El viaje desde la capacidad al talento

Rafa Nadal no ha ganado 13 veces Roland Garros por su innata capacidad física. Lo ha hecho gracias a un largo y constante proceso de desarrollo y entrenamiento de esas capacidades que le ha permitido convertirse en el mejor jugador de tenis de la historia. Sin esos lustros de trabajo, quizá no sabría siquiera cómo coger una raqueta. Esa es la comparación sobre el desarrollo del talento que propone Javier Tourón, vicerrector de Innovación y Desarrollo Educativo de UNIR, durante el diálogo con el psicólogo y también profesor de UNIR Roberto Ranz sobre la materia en la que son expertos, las altas capacidades y el talento. Una máxima impregna la conversación: «El talento que no se cultiva, se pierde». Y ambos concluyen que España desaprovecha más talento del que desarrolla.

Tourón y Ranz coinciden en que hay que hablar de «altas capacidades y no de superdotación» y que es necesario superar su identificación con el cociente intelectual (CI), «un sistema incorrecto y arbitrario de clasificación que siguen aplicando las administraciones. No se puede reducir la detección de altas capacidades a un número concreto de cociente intelectual», sostiene Tourón. La visión que ambos ofrecen es más amplia y pivota en torno al concepto de capacidad: «Es la materia prima. Esa aptitud se desarrolla y se convierte en talento si hay una acción específica», sostiene Tourón, añadiendo que en ese desarrollo influyen diferentes variables del entorno. «Las personas no nacen con alta capacidad, sino con unas capacidades que con el tiempo pueden desarrollarse».

Sobre esa base, Roberto Ranz propone la primera conclusión: «Hay una infraevaluación. Más de un millón de alumnos de Primaria y Secundaria están sin identificar» porque, recuerda, esa identificación se ha limitado a tener un cociente intelectual superior a 130. Tourón defiende otra forma de hacer las cosas, la basada en la intensa investigación actual. Así, indica que son personas con altas capacidades «quienes demuestran un nivel de aptitud sobresaliente que los sitúa en el 10% superior» de su grupo de edad. En La Rioja, están identificados 407 alumnos, una cifra que Tourón cree muy inferior a la realidad. «Si consideramos que el 5% del alumnado tiene altas capacidades, serían 2.900 en La Rioja. Si aplicamos el 10%, 5.810».

Son niños con alta sensibilidad, autodidactas, capaces de retener mucha información y de comprender cuestiones abstractas, que disfrutan con el aprendizaje y lanzan preguntas inusuales para su edad, perfila Ranz, que también destaca su alta perseverancia, su idealismo y que «en ocasiones son identificados como alumnos con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) porque tienen algunos rasgos comunes como falta de atención o despistes porque desconectan en clase».

En esa infraidentificación, Ranz incluye el factor del género: «Es mayor entre la población femenina, que se multiplica por diez. Sobre todo en Secundaria, donde el grupo favorece la integración de quienes no destacan y ellas se invisibilizan. Además, la propia metodología y los programas de enriquecimiento hacen que sean más fácilmente identificables los niños». Una realidad aún más patente en las áreas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés), en donde la Fundación ASTI, de la que es director general, trabaja en proyectos dirigidos enfocados al talento digital femenino.

Pero el reto no solo es una mejor identificación, sino el trabajo posterior para transformar capacidad en talento. «La escuela está organizada con un criterio insostenible, el de la edad en lugar del de la competencia», lamenta Tourón. «Los alumnos que se apartan de la media hacia abajo necesitan apoyos especiales, algo que se ignora para los que se van de la media hacia arriba. Sin darnos cuenta, la fuga de cerebros comienza en la escuela», apunta el vicerrector de la UNIR, que cree necesario «ofrecer experiencias diferenciadas ajustando el nivel, la profundidad y el ritmo de desarrollo y dar una respuesta que se adapte a su nivel de rendimiento y a su ritmo de aprendizaje».

«Nos tenemos que centrar en las competencias. El sistema educativo español deja muy poco sitio para los niños excelentes y brillantes. La mejor forma de desarrollar la igualdad de oportunidades es tener centros que sean verdaderos desarrollo del talento», añade Ranz. Sobre todo, completa Tourón, porque eso elevará el nivel de todos los alumnos.