendo mucha familia, pero en el pueblo en sí, es que se te pone una cosa».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.